29 marzo, 2024

La Orden de Santiago

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La Orden de Santiago

La Orden de Santiago fue una orden religiosa y militar surgida en el siglo XII en el Reino de León. Debe su nombre al patrón nacional de España, Santiago el Mayor. Su objetivo inicial era proteger a los peregrinos del Camino de Santiago y hacer retroceder a los musulmanes de la península Ibérica. Tras la muerte del gran maestre Alonso de Cárdenas en 1493, los Reyes Católicos incorporaron la Orden a la Corona de España y el papa Adriano VI unió para siempre el maestrazgo de Santiago a la corona en 1523. La I República suprimió la Orden en 1873 y, aunque en la Restauración fue nuevamente restablecida, quedó reducida a un instituto nobiliario de carácter honorífico regido por un Consejo Superior dependiente del Ministerio de la Guerra, que quedó a su vez extinguido tras la proclamación de la II República en 1931. La Orden de Santiago, junto con las de Calatrava, Alcántara y Montesa, fue reinstaurada como una asociación civil en el reinado de Juan Carlos I con el carácter de organización nobiliaria honorífica y religiosa y como tal permanece en la actualidad. 

 Cruz de Santiago

La insignia de la Orden es una cruz gules simulando una espada, con forma de flor de lis en la empuñadura y en los brazos. Los caballeros portaban la cruz estampada en el estandarte y capa blanca. La cruz del estandarte tenía una venera en el centro y otra al final de cada uno de los brazos. Las tres flores de lis representan el honor sin mancha, que hace referencia a los rasgos morales del carácter del Apóstol.

La espada representa el carácter caballeresco del apóstol Santiago y su forma de martirio, ya que fue decapitado con una espada. También puede simbolizar, en cierto sentido, tomar la espada en nombre de Cristo. Se dice que su forma tiene origen en la época de las Cruzadas, cuando los caballeros llevaban pequeñas cruces con la parte inferior afilada para clavarlas en el suelo y realizar sus devociones diarias.

Origen de la Orden de Santiago

Entre 1157 y 1230, la dinastía real se dividió en dos ramas opuestas, por lo que la rivalidad tiende a oscurecer los inicios de la Orden. Aunque Santiago de Compostela, en Galicia, es el centro de la devoción a este apóstol, no es ni la cuna ni la principal sede de la Orden. Dos ciudades lucharon por tener el honor de ser la sede de la Orden, León, en el reino de ese nombre, y Uclés en el antiguo reino de Castilla. Algunas fuentes apuntan a que la Orden de Santiago fue creada a raíz de la victoria en la batalla de Clavijo (La Rioja, año 844).

Aunque la atribución a la creación de la Orden tras dicha batalla se debe a la devoción hacia el Apóstol, a quien los cristianos creyeron ver combatiendo en su favor en dicha batalla, pese a que la representación de esta batalla se repite constantemente en cuadros, esculturas, miniaturas y relieves pertenecientes a la Orden.

Fundación militar

Fue entonces cuando los Freires de Cáceres cambiaron su nombre al de Freires de Santiago, organizándose así la Orden.

En la fundación de la Orden participaron Don Cerebruno y Don Pedro Gundestéiz, arzobispos de Toledo y Santiago de Compostela; Don Juan, Don Fernando y Don Esteban, obispos de León, Astorga y Zamora, respectivamente, así como el legado papal, cardenal Jacinto. El 29 de julio de 1170, quedó fundada, organizada y establecida la Orden de Santiago, y en 1172 se había extendido a Castilla. Aunque la Orden de Santiago había nacido en el reino de León, también se extendió por los reinos de Portugal, Aragón, Francia, Inglaterra, Lombardía y Antioquía, pero su expansión fundamental se limitaría a los reinos de León y Castilla. Los Caballeros de Ávila se agregaron a su Regla.

Fundación religiosa

Alejandro III aprobó la creación religiosa de la Orden mediante una bula otorgada el 5 de julio de 1175. La fundación religiosa hay que atribuírsela al rey Alfonso VIII de Castilla, con la aprobación del papa Alejandro III mediante una bula otorgada el 5 de julio de 1175 en Ferentino, cerca de Roma, con el fin de que fueran criados en temor a Dios:

…y para remedio de la flaqueza humana, se permite el matrimonio a los que no pudieran ser continentes; guardando a la mujer la fe no corrompida y la mujer al marido, porque no se quebrante la continencia del tálamo conyugal, según la institución de Dios y la permisión del Apóstol San Pablo. 

