27 abril, 2024

¿Hispana o gala? El misterio de la legión romana maldita de Julio César

Batalla de Tapso, recreación ABC
Batalla de Tapso, recreación ABC

Venció a medio centenar de elefantes en Tapso y se ganó el cariño de la Ciudad Eterna, pero existen más oscuros que claros alrededor de la V ‘Alaudae’

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Aunque no eran tan colosales como se ha extendido, los elefantes que combatieron en las guerras púnicas eran auténticos carros de combate de la antigüedad. Sumaban cuatro toneladas y media y su fuerza les permitía internarse en las líneas enemigas y generar el caos. Por no valer, contra ellos no valían ni las flechas; en el siglo II, de hecho, los generales de la Ciudad Eterna afirmaban que hacían falta un centenar para derribar a uno de estos monstruos. Había pocas formas de detenerlos en mitad de una carga; quizá, atacar sus patas o valerse de trampas que les hicieran perder el equilibro. Era, en definitiva, una pesadilla encontrárselos frente a frente.

Imaginar cómo sería enfrentarse en mitad de Numidia a uno de ellos da escalofríos. Y más, armado apenas con un ‘gladius’ y un escudo. Sin embargo, eso es lo que tuvieron que hacer los soldados de la V ‘Alaudae’, la legión romana que, en el año 46 a.C., luchó contra sesenta y cuatro elefantes de guerra del rey Juba en Tapso (Túnez). Aquel día, para gloria de Cayo Julio César y desgracia de los partidarios de la causa pompeyana, poco pudieron hacer los animales para dar la victoria a Quinto Cecilio Metelo Escipión en plena guerra civil. Las crónicas afirman que los combatientes, divididos en dos alas, lograron hacerlos retroceder tras una dura lucha. Aquella gesta fue tan laureada que, a partir de entonces, el emblema de esta unidad fue el del paquidermo.

César ya conocía a los elefantes y sabía lo que eran capaces de hacer. Así lo habían demostrado dos siglos antes contra la república romana. Por ello, el futuro dictador honró a la unidad con aplausos y agradecimientos públicos. La convirtió en una de sus favoritas. Aquellos días parecía imposible que la legión cayera en desgracia… pero así fue. Apenas tres décadas después, en el 16 a.C., la V tuvo que pasar por la mayor vergüenza que podía sufrir una unidad de la época: perdió su estandarte al combatir contra las tribus germanas en el Rín. Por si no fuera bastante castigo, en el 86 d.C. esta unidad tuvo un triste y trágico desenlace cuando fue arrasada en Dacia.

El origen de la V es tan controvertido como su triste final. El historiador Stephen Dando-Collins afirma en ‘Legiones de Roma’ que, casi con total seguridad, ya en el año 185 a.C. había una unidad con este número en Hispania, «donde estuvieron acantonadas siempre las legiones de la V a la X». En este sentido, también es partidario de que probablemente formaba parte de las tropas leales a Pompeyo Magno que se rindieron a Cayo Julio César en el 49 a.C. en la Hispania Citerior. Año en que Roma se hallaba en una guerra civil que había comenzado con la marcha del propio Julio sobre la ciudad para hacerse con el poder y ser nombrado dictador.

En todo caso, y más allá de la época exacta en la que se hundan las raíces de esta unidad, lo que está claro es que fue configurada de nuevo apenas un año después, en el 48 a.C. Fue entonces cuando el mismo Julio César ordenó a Quinto Casio Longino, gobernador de la Hispania Ulterior, una de las dos grandes provincias en las que se dividía la Península, que reclutara una nueva legión y que le otorgase el número de la desaparecida V. «Al parecer, fue reclutada en el mismo territorio que la disuelta legión V de Pompeyo el Grande», desvela Dando-Collins. Por entonces, según se explica en la obra conjunta ‘History of the roman legions’, fue creada con «colonos romanos afincados en España».

