El retoño del diablo: el misterio del hijo secreto de Adolf Hitler en la Segunda Guerra Mundial – Archivo ABC
Tras el final de la Segunda Guerra Mundial, la fotografía de un niño hallada junto al testamento del líder nazi inició una absurda psicosis por encontrar a su presunto retoño
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Europa pasó las navidades de 1946 entre el sosiego y la tirantez. Por un lado, el descalabro del aguilucho nazi y el gigante nipón habían puesto punto final a la Segunda Guerra Mundial. Por otro, todavía quedaban por esclarecer una extensa lista de interrogantes alrededor del Tercer Reich. Uno de ellos se cerró el primero de enero, día en que ABC hizo pública la segunda parte del testamento del ‘Führer’. Aquello era el signo inequívoco de que se había suicidado a pesar de que Iósif Stalin pregonaba lo contrario en ‘petit comité’. Por desgracia, a la par que se cerró aquel capítulo se abrió un nuevo culebrón por una noticia ubicada en esa misma página: «¿Trátese del hijo de Hitler?».
La información hacía referencia a una instantánea que había levantado gran revuelo. «Ha sido hallada, junto con el testamento, la fotografía de un niño de unos doce años de edad, cuyo parecido con el ‘Führer’ indica, según la opinión de las autoridades norteamericanas, que podría ser hijo de este». La noticia iba firmada por un redactor de la agencia Reuters en Alemania. Parecía fiable. A continuación, explicaba que, en palabras de un oficial del tercer Ejército estadounidense, había «un parecido extraordinario entre el muchacho» y el líder nazi. «Las facciones del niño son afiladas y tiene el pelo negro; tiene la misma expresión que tenía Hitler en sus momentos pensativos», finalizaba.
Pero el misterio se cerró apenas unas horas después. El 2 de enero, ABC publicó una pequeña nota en la que aclaraba que, según los últimos datos obtenidos, «la fotografía representa al hijo de Bormann», el secretario privado del ‘Führer’. «Preguntado sobre el particular Heinrich Hoffmann, fotógrafo de Hitler, contestó que, según su opinión, el muchacho […] no es hijo del ‘Führer’, sino de Martin Bormann». El retratista, uno de los hombres de confianza de la cúpula del Tercer Reich, también desveló a los aliados que «Eva Braun, a la que él mismo había presentado a Hitler, no tuvo ningún hijo propio». Para finalizar, indicó también que al dictador le encantaban los niños, por lo que era probable que se hubiera hecho una instantánea con él.
Extraña francesa
A pesar de que jamás se ha demostrado que Hitler tuviera un hijo, en las últimas décadas han sido muchos los historiadores que han afirmado haber encontrado la descendencia perdida del ‘Führer’. También han abundado los hombres y mujeres que han asegurado haber sido engendrados por el líder nazi o, incluso, varios testimonios de altos jerarcas del Tercer Reich que confirmaban que había mantenido relaciones sexuales (y alumbrado retoños) con todo tipo de mujeres, desde atletas olímpicas, hasta una joven a la que acomodó por todo lo alto en una gran residencia de Berlín. Así lo explica el popular historiador Jesús Hernández (autor del blog ‘¡Es la guerra!’) en uno de sus múltiples libros: ‘Enigmas y misterios de la Segunda Guerra Mundial‘.
Desde que el misterio comenzó a fraguarse en los años 40, no han faltado candidatos a ser el hijo del dictador nazi. Con todo, uno de los casos más famosos fue el del galo Jean-Marie Loret, quien defendió que su padre era Hitler hasta el mismo día en que dejó este mundo allá por 1985. Su historia fue investigada ampliamente en los años setenta por el diario británico ‘The Sunday Times‘. Periódico en el que llegaron a la conclusión de que su madre había mantenido, efectivamente, una breve relación con el ‘Führer’ cuando este no era más que un combatiente alistado en el ejército alemán durante la Gran Guerra.
El mismo ABC le dedicó unas líneas en 1977 a esta historia en la sección ‘Las caras de la noticia’. En dichas páginas, al lado de Jorge Guillén y Margarita II, incluyó a Jean Loret. «Este es el francés Jean Loret, de cincuenta y nueve años, quien, según el historiador y biógrafo de Hitler, profesor Werner Maser, es hijo del dictador nazi». El periódico añadía además que «Maser conoció a la madre de Loret, hija de un artesano, en abril de 1916 en un pueblecito del norte francés». Terminaba con una breve explicación de aquella rocambolesca teoría: «Loret, huésped de Maser, fundamenta su silencio en que ningún francés quiere a Hitler en su familia».