En dicha bula aprobó sus constituciones y la hizo exenta de la jurisdicción de los frailes ordinarios o comunes, cuya gracia ratificaron más adelante los papas Lucio III, Urbano III e Inocencio III por diferentes bulas que arreglaron igualmente el estado de los caballeros y el de los religiosos. A partir de este momento se les conoció con el nombre de Caballeros de Santiago, pues el de Caballeros o Freires de Uclés, que aparece en algunos documentos antiguos, no prevaleció. Como efecto de este doble acto fundacional -institución real y aprobación pontificia- la Orden quedó constituida, como una Militia Christi, con vocación tanto religiosa como militar, cuya misión era el «servicio de Dios, el ensalzamiento y defensa de la Christiana religion, y Fee catholica y la defensa de la Republica Christiana».

Uclés, sede de la Orden

Los Caballeros de Santiago tenían posesiones en los siguientes reinos de la Península Ibérica: León, Castilla, Aragón y Portugal; pero Fernando II de León y Alfonso VIII de Castilla ponían la condición de que la sede de la Orden debía estar en sus respectivos estados: en San Marcos de León y Uclés. De ahí surgió un largo conflicto que sólo terminó cuando, en 1230, Fernando III el Santo, unió ambas coronas. Desde entonces, Uclés, en la provincia de Cuenca, es considerada como la sede de la Orden, Caput ordinis. Tras la salida de los Frates de Cáceres del reino de León, obligados por la pérdida de Cáceres, su primitiva sede, y de los lugares que habían adquirido en territorio de Badajoz, ante el empuje de los almohades, pasaron a Castilla, donde fueron bien recibidos por su rey Alfonso VIII. Éste, entregó el castillo de Uclés a los Caballeros de Santiago para que defendiesen aquella comarca y la de Huete de los ataques musulmanes. El castillo había pertenecido desde 1163 a los caballeros de San Juan, pero el rey estaba descontento por su actuación (ya que en el período en el que lo ocuparon no hicieron nada notorio) y les retiró la posesión de dicho castillo fronterizo en favor de los santiaguistas. El 9 de enero de 1174 tuvo lugar en Arévalo el acto solemne por el cual Alfonso VIII entregaba el castillo y la villa de Uclés, con todas sus tierras, viñas, prados, pastizales, arroyos, molinos, pesquerías, portazgos, entradas y salidas, al Maestre de la Orden, don Pedro Fernández de Fuente calada.

El acto contó con la presencia de los prelados y nobles del reino y de Alfonso VIII junto con su esposa Leonor de Inglaterra. A finales de aquel mismo mes los caballeros de la Orden de Santiago tomaron posesión de la villa, y fortaleza donada por Alfonso VIII, acto al que asistió el arzobispo de Santiago. La bandera de Santiago, que el arzobispo les había entregado en Compostela, ondeó por vez primera en la torre del homenaje. La iglesia de Santa María del Castillo cambió su nombre por el de Santiago hasta que se construyó el convento con una nueva iglesia adecuada a las necesidades de la Orden.

En Uclés se hallaba el monasterio donde el Gran Maestre de la Orden residía habitualmente, este monasterio fue derruido en el siglo XVI para construir el actual monasterio que comenzó a construirse en 1529 y se terminó en 1735. Los aspirantes pasaban un año y un día de prueba en el monasterio. Los archivos de la Orden que estaban en Uclés pasaron en 1869 al Archivo Histórico Nacional en Madrid. La Orden recibió su primer artículo en 1171 del cardenal Jacinto (más tarde papa Celestino III) y en 1175 la bula papal de Alejandro III.

