La maestra REPUBLICANA UBALDINA GARCÍA DÍAZ, fue ASESINADA por falangistas en Quintana del Puente (Palencia) en 1936, por proteger a un compañero Socialista
Cirila Ubaldina García Díaz nació en Calzada de Bejar en 1893. Ingresó en 1906 en la escuela de magisterio de Palencia, y tras obtener el título ejerció en varias escuela de la provincia, entre ellas Baños del Cerrato. Finalmente, en 1931 se trasladó al Colegio Modesto Lafuente de Palencia, del que era directora. Allí trabajaban la también maestra Sofía Polo y su marido Arturo Sanmartín, inspector de enseñanza primaria, ambos socialistas. En 1934 recibió el premio al Mérito Docente de la Dirección General del Ministerio de Instrucción Pública. Estaba casada con Esteban Delgado Cidón, con quien tuvo 4 hijos.
Ubaldina estaba afiliada a la FETE (UGT) de Palencia y era una entusiasta propagadora de las ideas socialistas. Cuando el 18 de julio de 1936 estalló la sublevación contra la República, Arturo Sanmartín se escondió en los sótanos del colegio. Ubaldina no permitió registros en el colegio ni identificó su paradero. Por la noche los falangistas disparaban sobre el grupo escolar. Su hija Carmen, con 18 años, era la única que se atrevía a bajarle comida al sótano. Los asesinos falangistas secuestraron a Sofía Polo, la violaron y su cadáver apareció desnudo y ultrajado el 14 de agosto de 1936. La bestialidad del asesinato conmocionó a la capital, pero no doblegó el ánimo de Ubaldina, que mantuvo a su compañero en el recinto del Colegio.
Bajo el lema “la restauración del crucifijo” el 1 de septiembre de 1936 se inició el curso escolar en el grupo escolar Jorge Manrique de Palencia, ciudad que ya estaba encuadrada en el nuevo Estado nazional Católico franquista. Ubaldina García, como directora de la escuela Modesto Lafuente, acudió al acto acompañada de su hija, Mª Luisa. El obispo Manuel González dió rienda suelta a su rencor, delante de todos la acusó de haber retirado los crucifijos y de obligar a entrar a los niños en la clase con “el blasfemo grito No hay Dios”. Las afirmaciones del obispo eran falsas y mendaces, pero consiguieron que la muchedumbre increpara e insultara a Ubaldina y a su hija.
En la misma calle los falangistas la separaron violentamente de su hija y la llevaron al Gobierno Civil de Palencia. De las gestiones para su “liberación” se encargaron el Delegado de Estadística de Palencia, Ciriaco Jurro, su marido Esteban, y su hija mayor Carmen. Pese a que Ciriaco era presidente de la Adoración Nocturna, tuvo lugar una violentísima reunión, en la que destacó por su ira el obispo Manuel González, que afirmó que no haría nada por salvar a ninguna mujer roja. Las hijas de Ubaldina siempre recordaron a este obispo como un hombre lleno de odio. En homilías posteriores y en otros escritos, el obispo dejó muy clara su afinidad política con el Estado nazional católico, su falta de misericordia y su rencor hacia las Republicanas.
Ubaldina García Díaz fue paseada por las calles de la capital palentina en una furgoneta de falange, como si se tratase de un trofeo de caza hasta la prisión de Palencia. El 6 de septiembre de 1936, un camión sacó de la cárcel con orden de internamiento en la prisión de Burgos a un grupo de personas entre las que se encontraban Ubaldina García e Isabel Esteban, maestra de Brañosera. El camión que les trasladaba se detuvo en las inmediaciones de Quintana del Puente y allí, junto a las tapias del cementerio, los fusilaron a todos. Desde entonces, Ubaldina y todos ellos reposan en una fosa común que sigue sin ser localizada. El marido de Ubaldina era de la Hermandad de Adoración Nocturna, ella era católica, apostólica y romana, pero se la acusó de proteger a un maestro, Arturo San Martín, y por eso la asesinaron. El 13 de septiembre los falangistas mataron a Arturo Sanmartín tras el correspondiente paseo.
El obispo Manuel González estaba comprometido en la conspiración contra La República, lo que se plasmó en sus cartas pastorales tras el intento del golpe de Estado del 18 de Julio. Si no llegó más lejos, es porque la muerte lo abatió de manera fulminante en 1940. Sin embargo, en los primeros meses de la sublevación militar, sus acciones y declaraciones públicas hicieron que maestras y maestros palentinos fueran objeto de las acciones criminales de falange. Posteriormente fue declarado “beato” por el vaticano.