El féretro de Ramses II llega a la Villete de París | XLSemanal
Fue el más grande de los faraones. Reinó 67 años, amplió las fronteras, reformó el ejército, construyó templos monumentales, tuvo cien hijos… Incluso casi 3300 años después de muerto continúa atrayendo los focos. Magníficas exposiciones muestran las proezas del rey de reyes del antiguo Egipto.
Todo en Ramsés II, el todopoderoso faraón de Egipto de la XIX dinastía, es a lo grande. Fue el que más tiempo reinó: 67 años. Murió a los 92 años. Sometió a los hititas, venció en Siria, Canaán, Nubia y Libia. Tuvo más de cien hijos. ‘Sembró’ Menfis, Tebas, Karnak,Hermópolis y Abu Simbel con templos que reforzaron su endiosamiento. Y casi 3300 años después de su muerte, sigue protagonizando grandiosidades, como la exposición Ramsés y el oro de los faraones de la Grande Halle de la Villette de París.
Genio de la propaganda
Ramsés II destacó incluso antes de convertirse en faraón. Su padre, Seti I, lo puso al frente de un ejército y el joven príncipe demostró su bravía y habilidades de mando. Luego, cuando Ramsés accedió al trono, con 25 años, él mismo se encargó de su autoglorificación. Sus hazañas (a menudo exageradas) decoran templos en Menfis, Tebas, Karnak, Hermópolis o Abu Simbel. Los faraones que lo sucedieron quisieron emularlo. Esta imagen corresponde a una máscara funeraria de oro de Wendjebauendjed, alto dignatario del reinado del faraón Psusennes I, de la Dinastía XXI.
Fertilidad imperial: más de cien hijos
A los 15 años Ramsés II ya tenía cuatro hijos. Un rey tan longevo tuvo varias esposas reales, concubinas y más de cien hijos. Su gran amor fue, sin duda, Nefertari, una reina con un papel sobresaliente, inusual. Nefertari se carteó con el emperador hitita Hattusili III y con su esposa, la emperatriz Puduhepa, contribuyó así en el tratado de Qadesh, el acuerdo de paz con los hititas. Ramsés II, que la quiso y admiró, hizo algo insólito: en el templo menor de Abu Simbel, la diosa Hathor está personificada en la figura de Nefertari. Es una muestra de la influencia que alcanzaron algunas mujeres en el antiguo Egipto. En la foto, collar con cabezas de halcón y contrapesos de la princesa Neferuptah, hija de Amenemhat III (c. 1860 a. C. a 1814 a. C.) de la XII Dinastía.
Guerrero y conquistador
Fue un hábil estratega. Lo demostró en el año 1300 a. C. cuando los hititas rodearon el campamento egipcio en Qadesh. Ramsés reaccionó con un ataque sorpresa y evitó la derrota. La batalla de Qadesh terminó en tablas, según muchos historiadores, pero Ramsés –hábil también en autoensalzarse– la rentabilizó como una gran victoria y aprovechó la batalla para colocar a sus hijos al frente del ejército. A partir de entonces los cargos de mando estuvieron en manos de la familia real. Otro cambio importante –y eficaz– fue la creación de un cuerpo de mercenarios extranjeros con fieros guerreros libios, asiáticos y nubios. Sus habilidades militares funcionaron y Ramsés II, El Grande, amplió las fronteras del imperio egipcio desde Siria en el este hasta Nubia (actual Sudán) en el sur. Tras él vinieron otros muchos faraones con su nombre, pero no lograron emular sus hazañas. En la fotografía, un ostracón —pieza de cerámica con una inscripción— representa a Ramsés IV en su carro agarrando por el pelo a sus enemigos.
Honores de Jefe de Estado en el siglo XX
Si Ramsés II (1305-1213 a.C) fue el faraón más notable, su tumba debía ser deslumbrante. Encontrarla era el sueño de los arqueólogos. La buscaron muchos, entre ellos los legendarios Champollion y Harry Burton. Se sabía que al más grande lo habían enterrado en el Valle de los Reyes y que su cuerpo había sido escondido años después para eludir la profanación de los ladrones de tumbas. En 1881 se produjo el anhelado ¡eureka! y se encontró su ataúd. No estaba en la tumba original sino escondido en Deir el-Bahari, junto a los féretros de otros faraones. Su ataúd es de cedro del Líbano, una madera a la que se atribuía el poder mágico de transformar el cuerpo del rey en Osiris, el rey de los muertos. Llevaron sus restos a El Cairo donde analizaron y estudiaron su momia. Descubrieron que no fue un hombre bajo, de 1,70 centímetros de estatura, de nariz aguileña y que debió padecer muchos dolores en su vejez (su longevidad es sorprendente porque vivió 92 años en unos tiempos en los que la esperanza de vida apenas llegaba a los 35). Sus restos, la joya de la corona del museo de El Cairo, entraron en serio peligro debido a una invasión de hongos, así que en 1976 el faraón muerto fue llevado a París para ser tratado. Francia lo recibió con honores de jefe de Estado. Grande incluso después de muerto. En la foto, una de las piezas estrella de la exposición Ramsés y el oro de los faraones, el ataúd de Sennedjem, un artesano que trabajó en la necrópolis del Valle de los Reyes durante la Dinastía XIX, al servicio de los farones Seti I y su hijo, Ramsés II.
Origen: El féretro de Ramses II llega a la Villete de París | XLSemanal