Principales acontecimientos

Los caballeros santiaguistas estuvieron presentes en todas las acciones guerreras de la Reconquista y sus territorios se extendieron principalmente por La Mancha. 
A esta Orden pertenecían pueblos de las actuales provincias de Ciudad Real, Cuenca, Toledo, Madrid, Guadalajara, Jaén y Murcia. La primera acción militar notoria en la que intervinieron fue para ayudar al ejército de su protector Alfonso VIII en la toma de la ciudad de Cuenca, en 1177. Su contribución en dicha conquista fue tan importante que el rey añadió, en el terreno recién conquistado, nuevas donaciones a la Orden, entre ellas: Dos casas cerca de las de Aben-Mazloca, en el mismo alcázar de Cuenca, dos solares, un molino en el río Moscas y un huerto próximo a este río. Con las donaciones hechas a Tello Pérez y a Pedro Gutiérrez, que estos a su vez donaron a Pedro Fernández, el fundador de la Orden, se creó al poco tiempo el Hospital Santiago Apóstol en Cuenca. Una de las trece collaciones en que se dividió la ciudad se llamó también Santiago, quedando su iglesia dentro del recinto de la misma catedral. Alfonso VIII cedió también Uclés a Pedro Fernández para que se estableciera allí y defendiera la frontera, según Escritura Real extendida en Arévalo el 3 de enero de 1174, siendo desde entonces la casa principal de la Orden. Asimismo cedió a la Orden Moya en 1211, a las que se unirían posteriormente Ossa de Montiel, Campo de Criptana, Pedro Muñoz, Montiel y Alhambra. La congregación prosperó, adquiriendo bienes y territorios y llegó a formar una especie de diócesis con capital en Uclés, cuyo prior tenía autoridad casi episcopal. La rápida propagación de la Orden se debió a que su Regla era menos rígida que las de las demás órdenes (es la única orden militar cuyos caballeros podían casarse), eclipsando a las más antiguas de Calatrava y Alcántara y cuyo poder fue reputado en el extranjero incluso antes de 1200. La primera bula de confirmación, la de Alejandro III, ya enumeró un gran número de dotaciones. La Orden de Santiago sola tenía más posesiones que las órdenes de Calatrava y Alcántara juntas. En España, estos bienes incluían 83 encomiendas, de las cuales 3 fueron reservadas a los grandes comendadores, 2 ciudades, 178 condados y aldeas, 200 parroquias, 5 hospitales, 5 conventos y la Universidad de Salamanca. Los caballeros eran entonces 400 y se podían reunir más de 1000 lanzas. Tenían posesiones en Portugal, Francia, Italia, Hungría e incluso Palestina. Abrantes, su primera encomienda en Portugal, data del reinado de Alfonso I, en 1172, y pronto se convirtió en una orden distinta, ya que el papa Nicolás IV, en 1290, la libera de la jurisdicción de Uclés. Gonzalo Ordóñez fue elegido Gran Maestre de la Orden en León, al mismo tiempo que Gonzalo Rodríguez (1195). Se marchó a Castilla y sirvió a Alfonso VIII. A la muerte del anterior Maestre en 1203, fue elegido en Uclés y sólo vivió dos años más. En tiempos del tercer maestre, Sancho Fernández de Lemus, los almohades comandados por el califa Abu Yaqub Yusuf al-Mansur (Yusuf II), vencedor en la batalla de Alarcos en 1195 frente a Alfonso VIII y donde encontraron la muerte diecinueve santiaguistas, realizaron una ofensiva general por tierras de Castilla, llegando hasta Uclés dos años más tarde. El maestre, en medio del desconcierto de los reinos cristianos, resistió en el castillo ucleseño con sus gentes, mientras otras fortalezas, como las de Madrid y Guadalajara, se sometieron a Yusuf II. Los caballeros de Santiago participaron en la reconquista de las comarcas de Teruel y Castellón y combatieron en la batalla de las Navas de Tolosa (1212), en la que el maestre Pedro Arias murió junto a un gran número de caballeros santiaguistas. Tras la muerte de Alfonso VIII en 1214 acontecieron disturbios en la Orden. En 1233 sus caballeros acudieron a la batalla de la toma de Jerez de la Frontera y, tres años más tarde, a las conquistas de Úbeda y Córdoba. Pelayo Pérez Correa fue el Maestre que mayor esplendor dio a la Orden, induciendo a Fernando III el Santo a que pusiera sitio a Sevilla. Durante dicho sitio, 270 caballeros dirigidos por su Maestre se internaron demasiado en la sierra y al llegar la noche sin haber logrado la derrota completa de los enemigos, se les apareció la Virgen María, a la que pidieron que detuviese el curso del sol pronunciando la deprecación: «Santa María, detén tu día». En recuerdo de este suceso se edificó más tarde, en aquel lugar, la ermita de la Virgen de Tentudía (Detén-tu-día), donde dicen que fue sepultado dicho Maestre en 1275. Pérez Correa fue sucedido por Gonzalo Ruiz Girón, quien murió a causa de las heridas recibidas en Alcaudete en 1280. Tras la muerte de Vasco Rodríguez de Coronado, Maestre de la Orden entre 1327 y 1338, el consejo de los Trece, así llamado porque lo componían trece caballeros designados de entre los gobernadores y comendadores de la Orden, eligieron como Maestre al sobrino de éste, Vasco López. Por intervención personal del rey Alfonso XI de Castilla con el fin de retener el cargo para su hijo bastardo, el infante Fadrique Alfonso de Castilla, hijo de Leonor Núñez de Guzmán y sobrino de Alonso Meléndez de Guzmán, este último fue nombrado Maestre en 1338 y se anuló la elección de Vasco López aduciendo defectos en la elección. La intromisión del Rey en las reglas sucesorias de la Orden provocó grandes disputas, ya que legalmente los Maestres eran elegidos entre los freires con voto de castidad, con consentimiento y nombramiento posterior por el Papa. Los comentarios de éste acerca de don Alonso y, sobre todo, de doña Leonor le convirtieron en enemigo del rey. Alonso de Guzmán luchó al lado del Rey en la conquista del Reino de Algeciras, pero fue asesinado por él para nombrar finalmente al infante Fadrique, de 8 años de edad, como Maestre de la Orden en 1342. En 1358, Fadrique fue mandado asesinar en Sevilla por su hermanastro, el rey Pedro I de Castilla, que nombró en su lugar a Juan de Padilla, hermano de la favorita del Rey, María de Padilla. Sin embargo, los caballeros de la Orden se negaron a reconocerle y le derrotaron cerca de Uclés, falleciendo Padilla durante la lucha. Los Maestres posteriores (Fernando Osórez, Pedro Fernández y Pedro Muñiz) murieron en la guerra con Portugal, pero la Orden se repuso durante el prolongado maestrazgo de Lorenzo Suárez de Figueroa, que fundó el Convento de Santiago de Sevilla. Los monarcas castellano-leoneses concedieron privilegios a la Orden que permitieron repoblar extensas regiones de Andalucía y Murcia. Durante el siglo XV, la Orden trasladó su radio de acción a Sierra Morena y tomó la población de Llerena (Badajoz) como lugar habitual de residencia de sus maestres, proporcionando un alto crecimiento tanto en esta población como en sus alrededores. En 1453, Enrique IV de Castilla se hizo cargo de la administración de la Orden hasta que Alfonso de Castilla alcanzara la mayoría de edad. Entre 1462 y 1463 nombró Maestre provisional a Beltrán de la Cueva. En 1463, cuando fue mayor de edad, es nombrado como Maestre titular el infante Alfonso de Castilla. En 1474, Juan Pacheco, marqués de Villena, abdicó en favor de su hijo Diego después de siete años de gobierno. Esta decisión disgustó a la mayor parte de los caballeros y provocó un cisma en la Orden y grandes luchas, ya que, al mismo tiempo, Rodrigo Manrique y Alonso de Cárdenas pretendían el maestrazgo. Fue nombrado Rodrigo por Uclés y Alonso por San Marcos. A la muerte de Rodrigo Manrique, los Reyes Católicos pusieron término a las disputas quedándose con la administración durante un tiempo y nombrando Maestre a don Alonso, quien les acompañó en la Guerra de Granada.

