23 noviembre, 2024

El guardia civil tiroteado en la Gran Vía tras gritar «¡España!»: el (otro) crimen que hizo estallar la Guerra Civil

Guardias civiles, en el intercambio de disparos durante el entierro de Anastasio de los Reyes en MadridIsrael Viana ISRAEL VIANA Madrid
Guardias civiles, en el intercambio de disparos durante el entierro de Anastasio de los Reyes en Madrid Israel Viana ISRAEL VIANA Madrid

Suelen citarse las muertes del teniente Castillo y Calvo Sotelo como detonantes del conflicto español en 1936, pero poco antes un agente de la Benemérita fue tiroteado en el centro de Madrid durante un desfile

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El 14 de abril de 1936 debería haber sido un día de celebración, el del quinto aniversario de la proclamación de la Segunda República. «Los edificios públicos izaron la bandera tricolor. Los tranvías se asociaron al júbilo y aparecieron con banderolas […]. Todos saludaban con el puño cerrado y daban muestras de gran alegría republicana. Se llenó el paseo de la Castellana y se levantaron tribunas para el elemento oficial. Llegó el nuevo presidente de la República, don Diego Martínez Barrio [elegido solo una semana antes y cesado un mes después], con su escolta de gala, y después el Gobierno y las demás autoridades. Las precauciones de siempre», contaba ‘El Siglo Futuro’ en su edición de la tarde.

Sin embargo, tal y como informaba el mismo diario, todo se torció antes del mediodía, al paso de la comitiva por la Gran Vía de Madrid: «Desfilaron las tropas y, finalmente, la Guardia civil. Antes estalló un petardo que produjo alarma […]. Sólo diremos, como novedad de este desfile, que a los lados de la tropa y de la Guardia civil, como abriéndoles calle o encuadrándoles, iban las Juventudes socialistas y comunistas, así como sus «pioneros» –como llaman a sus niños– y demás elementos estratégicos del ejército social, cantando todos la Internacional, levantando los puños y gritando la consigna «U. H. P.» (Uníos Hermanos Proletarios)».

Como si de una advertencia fortuita se tratara, antes de la tragedia se produjo un pequeño incidente que sembró el pánico entre los asistentes al desfile, tan acostumbrados como estaban en aquellos días a la violencia callejera en toda España. «En el Paseo de la Castellana, un individuo situado a espaldas de la tribuna presidencial levantada frente a la calle del Marqués de Riscal, arrojó un petardo. La alarma fue grande, mayor al difundirse la noticia por Madrid, pues en los primeros momentos se aseguró que se trataba de una bomba. Unos guardias detuvieron al autor, que una vez en la Dirección de Seguridad se apreció que se encontraba en estado de embriaguez», informaba ‘El Siglo Futuro’.

Dos meses después, el 16 de junio, el líder del partido católico y conservador español de la CEDA, José María Gil-Robles, describió en el Congreso de los Diputados la crisis que vivía España en esos momentos. «Desengañaos. Un país puede vivir en monarquía o en república, en sistema parlamentario o en sistema presidencialista, en un sistema soviético o en el fascismo, pero como únicamente no vive es en anarquía. Y España, hoy, por desgracia, vive en anarquía […]. Tenemos que decir hoy que estamos presenciando los funerales de la democracia», comentó en su discurso.

Toda la cámara prorrumpió en gritos, unos de apoyo, otros de disentimiento. La situación del país era, efectivamente, tan grave como señalaba Gil-Robles por los desórdenes provocados tanto por la izquierda como por la derecha. A los actos de violencia hay que añadir que los partidos políticos de uno y otro extremo preparaban a sus hombres para luchar desde hace semanas, instruyéndolos en formaciones militares. «Todos a la calle», era la orden de una serie de jefes políticos. Ni el presidente del Consejo de Ministros, Santiago Casares Quiroga, ni Gil-Robles, representantes ambos de grupos que habían sido muy destacados en la Segunda República, podían ya controlar los acontecimientos.

