La bula concedida por un Papa español a los Reyes Católicos que indigna a los indígenas de Canadá
Los documentos tienen poca o ninguna relación con el papel de la Iglesia católica en los internados canadienses, pero los grupos indigenistas consideran dieron lugar a la ‘Doctrina del Descubrimiento’
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El Papa Francisco ha pedido esta semana en Canadá perdón por la actuación de la Iglesia católica en los internados para las comunidades indígenas de Canadá y, en general, por la «mentalidad colonialista» de muchos cristianos. Una petición, la de las disculpas, que no es la única que los grupos indígenas de América han trasladado al Vaticano en las últimas fechas. Los nativos americanos solicitaron los documentos sobre la tragedia en los internados canadienses que se custodian en el archivo del Vaticano, la restitución de los objetos indígenas de pueblos canadienses que se exponen en el antiguo Museo Antropológico del Vaticano y, como colofón, la revocación de dos bulas relacionadas con la era de los descubrimientos.
Estos documentos vaticanos tienen poca o ninguna relación con el papel de la Iglesia católica en los internados canadienses, pero los grupos indigenistas consideran que las bulas ‘Romanus Pontifex’, de 1455, y ‘Inter Caetera’, de 1493, dieron base legal a lo que ellos denominan como la ‘Doctrina del Descubrimiento’, un contexto legal que dio licencia a los exploradores cristianos para reclamar tierras baldías (terra nullius ) en nombre de sus soberanos.
«La tierra baldía era la que no estaba poblada por cristianos. Si las tierras no estaban ocupadas por cristianos, estaban baldías, por lo que podían definirse como ‘descubiertas’ y reclamar su soberanía, dominio, título y jurisdicción. Sin embargo, América del Norte estaba lejos de estar vacante cuando comenzaron a llegar los exploradores europeos», explica la asociación Indígena Corporate Training Inc. (ICT) en un artículo de su web bajo el nombre de ‘Título Indígena y La Doctrina del Descubrimiento’.
A por el mundo desconocido
A mediados del siglo XV, la caída de Constantinopla a manos turcas cerró la entrada de mercancías asiáticas en Europa y obligó a las naciones marineras a buscar rutas alternativas para llegar a la India, corazón de las especies, y al territorio del Gran Khan. La Portugal de Enrique el Navegante lo intentó con éxito bordeando África ese mismo siglo. Las riquezas africanas garantizaron a la Corona lusa un caudal incomparable entre sus pares europeos. Con todo, las carabelas lusas no se conformaron con ir más allá del Sáhara, ni siquiera de Guinea, de modo que en 1498 Vasco de Gama llegó hasta los muelles de Calicut, la «ciudad de las especias».
La bula ‘Romanus Pontifex‘ de 1455, otorgada por el Papa Nicolás V al Rey Alfonso V de Portugal, dio sustento legal y religioso (era lo mismo por entonces) a las exploraciones portuguesas en Guinea, donde encontraron un gran filón de oro y de esclavos capturados por la fuerza. Según las leyes eclesiásticas, era legítimo esclavizar al enemigo infiel (musulmán) o que practicara el canibalismo, la sodomía o religiones paganas. La bula reconocía, concretamente, al monarca luso y a sus descendientes la propiedad exclusiva de todas las islas, tierras, puertos y mares conquistados en las regiones que se extienden «desde los cabos de Bojador y de Nam a través de toda Guinea y más allá hasta la orilla meridional».
Portugal se adelantó al resto de naciones europeas viajando por el este, pero la España de los Reyes Católicos quiso ir más allá con una ruta hacia Asia que, según un misterioso navegante llamado Colón, iba a resultar más directa tomando dirección oeste. Colón creyó en 1492 haber llegado a unas islas del Pacífico, pero en realidad había alcanzado las islas de un continente desconocido para Europa: América. Los Reyes españoles tardaron en comprender la envergadura del descubrimiento, pero, intuyendo que Portugal no iba a estar muy a favor de sus exploraciones atlántica, pidieron casi inmediatamente al Papa Alejandro VI que diera cobertura legal a los siguientes viajes de Colón.
Colón creyó en 1492 haber llegado a unas islas del Pacífico, pero en realidad había alcanzado las islas de un continente desconocido para Europa
El Papa de origen valenciano despachó cinco bulas premeditadamente ambiguas para confirmar el derecho de los reyes a evangelizar y tomar posesión de las nuevas tierras. Quien osara viajar a las Indias sin autorización castellana se arriesgaba a la excomunión y a cosas peores, si les pillaban infraganti. En concreto, el breve (documento pontificio de menor entidad que una bula) ‘Inter Caetera’, publicado en 1493, otorgó a «los reyes de Castilla y León» el dominio sobre «cada una de las tierras e islas ya citadas, así las desconocidas como las hasta ahora descubiertas por vuestros enviados y las que se descubran en adelante, que bajo el dominio de otros señores cristianos no estén constituidas en el tiempo presente». El texto no mencionaba la línea de demarcación ni ninguna otra forma de limitar los nuevos dominios, de modo que, solo meses después, el Pontífice publicó la Inter Caetera II para matizar aspectos que habían dejado insatisfechos a los reyes.
Portugal no tardó en mostrar su descontento ante los regalos del pontífice. Invocando el tratado de Alcáçovas firmado años antes con España, los portugueses reclamaban como propios los territorios descubiertos y amenazaron con ocuparlos militarmente. Las tensiones entre los Reyes Católicos y Juan II se diluyeron con la firma entre ambos países del Tratado de Tordesillas en junio de 1495. En la localidad vallisoletana se reunieron los mayores sabios en náutica y cartografía del momento para encontrar una posición intermedia que diera rienda suelta a las aventuras atlánticas de ambos países.
El documento final estableció una línea de demarcación de 370 leguas al oeste de las islas de Cabo Verde, de manera que todo lo que estaba al oeste de esa línea sería de Castilla y todo lo del este, de Portugal. Fue así como Brasil, que probablemente fue descubierto primero por los españoles, acabó por casualidad en el lado portugués. Los barcos de ambos países podían cruzar las aguas del otro, siempre y cuando no ocuparan tierras situadas en esas coordenadas. El tratado no significó «la división del mundo como una naranja», en contra de lo que diría Alonso Zuazo a Carlos V en 1518, pero desde fuera lo parecía.
Origen: La bula concedida por un Papa español a los Reyes Católicos que indigna a los indígenas de Canadá