Incorporación a la Corona de España

Con el paso del tiempo y la finalización o ralentización de la Reconquista, la Orden de Santiago se vio implicada en las luchas internas de la Corona de Castilla. Al mismo tiempo, los inmensos bienes de la Orden la obligaron muchas veces a sostener las encontradas pretensiones de la Corona. El título conllevaba gran poder, tanto territorial (se podía ir desde Uclés a Portugal sin pisar fuera de los territorios de la Orden) como económico (el Maestre de la Orden llegó a obtener una renta anual de 64.000 florines de oro). Siendo el cargo de Gran Maestre de tal influencia, las luchas y banderías internas también eran frecuentes para alcanzar semejante dignidad. Hasta tal punto habían desacreditado a la Orden estos escándalos, que a la muerte del gran maestre Alonso de Cárdenas en 1493, los Reyes Católicos hallaron una excusa para pedir a la Santa Sede una providencia capaz de poner término a los escándalos, al tiempo que subrayaban los grandes gastos que la guerra de Granada había supuesto a la Corona. Así, los Reyes pidieron a Alejandro VI que les concediese la administración del gran maestrazgo de la Orden, medida que podía considerarse como de necesidad y, al mismo tiempo, como una especie de recompensa de sus grandes sacrificios por la fe católica. El Papa accedió a la demanda y con bula del mismo año otorgó la administración de la suprema dignidad de la Orden de Santiago a los Reyes Católicos. Tras la muerte de Fernando el Católico, le sucedió en la administración el emperador Carlos I, en cuyo tiempo el papa Adriano VI unió para siempre a la Corona de España los maestrazgos de Santiago, Calatrava y Alcántara en 1523. Hasta entonces, el gran Maestre de Santiago era elegido por el consejo de los Trece.