Siguiendo estas consignas, el día del desfile a las 12.30 comenzaron los abucheos por parte de algunos miembros de las Juventudes Socialistas Unificadas al paso de las unidades de la Guardia Civil por la Gran Vía. Esta organización juvenil recién creada agrupaba a las jóvenes socialistas y comunistas del país, que iban siempre uniformadas. Un desconocido alférez llamado Anastasio de los Reyes y varios compañeros suyos que asistían de paisanos a la marcha se enfrentaron a estos jóvenes gritando repetidamente «¡España, España!», según el relato realizado por el diario ‘El Socialista’.

De repente, alguien sacó un arma y comenzó a disparar, alcanzando al citado alférez, que fue herido de gravedad en el hígado. Aunque fue trasladado de urgencia a un centro sanitario en una de las propias ambulancias del cuerpo de Sanidad Militar que participaron en el desfile, Anastasio de los Reyes ingresó cadáver. El diario ‘El Sol’ aseguró que el guardia civil falleció «nada más ingresar en la Casa de la Moneda». Dos de sus compañeros y otros asistentes al desfile, entre ellos varias mujeres y un niño, también resultaron heridos. Según ‘Ahora’, el más joven de los heridos de bala, de 16 años, llamado Benedicto Montes Miranda, falleció también al día siguiente.

Crónica de los altercados del entierro de Anastasio de los Reyes ABC

Dos frentes

Las elecciones generales de febrero habían sido ya una lucha entre dos grandes alianzas: el Frente Popular y el Frente Nacional. El primero lo constituían, además de los liberales de Casares Quiroga, el PSOE, el PCE y otros grupos de las clases trabajadoras y el poderoso sindicato de la UGT. En el segundo, la CEDA de Gil-Robles, pero también los monárquicos, los agrarios, los grandes terratenientes, otros partidos de derechas y representantes del Ejército, la Iglesia y la burguesía. Sería a este segundo grupo el que era afín el guardia civil asesinado.

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Se puede decir, por lo tanto, que los dos frentes estaban ya formados antes de comenzar la Guerra Civil. Solo faltaba que alguien encendiera la mecha. En la mayoría de los libros de Historia suele decirse que fueron los asesinatos del teniente José Castillo (12 de julio) y del exministro de Hacienda José Calvo Sotelo (13 de julio) los causantes, pero tienden a olvidarse de Anastasio de los Reyes, cuya muerte causó graves disturbios en toda la capital que fueron cubiertos, también, en la prensa.

‘El Sol’ lo contaba así: «Después de los sucesos, varios jóvenes pertenecientes al Frente Popular, formando manifestación, recorrieron varias calles vitoreando a la República. También se formó en la calle de Serrano una manifestación integrada por elementos fascistas. Esto dio motivo a alborotos, carreras y sustos, especialmente en la calle de Villanueva, donde un grupo de manifestantes trató de cercar a una pareja de guardias. La llegada de otras fuerzas impidió el propósito. Se practicaron unas treinta detenciones».

El lugar donde iba la esquela de Anastasio de los Reyes que fue censurada por la República ABC

La censura de ABC

La noticia del asesinato de De los Reyes en pleno centro de Madrid puso en alerta a las autoridades republicanas por las posibles consecuencias que podría acarrear en aquel ambiente. En especial, les preocupaban las previsibles protestas durante su entierro y decidieron evitar la asistencia masiva al mismo, por lo que optaron por silenciar en lo posible a la prensa y censuraron la esquela que se publicó al día siguiente en ABC. Se negaron a entregar el cadáver a su hijo mayor y decidieron trasladarlo directamente desde el Depósito Judicial de la calle de Santa Isabel hasta el cementerio de la Almudena durante la noche y sin ceremonias.

