EL ESCUDO HERÁLDICO: EL DNI DE LOS CABALLEROS
Thank you for reading this post, don't forget to subscribe!¿Por qué y para qué nace el escudo heráldico? ¿Fue realmente un recurso para determinar la identidad del caballero medieval?
El símbolo de los Stark es un lobo huargo. El de los Lannister, un león rampante. Y el de los Baratheon, un ciervo, también rampante. Cualquier lector o espectador de Juego de tronos está familiarizado con estos y otros emblemas heráldicos que aparecen en la saga, y, por lo tanto, con las casas nobiliarias que representan. Que existan se debe a que la obra de George R. R. Martin, como toda fantasía medievalizante (es decir, que parece medieval), incorpora elementos propios de la Edad Media. De hecho, la heráldica nació durante el siglo XII. Sus símbolos no parecen ser más que combinaciones más o menos armonizadas de figuras y colores. Sin embargo, tras esa fachada se esconden unos orígenes que aún son objeto de debate y una variedad de aplicaciones quizá mayor de lo esperado.
Un origen confuso
La heráldica era un lenguaje basado en símbolos. Según la teoría dominante, habría nacido de la necesidad de identificar a los caballeros, a los que no sería posible reconocer porque el yelmo les ocultaría el rostro. La idea, por lo tanto, es que había que encontrar un modo de poner nombre a unos guerreros irreconocibles.
Para conseguirlo hacía falta un soporte adecuado. Al principio este sería el estandarte, como atestiguan las primeras evidencias gráficas: los sellos. Originarios de Francia e Inglaterra y fechados en la primera mitad del siglo XII, en los sellos se representaba un caballero cabalgando en dirección a la derecha, con lo que el escudo (que se acarreaba en el brazo izquierdo) quedaba oculto.
A partir de 1140, en estas figuras se irían haciendo visibles el escudo (entonces ya triangular y de tamaño más reducido y manejable) y su contenido heráldico. Al perder el umbo, o pieza metálica central, el escudo ofrecería una superficie lisa ideal sobre la que representar el emblema del individuo. Para cuando la heráldica hubo llegado a territorio hispánico, ya se hacía visible en los sellos el exterior del escudo.
No deja de ser curioso que, siendo el escudo el soporte supuestamente ideal para el símbolo heráldico, su superficie exterior quedara durante un tiempo tan oculta en el sello como el rostro del caballero en el campo de batalla. Porque, desde luego, esto no encaja con la teoría clásica sobre la aparición de la heráldica.
¿Individual o familiar?
Hay al menos dos explicaciones para este desajuste entre teoría y realidad (y ambas están relacionadas). La primera es que no servía para reconocer individualmente a los caballeros, sino que era un modelo ideal que indicaba la función social de un individuo, cuya identidad no sale a la luz hasta que no se lee la leyenda que bordea el sello.
Esto refleja la mentalidad propia de los europeos del siglo XII, para quienes la identidad personal dependía de la del grupo, ya fuera la familia, el grupo social o toda la comunidad cristiana. Lo importante era que, viendo un caballero, se entendiera qué posición tenía y qué función social cumplía.
La segunda explicación está vinculada a la realidad militar. Basta con reflexionar acerca de la utilidad práctica del escudo, que tanto podía usarse para desviar golpes como para propinarlos, y, sobre todo, de qué perspectiva había que tener para poder ver los símbolos que se exhibían en él. Si esta no era frontal, difícilmente valía. Y fuera del torneo se hace difícil de creer que la mayoría de combatientes anduvieran preocupados por distinguir uno u otro símbolo, porque sus prioridades habrían sido otras. Pero, fuera como fuese, lo esencial habría sido no tanto poder ver quién estaba presente, sino de qué lado estaba, para reconocerlo o descartarlo como amenaza.
En definitiva, parece evidente que surgieron en un contexto bélico, pero también queda claro que no estaban pensados para facilitar el reconocimiento individual, sino para situar a un combatiente en uno u otro bando, ya fuera liderando una unidad o estando bajo el mando de un señor más poderoso. La heráldica no debía reflejar la identidad individual, sino la grupal.
Símbolo grupal y multiusos
Por identidad grupal hay que entender un conjunto de rasgos comunes a los miembros de un grupo concreto, como el apellido que comparten los que pertenecen a una misma familia.
En los tiempos en los que nació la heráldica, las familias más poderosas estaban construyendo su identidad. Era una manera de consolidar su posición dominante. Así que crearon un patrimonio identitario a partir de unos pocos nombres propios, de un apellido… y de un símbolo heráldico.
A veces había coincidencia o concordancia con el apellido, como sucedía con las armas de la familia aragonesa de los Luna, cuyo elemento principal era precisamente una luna en cuarto creciente. En casos como este, los heraldistas suelen hablar de armas “parlantes”.
A mediados del siglo XII, las familias de la realeza y de la alta nobleza europeas estaban empezando ya a adoptar muchos de los símbolos heráldicos que iban a caracterizarlas. Estos fueron haciéndose un sitio en los sellos, que solo los poderosos podían usar. Además, al ser considerados, por lo general, familiares, y no individuales, incluso obispos y abades iban a adoptar aquellos símbolos.
Hacia 1250, la heráldica se había extendido ya a otros sectores sociales y a diferentes entidades. Concejos, gentes de negocios y corporaciones de oficios llegarían a tener sus propios emblemas. En manos de familias y de instituciones eclesiásticas y urbanas, los signos heráldicos cumplieron más de una función. Por ejemplo, recordar la unión política de dos linajes. A partir del siglo XIV, esto solía representarse en los emblemas femeninos dividiendo el escudo en dos partes; la heráldica de la familia del marido quedaba entonces en el lado izquierdo, y la de los padres, en el derecho.
También podía emplearse la heráldica como arma política para reclamar los derechos de sucesióno de herencia. Consistía en acuartelarse el escudo, es decir, dividirlo en cuarteles, cuatro partes iguales. Eso mismo hizo Eduardo III de Inglaterra cuando en la sucesión del trono francés la Corona pasó a Felipe de Valois, lo que terminaría desencadenando la guerra de los Cien Años (1337-1453).
El monarca inglés decidió estampar en su emblema heráldico los tres leopardos que representaban a la monarquía inglesa y, además, las flores de lis de la francesa. De este modo, Eduardo III hizo visible la reivindicación de sus derechos familiares al trono de Francia. El acuartelado con las armas de Inglaterra y de Francia iba a mantenerse después de la muerte de Eduardo III. Su bisnieto Enrique V lo exhibiría en la campaña de Agincourt. Solo dejaría de usarse tras la renuncia británica al trono de Francia en 1801. Un ejemplo que demuestra que la heráldica es mucho más de lo que parece y de lo que se ha querido creer.
Origen: Para qué sirve la heráldica