Siglo XVII

Ser miembro de la Orden de Santiago formaba parte de las aspiraciones más codiciadas por los hombres del siglo XVII, por lo que el ingreso en esta Orden tan elitista no era camino sencillo en este siglo. Miembros de la alta nobleza, como Gregorio María de Silva y Mendoza, Duque de Pastrana, u otros de la familia real, tenían el camino más fácil frente a aquellos que no podían certificar paso a paso el limpio origen de cristiano viejo de sus antecesores o que sus ingresos económicos no procedían del trabajo de sus manos. Muy conocido es el juicio al que tuvo que someterse Diego Rodríguez de Silva y Velázquez, donde tuvieron que testificar amigos suyos, como Francisco de Zurbarán, para dar fe de que sus raíces limpias eran ciertas y que su arte no se veía motivado por la obtención de ganancias económicas de forma manual que enturbiasen su forma de vida, sino que tenía un carácter intelectual. Francisco de Quevedo también fue miembro de la Orden. Su ingreso se hizo oficial el 29 de diciembre de 1617 y fue firmado por Alonso Núñez de Valdivia, secretario de cámara del rey Felipe III, tras presentar y verificar su genealogía. José de Armendáriz y Perurena, marqués de Castelfuerte, ingresó en la Orden de Santiago en 1699. Tras mandar las tropas reales en la batalla de Lagudina (1708) y en una acción decisiva en Villaviciosa (1710), fue premiado con la Orden de Santiago y, en tal virtud, beneficiado con las encomiendas de Montizón y Chiclana de Segura, además de otorgársele el título de marqués de Castelfuerte (30 de junio de 1711)

Organización interna-Requisitos para el ingreso en la Orden


En sus comienzos, el ingreso en la Orden no fue dificultoso, pero a partir de mediados del siglo XIII cada vez fue más complicado. Una vez finalizada la Reconquista, el pretendiente que deseara ingresar en la Orden de Santiago debía aprobar en sus cuatro primeros apellidos ser hidalgo (o hijodalgo) de sangre a fuero de España y no hidalgo de privilegio, cuya prueba debía de referirse asimismo a su padre, madre, abuelos y abuelas. Además debía probar, de la misma manera, que ni él ni sus padres ni sus abuelos habían ejercido oficios manuales ni industriales. Tampoco podían obtener el hábito de la Orden aquellas personas que tuvieran raza ni mezcla de judío, musulmán, hereje, converso ni villano, por remoto que fuera, ni el que hubiera sido o descendiera de penitenciado por actos contra la fe católica, ni el que hubiera sido o sus padres o abuelos procuradores, prestamistas, escribanos públicos, mercaderes al por menor, o hubieran tenido oficios por los que hubieran vivido o vivieran de su esfuerzo manual, ni el que hubiera sido infamado, ni el que hubiera faltado a las leyes del honor o ejecutado cualquier acto impropio de un perfecto caballero, ni el que careciera de medios decorosos con los que atender a su subsistencia. El aspirante tenía que pasar después a servir tres meses en las galeras y residir un mes en el monasterio para aprender la Regla. Posteriormente el Rey y el Consejo de las Órdenes abolieron cierta cantidad de estos requisitos.

Regla monástica

A diferencia de las contemporáneas órdenes de Calatrava y Alcántara, que siguieron la dura Regla de los benedictinos de la Abadía de Cîteaux, la Orden de Santiago aprobó la Regla más suave de los canónigos agustinos. De hecho, en León han ofrecido sus servicios a los canónigos regulares de San Eloy en esa ciudad para la protección de los peregrinos a Santiago y los hospicios de los caminos que conducen a Compostela. Esto explica el carácter mixto de su Orden, que es hospitalaria y militar, como la Orden de Malta. Los caballeros de la Orden fueron reconocidos como religiosos por Alejandro III, cuya bula de 5 de julio de 1175 fue confirmada posteriormente por más de veinte de sus sucesores. Estos actos pontificios, recogidos en el Bullarium de la Orden, garantizaban todos los privilegios y exenciones de otras órdenes monásticas. La Orden estaba compuesta por varias clases de afiliados: canónigos, encargados de la administración de los sacramentos; comendadoras, ocupadas del servicio de los peregrinos; caballeros religiosos, que viven en comunidad; y caballeros casados. Los caballeros de la Orden de Santiago aceptaron los votos de pobreza y obediencia. Sin embargo, al organizarse por la regla de los agustinos, sus miembros no estaban obligados a hacer voto de castidad y pudieron contraer matrimonio (casados estaban algunos de sus fundadores); sólo prometían la castidad total antes del matrimonio o acabado éste, y la castidad y fidelidad conyugal mientras permanecieran casados. La bula del papa Alejandro III recomendaba el celibato. En los Estatutos de la fundación de la Orden se precisaba:

En conyugal castidad, viviendo sin pecado, semejan a los primeros padres, porque mejor es casar que quemarse.

