La muerte de Antonio Machado en un campo de concentración de Francia
España Democrática era el órgano en Montevideo (Uruguay) del Comité Nacional Pro Defensa de la República Democrática Española. En su número del 8 de marzo de 1939, semanas después del fallecimiento del poeta sevillano, da a conocer su muerte “en un campo de concentración en Francia”, no en el modesto hotel Bougnol-Quintana de Collioure donde encontró refugio gracias a las indicaciones del jefe de estación de la localidad, cuando don Antonio, su madre, su hermano José, la esposa de este y Matea Monedero, la asistenta de la familia, llegaron en tren el 28 de enero de 1939. Los acompañaba también el escritor Corpus Varga (Andrés García Corpus de la Varga, 1887-1975).
Fue en el citado hotel, como es sabido, donde con pocos días de diferencia fallecieron Antonio Machado y su madre, Ana Ruiz. El redactor de la información a la que aludo debió dejarse llevar por la gran tragedia humana que supuso para miles de republicanos españoles ser internados en los campos de concentración franceses, una vez cruzada la frontera de los Pirineos. No estuvo don Antonio entre los muchos que perecieron en aquella invernal intemperie de miseria y hambre con la que obsequió aquella república a los republicanos españoles. El dolor de los vencidos que cabe imaginar en su ánimo y en el envejecido aspecto que presentaba en sus últimas fotografías influyó sin duda en que su vida se apagara 29 días después de su llegada a Francia, el 22 de febrero de 1939.
Se cuenta que, muy al contrario de lo que ocurrió con miles de sus compatriotas, internados en los campos de concentración franceses, las autoridades de aquel país pretendieron trasladar a París el cadáver de don Antonio para rendirle honores, pues se le consideraba a la misma altura que Paul Valery, pero su hermano José se negó a ello. El poeta español fue enterrado de prestado en el pequeño cementerio de Collioure, hasta donde acuden cada año miles de sus lectores.
Hasta 1958, los restos mortales de Machado ocuparon un nicho cedido por una amiga de la señora Quintana, dueña del hotel. Después pasaron al lugar que hoy ocupa, gracias a una colecta en la que colaboraron, entre otros, Albert Camus, René Char, André Malraux y Pau Casals. El músico se ofreció a tocar en el segundo sepelio del poeta, pero por oposición de la familia a un acto público Casals tocó su violonchelo con el cementerio vacío. Nadie sabe, por lo tanto, si entonces se escuchó el conmovedor Cants del ocells (Canto de los pájaros), adaptación para el chelo de la popular canción catalana.
Según el periódico España Democrática, desconocedor de los últimos derroteros de la vida de don Antonio en esas cuatro semanas que duró su exilio, el poeta falleció “confundido entre la multitud de evacuados a raíz de la caída de Cataluña”. Tanto en el titular como en el texto de la noticia se une el nombre de Antonio Machado al de Federico García Lorca. Asesinado éste por los militares felones, para el redactor de la información no contrastada y solo supuesta a tantos kilómetros de distancia “era Machado la más alta expresión de la poesía lírica”.
La muerte de ambos poetas es glosada así por el periódico: “Federico, muerto a balazos, asesinado por la espalda, sobre la cinta blanca de una carretera bajo el cielo de Granada. Machado, confundido entre la multitud de hombres, mujeres y niños que desde hace casi tres años sufren la más dolorosa de las tragedias, puso punto final a su emocionante peregrinaje a través de los campos de su patria, muriendo de dolor y de pena, en un campo de concentración, bajo el cielo de Francia. Triste, doloroso destino el de estos dos grandes de las letras española. Triste y doloroso, pero heroico. Han muerto los dos, confundidos con los ideales de su pueblo; defendiendo su libertad y su derecho, en el terreno que les correspondía hacerlo; denunciando al mundo que la reacción fascista encarnaba fundamentalmente la negación de la cultura”.
No faltan en las dos páginas que España Democrática dedicó a la noticia ni el poema que don Antonio escribió con motivo del asesinato del autor de La casa de Bernarda Alba, ni los dos sonetos a la España vendida y al general comunista Enrique Líster. También se nos recuerda en la información que Antonio Machado no quería dejar Madrid cuando el gobierno del Frente Popular se trasladó a Valencia, ante el asedio de las tropas sublevadas a la capital de la República en el otoño de 1936. Encontramos igualmente en la misma página que ilustra este artículo un poema a la primavera y otro titulado Al otro conde don Julián, “que abrió las puertas de España a la invasión sarracena”. El que más me llama la atención quizá de todos los que se publican es el que el poeta escribió durante su estancia en Valencia en Villa Amparo, primera etapa de su camino hacia el exilio:
Otra vez el ayer. Tras la persiana,/ música y sol; en el jardín cercano,/ la fruta de oro; al levantar la mano,/ el puro azul dormido en la fontana./ Mi Sevilla infantil, ¡tan sevillana!,/ ¡cuál muerde el tiempo tu memoria en vano!/ ¡Tan nuestra! Aviva tu recuerdo, hermano./ No sabemos de quién va a ser mañana./ Alguien vendió la piedra de los lares/ al pesado teutón, al hambre mora,/ y al ítalo las puertas de los mares./ ¡Odio y miedo a la estirpe redentora/ que muele el fruto de los olivares,/ y ayuna y labra, y siembra y canta y llora!
El documento hemerográfico nos lo ha facilitado mi estimado amigo Manuel Álvarez Machado a través de su Revista machadiana, que siempre leo con sumo interés y en la que Manuel no deja de aportar de modo regular documentación muy valiosa sobre la vida y obra del poeta, a quien releo desde mi adolescencia con toda la frecuencia a la que me obliga mi temprana admiración por su persona y lo que dejó escrito.
Origen: La muerte de Antonio Machado en un campo de concentración de Francia