Paquidermos

Según la versión más extendida, esta legión luchó junto a César en su particular cruzada contra los pompeyanos que se habían reunido en el norte de África, donde contaban con el apoyo del rey Juba de Mauritania y sus gigantescos elefantes de guerra. El 6 de abril del 46 a.C., ambos ejércitos se enfrentaron en la batalla de Tapso. Aquel día, la presencia de entre sesenta y sesenta y cuatro paquidermos (atendiendo a las fuentes) al mando de Quinto Cecilio Metelo Escipión llenó de terror el corazón de los soldados leales a Julio. Así lo recordó el historiador romano del siglo II Apiano:

«Poco después se informó que Escipión avanzaba con ocho legiones, 20.000 caballos (de los cuales la mayoría eran africanos), una gran cantidad de tropas de armamento ligero y treinta elefantes; junto con el rey Juba, que tenía además unos 30,000 soldados de infantería, se alzaron para esta guerra, y 20,000 la caballería numidiana, además de un gran número de lanceros y sesenta elefantes. El ejército de César comenzó a alarmarse y estalló un tumulto a causa del desastre que ya habían experimentado y de la reputación de las fuerzas que avanzaban contra ellos, y especialmente del número y la valentía de la caballería. La guerra con los elefantes, a la que no estaban acostumbrados, también los asustaba».

A pesar del pavor que les suscitaban estos animales, César logró imbuir el valor suficiente en sus hombres para que combatieran. Pero, de entre todos sus hombres, aquellos que mostraron más arrestos fueron los de la V legión, cuyos oficiales se presentaron voluntarios para plantar cara a los paquidermos. Así lo dejó escrito Apiano: «A continuación, los hombres de César reunieron coraje hasta tal punto que la quinta legión pidió ser trazada frente a los elefantes, y los superó valientemente». Aquello les valió, siempre según este historiador, «llevar la figura de un elefante en sus estandartes», como premio «desde ese día hasta el presente».

La versión más extendida a día de hoy entre los historiadores es la que afirma que la legión que luchó en Tapso era la futura V ‘Alaudae’, y que recibió el elefante en honor de esta victoria. En palabras de Dando-Collins, la unidad se ganó el apodo cuando sus soldados se fusionaron con los combatientes auxiliares que César había reclutado en la Galia Trasalpina. El mismo Suetonio dejó patente este hecho al incidir en sus textos en que el dictador había reclutado y entrenado al modo romano una legión «llamada ‘Alaudae’, que es como llaman los galos a la ‘cogujada común’». El propio Julio corroboró en parte esta teoría al desvelar en sus ‘Comentarios’ que, efectivamente, había organizado veintidós cohortes de auxiliares en esta región.

«En un momento dado, entre los años 45 a 30 a.C., la legión V y los auxiliares de la ‘Alaudae’ se unieron para formar la legión V ‘Alaudae’. La combinación de un número y un nombre en el título de una legión era algo inaudito hasta entonces. Solo se generalizó después de la muerte de Julio César», explica Dando-Collins. En sus palabras, el general que la creó pudo ser Ventidio, aunque a día de hoy existen todavía dudas sobre el origen de su nombre y el de sus soldados.

Por su parte existen otras voces discordantes con la teoría de que fue la V ‘Alaudae’ la que combatió contra los elefantes en Tapso. Así lo afirma Julio Rodríguez González en su dossier ‘El congreso de Lyon sobre las legiones de Roma en el Alto Imperio’. En el mismo, señala que los soldados que se enfrentaron a los pompeyanos pertenecían en realidad a la V ‘Macedónica’. «Según Apiano, la legio V que recibió el elefante como emblema existía aún en su tiempo (Apiano escribe en la primera mitad del siglo II d.C.), momento en que la única que existía era la única legión V que existía era la ‘Macedónica’, ya que la otra legión V de tiempos imperiales, la V ‘Alaudae’, había sido aniquilada por los dacios», desvela.

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Fuera o no la que combatió en Tapso, lo que está claro es que, después de crearse, la ‘Alaudae’ fue transferida diez años a Hispania y, a continuación, a la región del Bajo Rin para, en palabras de Dando-Collins, «enfrentarse a las tribus germánicas situadas al otro lado del gran río». Allí fue donde, en el año 16 a.C. padeció una de las mayores humillaciones que podía sufrir una legión romana: perder su estandarte a manos del enemigo. A día de hoy es difícil imaginarse el deshonor que aquello suponía, pero para hacerse una idea basta con saber que, según el historiador del siglo II Dion Casio, se consideraba «un pequeño altar» que la primera cohorte tenía el sagrado deber de proteger y que siempre permanecía junto al comandante. Pero eso, como se suele decir, es otra historia.

Origen: ¿Hispana o gala? El misterio de la legión romana maldita de Julio César

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