El derecho a contraer matrimonio, que otras órdenes militares sólo obtuvieron al final de la Edad Media, se les concedió desde el principio, con determinadas condiciones (como la autorización del rey), la obligación de observar la continencia durante el Adviento, la Cuaresma y en determinadas festividades del año. Los caballeros santiaguistas, con licencia del maestre, podían contraer matrimonio y vivir con sus esposas e hijos en los conventos de la Orden. La Orden de Santiago fundó conventos femeninos de comendadoras, apelativo utilizado para designar a las monjas.[7] La presencia femenina en la Orden es mayor que en otras órdenes de la época. Aquí, las mujeres asumieron la función educar a las hijas de los caballeros, aunque hubo algunas mujeres que estuvieron al frente de una encomienda. Entre las obligaciones de sus miembros se encontraban la misa diaria, rezar veintitrés Padre nuestros por día, tomar el sacramento de la Eucaristía los domingos y ayunar dos Cuaresmas.

Los conventos

Otro elemento importante de la infraestructura de la Orden de Santigado fueron los conventos, tanto los masculinos como los femeninos. Además de los conventos para freiles de Uclés y San Marcos de León, la Orden tuvo otros conventos en Villar de Donas (León), Palmella (Portugal), Montánchez (Cáceres), Montalbán (Aragón) y Segura de la Sierra en Jaén. En 1275 la Orden también contaba con seis conventos de monjas, que se denominaban comendadoras. En ellos se podían alojar las mujeres y familiares de los freiles, cuando éstos iban a la guerra o morían. Las freilas sólo profesaban castidad conyugal, pero no perpetua, por ello podían salirse del convento y casarse. Los conventos mencionados son: Santa Eufemia de Cozuelos (Palencia), fundado en 1502; Convento de Sancti Spiritus de Salamanca, concedido a la Orden en 1233; San Vicente de Junqueras (Barcelona), fundado en 1212; San Pedro de la Piedra (1260), en Lérida; Santos-o-Velho (1194), en Lisboa y la Destiana (León). Posteriores a estas fechas son los conventos de Membrilla (Ciudad Real) y las Comendadoras de Madrid (1650).

Los Trece

El nombre de Trece era dado al caballero nombrado por el Maestre y demás caballeros para algún capítulo general. En la bula de confirmación de la Orden, expedida por el papa Alejandro III en 1175, se estableció que hubiese trece frailes, a cuyo cargo estaría la elección del Maestre y el ayudarle con su consejo. Algunos historiadores afirman que el significado de estos trece se corresponde con el número de los primeros caballeros que se reunieron para fundar la Orden. (Otros dicen que representa el número mágico de los 12 apóstoles más Cristo). Los Trece constituyen las primeras dignidades de la Orden, después de los priores de Uclés y de San Marcos de León. Los Comendadores Mayores de Castilla y de León siempre fueron Trece, aunque no con carácter nato por razón de tales encomiendas, puesto que consta que lo fueron muchas veces por elección como todos los otros. Hasta el año 1212 no se menciona documentalmente a los Trece. Su cargo no era perpetuo, ya que se advierten frecuentes cambios que obedecían a renuncias al cargo debido a que este conllevaba gran trabajo y responsabilidad por la frecuencia con que se celebraban los capítulos y la obligación de asistir en sus funciones rectoras al Maestre. La falta de un Trece, que se hallara ausente por legítima causa, se suplía mediante otro caballero elegido únicamente para aquel acto y se llamaba enmienda, aunque de este uso no hay referencias anteriores a 1350. Por lo común, quienes habían sido enmiendas en el capítulo eran elegidos Trece en propiedad a medida que se producían vacantes. Los Treces asistían a los capítulos con capas negras y bonetes (como los priores), y su autoridad y prerrogativas han sido distintas según los tiempos. En 1246 fueron fuertemente restringidas por el papa Inocencio IV, a instancia del maestre Pelayo Pérez Correa, y restablecidas más tarde por Alejandro IV. Sin embargo, siempre ha estado en vigor la facultad de deponer al Maestre, junto con el prior, si se juzgase inútil o dañino. En uso de tal atribución, en el capítulo de Ocaña de 1338 depusieron al maestre Vasco López, y fue práctica en todos los capítulos tenidos antes de la administración dejar a los Maestres las insignias, entregándolas al prior, el cual al día siguiente se las devolvía de acuerdo y con consentimiento de los Trece. Este acto se llevaba cabo en una ceremonia pública, dejando entrar al pueblo para que presenciara el capítulo, y en ella el Maestre daba las gracias por la restitución de las insignias de su jerarquía.