Indignado, el hijo acudió al Parque de Automóviles de la Guardia Civil, donde su padre prestaba servicio, para informar a sus compañeros y jefes. Todos ellos se trasladaron de uniforme y a toda velocidad al depósito. Tras muchas protestas, lograron que el cuerpo sin vida fuera entregado a su descendiente. El director general de la Guardia Civil, el general Sebastián Pozas, acudió rápidamente para impedirlo bajo las órdenes del Gobierno republicano, pero en el camino, a la altura del Paseo de la Castellana, los compañeros del difunto se negaron a devolverlo a pesar de los requerimientos de su superior.

El cuerpo de la víctima fue trasladado al cuartel de la Guardia Civil de Bellas Artes, en el actual Museo Nacional de Ciencias Naturales, donde instalaron la capilla ardiente. La censura de la esquela en ABC, sin embargo, tuvo el efecto contrario, pues muchos simpatizantes acudieron a dicho cuartel para averiguar la hora del entierro. A primeras horas de la mañana del 16 de abril, el lugar ya estaba repleto de ciudadanos y personalidades políticas como Gil Robles y el exministro de Hacienda José Calvo Sotelo, jefes ambos los dos principales partidos de la derecha parlamentaria.

Alrededor de las 15.00 horas, y desobedeciendo al Gobierno, varios cientos de personas formaron el cortejo fúnebre. El trayecto hacia el cementerio de la Almudena, sin embargo, fue del todo menos tranquilo y emotivo, pues el coche con el cadáver de Anastasio de los Reyes fue atacado con pistolas y ametralladoras en diversos puntos, con la consiguientes respuesta también armada de los contrarios. Se produjeron diversos heridos de gravedad, uno de los cuales falleció varios días después.

ABC, esta vez sí, contó lo ocurrido con todo detalle al día siguiente: «En el momento en que la comitiva iba a romper la marcha, un individuo que se hallaba entre la concurrencia sacó una pistola del bolsillo. La acción fue observada por varias personas, las cuales se abalanzaron sobre el desconocido con ánimo de agredirlo. Policías y guardias de seguridad lograron evitar que fuese golpeado por la muchedumbre […]. En estos primeros disturbios cundió el estado de excitación y alarma entre los concurrentes al acto y hubo sustos y carreras, a consecuencia de los cuales resultaron lesionadas algunas personas».

Entre nuevos enfrentamientos y el intento de la comitiva fúnebre de llevar el ataúd hasta las puertas del Congreso, donde se celebraba una sesión parlamentaria, el furgón con los restos llegó finalmente al cementerio de la Almudena por expreso deseo de su familia. Mientras, varias camionetas de la Guardia de Asalto, bajo las órdenes del teniente José del Castillo, disolvió las manifestaciones, para lo cual no dudó en ordenar el uso de las armas. Aunque las cifras nunca quedaron claras del todo, se estima que, durante los incidentes, murieron seis personas del cortejo y unas treinta resultaron heridas. Entre lo primero, Andrés Sáenz de Heredia, de 24 años, primo del fundador de la Falange, José Antonio Primo de Rivera.

Estas muertes en aquel ambiente de preguerra suelen ser pasadas por alto en los reportajes sobre las causas o los incidentes que nos abocaron a la Guerra Civil. Estos artículos suelen centrarse en el asesinato del teniente Castillo el 12 de julio de 1936 y el de Calvo Sotelo un día después. El primero salió de su casa en la calle Augusto Figueroa de Madrid para empezar su servicio y fue acribillado por cuatro hombres. La Falange lo había señalado tras los incidentes del entierro de Anastasio de los Reyes. El segundo fue secuestrado de su casa por varios guardias de asalto y militantes del PSOE con una orden de detención falsa. La camioneta en la que llegaron debía dirigirse a comisaría, pero tras circular unos doscientos metros, el político recibió dos disparos en la nuca. La Guerra Civil comenzó cinco días después.

Origen: El guardia civil tiroteado en la Gran Vía tras gritar «¡España!»: el (otro) crimen que hizo estallar la Guerra Civil

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