25 abril, 2024

Guerrilla urbana (1939-1957) ; La lucha del movimiento libertario contra el franquismo en España

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Reseña de Facerías : Guerrilla urbana (1939-1957) ; La lucha del movimiento libertario contra el franquismo en España y en el exilio por Antonio Téllez Solà (2011)

Facerías «fue un firme defensor de un movimiento obrero esencialmente anarquista como la CNT de España; una organización que pudiera ofrecer orientación al proletariado en lugar de contentarse con ser una pequeña minoría en oposición o crítica a la actividad reformista y autoritaria. Quería un anarquismo que fuera a la vez la cabeza y el brazo del proletariado y no una especie de laboratorio de doctrina o el monopolio de los filósofos. … Para él, la solidaridad moral, aunque sin duda necesaria, debía ir acompañada de la acción material; y si la ayuda no llegaba por medios lícitos, debían recurrir a los medios ilícitos, a la expropiación». (p303, p305).

Este es un libro importante, pero no es fácil de leer. Es trágico en muchos niveles diferentes. No es una historia completa de la resistencia anarquista al franquismo, pero es mucho más que una biografía de Facerías sola. Se expone el contexto de la derrota y el exilio, así como los destinos de otros militantes anarquistas de Barcelona. La muerte está en todas partes.

«Octubre de 1949 resultó ser un mes trágico para los grupos de acción urbana en Cataluña. En pocos días, muchos de los compañeros, y algunos de los más aguerridos, perdieron la vida. La lista incluía a Luciano Alpuente (Enrique Madurga Herrero), José Sabaté Llopart (hermano mayor de El Quico), Julio Rodríguez Fernández (El Cubano), Juan Serrano (alias Antonio García García), Arquímedes Serrano Ovejas, Víctor Espallargas, José Luis Barrao y Francisco Martínez Márquez. Otros muchos fueron capturados y posteriormente ejecutados, como José Pérez Pedrero (Tragapanes), Pedro Adrover Font (El Yayo), José Pons Argilés, Santiago Amir Gruañas y Ginés Urrea Piña». (p221)

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Es, además, un libro con mucha rabia. Téllez es un cronista imparcial. Él mismo había participado en la resistencia. No se trata de simples nombres, sino de compañeros muertos a los que conmemora.

No es sólo la represión asesina franquista lo que enfurece a Téllez. Los fallos del movimiento libertario español en el exilio quedan al descubierto. Nunca se abordó la diferencia entre las necesidades de la acción clandestina en España y la existencia legalizada en Francia: «la incompatibilidad entre arremeter y atacar al Estado y sus instituciones y la celebración de reuniones reglamentarias con el Ministerio del Interior» (p73); «una estructura organizativa que no dio más que catástrofe tras catástrofe». (p176). Las derrotas y los asesinatos no condujeron a ninguna mejora: «Las derrotas en España no dejaban de ser, en ese momento, un material de propaganda, una buena excusa para dar rienda suelta a un lirismo que, la mayoría de las veces, estaba fuera de lugar y era de mal gusto». (p158). La ayuda práctica no fue lo que podría haber sido. En 1951, Facerías se puso en contacto con los camaradas que recaudaron una gran suscripción para apoyar la prensa clandestina de la CNT. «Sin embargo, todo se torció debido a la intromisión del Secretariado Intercontinental que tuvo la inspirada idea de insistir en que la suma recaudada se le entregara sin más. Los compañeros de París, que se habían comprometido públicamente -sin entrar en detalles- a entregar todo el dinero al proyecto «Apoyo a la prensa clandestina de la CNT», se negaron a dar marcha atrás a pesar de las presiones ejercidas por la organización a instancias del comité superior. Pero ante la imposibilidad de poner en práctica el plan o de entrar en los detalles del mismo (ya que eso haría imposible su aplicación), gastaron la mayor parte de los fondos en material de impresión que luego fue entregado al Secretariado Intercontinental que, huelga decir, no tenía ni idea de qué hacer con el material entregado, ya que su única preocupación había sido recibir el dinero en efectivo. Una vez más, el virus del centralismo destruyó estúpidamente una de las mejores ideas jamás generadas en la comunidad de exiliados». (p263).

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La continua indiferencia de los burócratas exiliados acaba pareciendo algo más que un descuido. El problema final, en palabras de Facerías, es que «se amontona víctima sobre víctima, por culpa de personas que no valen para nada y otras que priorizan su afán de protagonismo o las conveniencias de la nómina [en referencia a los cargos remunerados en la Organización] sobre los intereses de la organización. Ni siquiera se ha intentado neutralizar el impacto del aparato policial desplegado por el franquismo en nuestra sede, aparte de que el vicio nos aprieta cada día más gracias al apoyo de sus organismos homólogos en los países de acogida». (p289, Informe del 9 de diciembre de 1951).

Por último, Facerías no sólo está aislado de la organización, sino también de aliados naturales como Francisco Sabaté. «Intentó ponerse en contacto con Sabaté y fracasó porque éste se negó sistemáticamente a hablar con él. Las repercusiones de su desencuentro en Barcelona en 1956 todavía se dejan sentir. Sin embargo, si estos dos hombres hubieran hablado y se hubieran puesto de acuerdo, tal vez se hubieran evitado los trágicos destinos de ambos. Pero entonces, si los «si» fueran «y», este podría haber sido un libro muy diferente». (p340).

Facerías fue emboscado y abatido por la policía en Barcelona en agosto de 1957. Mientras la prensa franquista lo celebraba, la revista libertaria Atalaya protestaba por el silencio de los exiliados, y en efecto proporcionaba su epitafio:

«Asesinado en circunstancias en las que todo indica que había sido denunciado desde Francia, [Facerías] ha sido difamado de la manera más burda por la policía y la prensa franquistas. Y había una obligación moral de exculpar a un hombre, y qué hombre era, de cuyo currículum nuestros periódicos han destacado, por ejemplo, sus ataques a las oficinas consulares en Barcelona de los países patrocinadores de la candidatura de Franco a la ONU, el ataque a los mandamases del régimen en un desfile de la victoria y varios ataques a locales de la policía local y falangistas, de tales difamaciones.

«Que conste que nos exceptuamos, aunque sólo sea para que el futuro historiador pueda disponer -si quiere reconstruir la verdad- de una referencia que, sumada a su detención en 1946 por actividad subversiva y por ostentar cargos organizativos, confirme que José Lluís Facerías no fue el vulgar bandolero retratado por los trileros franquistas, sino, como Buenaventura Durruti, un auténtico luchador anarcosindicalista.» (p353-4).

Los compañeros que quieran conocer la resistencia anarquista al franquismo, deberían leer y releer este libro.

Facerías : Urban Guerrilla Warfare (1939-1957) ; The Libertarian Movement’s Struggle Against Francoism in Spain and in Exile de Antonio Téllez Solà, traducido por Paul Sharkey.

[Traducido por Jorge JOYA]

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Origen: Guerrilla urbana (1939-1957) ; La lucha del movimiento libertario contra el franquismo en España

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