El juramento que realizaba un caballero cuando era elegido Trece era el siguiente:

¿Vos Don… juráis a Dios ya Santa María ya esta señal de Cruz, ya estos Santos Evangelios, que tocáis corporalmente con vuestras manos, que cuando muriese el Maestre, que vos escogiereis persona idónea y suficiente para ser Maestre, que sea para reedificar y para defender y adelantar la Orden y mantener los frailes, según la Regla y Establecimientos de nuestra Orden y que no sea talla destruya?

Respuesta: Sí, juro.

¿Item que si viereis que el Mestre es inútil y pernicioso e incorregible y sin provecho, y que destruye la Orden más que la aprovecha, que vos le depondréis del Mestrazgo, según forma de derecho?

Respuesta: Sí, juro.

¿Item que si alguna cuestión naciese entre él y el Cabildo, que vos intervendréis entre ellos?

Respuesta: Sí, juro.

¿Otrosí, que por este poder que tenéis no obedezcáis menos al Maestre, en tanto que será Maestre, de modo que no le desobedezcáis en contrario de lo que habéis jurado?

Respuesta: Sí, juro.

La dignidad de Trece cayó en desuso por mucho tiempo, hasta que se volvió a restablecer el 8 de junio de 1906 por bula del papa Pío X.

Sucesión en el Maestrazgo

Tras el fallecimiento del Maestre, el prior de Uclés se encargaba del gobierno de la Orden y de convocar a los Trece para elegir un nuevo Maestre. Muchas de las atribuciones que tenían los Trece las perdieron tras la creación del Consejo de las Órdenes, luego de su incorporación a la Corona con autorización de Adriano VI.Desde el siglo XIV la elección del Maestre recayó en un personaje de la familia real o próximo a la corte. A partir del siglo XV la elección era considerada un derecho de la Corona y a lo largo de dicho siglo el maestrazgo recayó sobre nobles y validos de los reyes: Enrique de Aragón, hijo del regente de Castilla, Fernando de Antequera; Álvaro de Luna, privado de Juan II; el infante don Alfonso; Beltrán de la Cueva y Juan Pacheco, marqués de Villena, privados de Enrique IV; y Diego López Pacheco, marqués de Villena, quien no fue reconocido como Maestre al no haber sido nombrado ni en León ni en Uclés. Más adelante, Carlos I y Felipe II dieron a la Orden de Santiago la forma que posee en la actualidad: compuesta por un presidente, ocho ministros togados, un fiscal, un secretario, un contador general, un alguacil mayor y un tesorero, con cuatro procuradores generales y cuatro fiscales, correspondientes a cada una de las cuatro órdenes militares de España.

División territorial

La Orden estaba dividida en varias provincias, siendo las más importantes las de Castilla y León por su número de propiedades y vasallos. Al frente de cada provincia había un Comendador Mayor, con sede, respectivamente, en Segura de la Sierra (Castilla) y Segura de León (León). La provincia de León estaba dividida en dos partidos, Mérida y Llerena, y en cada una de ellas existían varias encomiendas. La subdivisión interna más importante de las órdenes militares eran las llamadas encomiendas, que eran unidades de carácter local dirigidas por un comendador. La encomienda podía asentar la sede o residencia del comendador en un castillo o fortaleza o en una villa y era un centro administrativo o económico en el que se cobraban y percibían las rentas de los predios y heredades atribuidas a esa encomienda; era el lugar habitual de residencia del comendador y de algún otro caballero. Cada encomienda debía sostener con sus rentas no sólo al comendador y a los otros caballeros residentes en ella, sino que también debían pagar y armar a un determinado número de lanzas, que debían acudir a los llamamientos de su Maestre perfectamente equipados para tomar parte en aquellas acciones militares que quisiera emprender. Todos ellos formaban la mesnada o ejército de la Orden, que respondía a las órdenes de su Maestre. Las rentas de las tierras, pastos, industrias, portazgos y derechos de paso, junto con los impuestos y el diezmo, constituían los ingresos que servían para mantener a la Orden. Los ingresos se repartían entre rentas de la encomienda respectiva y rentas de la Mesa maestral que financiaban al Maestre de la Orden.