Empieza la locura
Tal y como publicó después el propio Loret en su libro ‘Ton père s’appelait… Adolf Hitler‘, todo comenzó cuando Hitler, un mero soldado, se encontraba junto a su regimiento en las cercanías de Fournes-en-Weppe, al oeste de Lille. Amante de la pintura, el futuro líder nazi solía caminar por entonces con su libreta en la mano dibujando todo aquello que veía. Y eso causaba un gran interés entre las chicas adolescentes. Así fue como, durante un permiso en la ciudad, una joven llamada Charlotte Lobjoie se le acercó para preguntarle qué diantres garabateaba siempre en aquel cuaderno.
Así fue como surgió el interés entre ambos a pesar de que ella (de 19 años) apenas hablaba alemán y Hitler (de 28) no sabía decir más que unas pocas palabras en francés. El amor, que a veces rompe las barreras del idioma y puede ver más allá de la maldad. Loret afirmó antes de morir que, en la actualidad, queda todavía una prueba de aquella relación: un cuadro pintado en 1916 por el mismísimo líder nazi para el que su madre posó vestida con una camisa de color claro que dejaba ver parte de sus pechos y un pañuelo rojo atado a la cabeza.
«Cuando tu padre estaba cerca, lo que era muy raro, le gustaba llevarme a pasear por el campo», explicó, antes de morir, su madre a Loret, según afirmó el presunto hijo de Hitler en declaraciones recogidas por el diario ‘Daily Mail‘. Al parecer, la tranquilidad no le duraba demasiado al líder nazi y era habitual que enrojeciera de ira y empezara a declamar discursos en mitad de la naturaleza sin más público que los árboles. En palabras de su joven amor, el futuro dictador odiaba que Lobjoie no mostrara ningún interés por la política. «Mi reacción solía enfadar mucho a tu padre».
La pareja habría concebido al pequeño en junio de 1917, durante una noche de borrachera. «Era un buen amante, aunque algo celoso», recordaba Lobjoie a su hijo. Por desgracia, aquel embarazo no fue apreciado por la mujer quien, una vez que dio a luz, abandonó al pequeño con sus padres y huyó a toda prisa a París. Unos años más tarde, cuando el nombre de Hitler comenzó a aparecer en la prensa europea, la muchacha contó a sus amistades que su antiguo novio alemán era artista y que era «cariñoso y muy dulce».
Meses después se reunió de nuevo con el pequeño después de que su amado Hitler superó la Línea Maginot, aplastó a las fuerzas galas en la frontera y llegó hasta el mismísimo corazón de Francia. Una de las mayores humillaciones militares del país. En una ironía del destino, Jean-Marie se unió a la Resistencia y empezó a combatir contra el nazismo, algo que corroboró en su diario el soldado británico Leonard Wilkes tras desembarcar en Normandía: «Visité la casa en la que vivió Hitler en la última guerra, vi a la mujer que tuvo un bebé con él y nos dijo que el niño, un varón, ahora estaba combatiendo en el ejército francés contra los alemanes».
La historia, no obstante, solo se sustenta en las declaraciones de la mujer y del propio Loret, quien vivió convencido durante años de que por sus venas corría la sangre del dictador. En 1975, este culebrón salió a la luz gracias al historiador Werner Masser, quien corroboró en un estudio que el presunto descendiente tenía la misma altura, peso y grupo sanguíneo que el líder nazi. El fallecido transmitió esa inquietud a sus hijos, pues uno de ellos solicitó en 2017 una prueba que comparara su ADN con los restos de Hitler para salir, de una vez por todas, de dudas. En abril de 2018 se iniciaron los trámites para llevarlas a cabo pero, a día de hoy, se desconocen los resultados.
A vueltas
Hernández, por su parte, es escéptico ante toda esta historia. «Ese improbable romance de Hitler con una campesina francesa no encaja en absoluto con el testimonio de los que fueron compañeros de trinchera del entonces cabo. Los soldados que compartieron con él las penalidades de la vida en el frente coinciden en que no estaba interesado por las mujeres. Incluso, cuando algunos de ellos hacían una excursión a alguna localidad cercana en busca de un prostíbulo, el futuro dictador les reprendía su actitud y la calificaba de poco patriótica», recuerda en el citado libro.
«Según uno de sus camaradas más íntimos, Balthasar Brandmayer, un cantero bávaro, Hitler afirmó en una ocasión: «Me moriría de vergüenza si buscase relaciones con una francesa». Ante las carcajadas de sus compañeros, Hitler les espetó: «¿Es que no os queda ningún sentido alemán del honor?». El mismo Brandmayer recordaba años después que preguntó a Hitler si alguna vez había querido a una chica. La respuesta de él fue: «Nunca he tenido tiempo para una cosa así y nunca me dedicaré a buscarla». A Hitler le interesaba mucho más enseñar trucos a su perro Foxl, leer novelas del lejano oeste en un rincón apartado de la trinchera y comer compulsivamente», desvela el autor.