División eclesiástica

La Orden de Santiago estaba dirigida desde dos prioratos: el de Uclés para Castilla y el de San Marcos de León para León. En esta última provincia, al estar muy alejado el convento de San Marcos del grueso de las posesiones santiaguistas en Extremadura, el convento se trasladó primero a Calera de León y luego a Mérida. Finalmente regresó de nuevo a su ubicación inicial en San Marcos de León. El priorato de León estaba dividido en tres vicarías con sedes en Mérida, Llerena-Tentudía y Jerez de los Caballeros. Los pueblos y encomiendas de la Orden eran atendidos por curas presentados por el maestre y colacionados por el prior. Dos visitadores de la Orden acompañados de un vicario, debían realizar cada cuatro años una visita de inspección por todas las encomiendas y territorios para comprobar el estado de las propiedades, rentas y gobierno de las posesiones. De estas visitas se levantaba el acta en los llamados Libros de Visitas.

Maestres de la Orden de Santiago

1.   Pedro Fernández de Castro «potestad» (1170-1184)
2.   Fernando Díaz (1184-1186)
3.   Sancho Fernández de Lemus (1186-1195). Fallecido en la batalla de Alarcos.
4.   Gonzalo Rodríguez (1195-1203)
5.   Gonzalo Ordóñez (1203-1204)
6.   Suero Rodríguez (1204-1205)
7.   Sancho Rodríguez (1205-1206)
8.   Fernando González de Marañón (1206-1210)
9.   Pedro Arias (1210-1212). Fallecido en la batalla de Las Navas de Tolosa.
10. García González de Arauzo (1212-1217)
11. Martín Peláez Barragán (1217-1221)
12. García González de Candamio (1221-1224)
13. Fernán Pérez Chacín (1224-1225)
14. Pedro Alfonso de León (1225-1226). Se le supone hijo ilegítimo de Alfonso IX de León.
15. Pedro González (1226-1237)
16. Rodrigo Íñiguez (o Yáñez) (1237-1242)
17. Pelayo Pérez Correa (1242-1275)
18. Gonzalo Ruiz Girón (1275-1280). Falleció como consecuencia de las heridas recibidas en el desastre de Moclín.
19. Pedro Núñez (1280-1286)
20. Gonzalo Martel (1286)
21. Pedro Fernández Mata (1286-1293)
22. Juan Osórez (1293-1311)
23. Diego Muñiz (1311-1318)
24. García Fernández (1318-1327)
25. Vasco Rodríguez de Coronado (1327-1338)
26. Vasco López (1338)
27. Alonso Meléndez de Guzmán (1338-1342)
28. Fadrique Alfonso de Castilla (1342-1358)
29. Garci (o García) Álvarez de Toledo (1359-1366)
30. Gonzalo Mejía (1366-1371)
31. Fernando Osórez (1371-1383)
32. Pedro Fernández Cabeza de Vaca (1383-1384). Muerto en el cerco de Lisboa.
33. Rodrigo González Mejía (1384). Su elección no fue canónica. Murió en el cerco de Lisboa.
34. Pedro Muñiz de Godoy (1384-1385). Muerto en la batalla de Valverde.
35. García Fernández de Villagarcía (1385-1387)
36. Lorenzo Suárez de Figueroa (1387-1409)
37. Enrique de Aragón (1409-1445)
38. Álvaro de Luna (1445-1453)
39. Juan II (1453) Administrador
40. Enrique IV de Castilla (1453-1462) Administrador
41. Beltrán de la Cueva (1462-1463)
42. Alfonso de Castilla (1463-1467)
43. Juan Pacheco (1467-1474)
44. Alonso de Cárdenas (1474-1476 en León) (primera vez)
45. Rodrigo Manrique (1474-1476 en Castilla)
46. Fernando el Católico (1476-1477) Administrador
47. Alonso de Cárdenas (1477-1493) (segunda vez)
48. Reyes Católicos (1493-…) Administradores. Incorporación definitiva a la Corona de España bajo el reinado de Carlos I.

origen publicación https://caballerostemplariosdesantiago.es.tl/La-Orden-de-Santiago.htm

LEER  Las grandes batallas medievales sin mitos ni fantasías: un viaje de las Navas de Tolosa a Constantinopla

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