La primigenia «noche toledana», la masacre de 700 musulmanes lanzados a un foso medieval
La Jornada del foso de Toledo fue una medida tomada por al-Hakam I, el tercer emir independiente de Córdoba, como respuesta a los episodios turbulentos que se vivieron en el Toledo musulmán del siglo VIII
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La expresión «una noche toledana», que significa una noche de tormento y de calor extremo, tiene probablemente su remoto origen en la conocida como Jornada del foso de Toledo, una matanza musulmana que recuerda a muchos que Al-Andalus no era exactamente un tiempo idílico de tolerancia y florecimiento cultural en la España medieval. No. También aquí la violencia extrema era una opción recurrente.
Una sublevación en Zaragoza apoyada por generales del emir y la destitución en ese tiempo del gobernador de Toledo explican el nerviosismo de al-Hakam I
Según las crónicas de Ibn Hayyan, la Jornada del foso de Toledo fue una medida tomada por al-Hakam I, el tercer emir independiente de Córdoba, como respuesta a los episodios turbulentos que se vivieron en el Toledo musulmán del siglo VIII. Una forma de sacar de la ecuación a todos los nobles sospechosos de querer rebelarse contra el emir. Y es que Toledo por su posición inexpugnable, protegida geográficamente por el Tajo, se convirtió desde su conquista en un foco interminable de discordia y rebeldía.
Así y todo, al tratarse de un relato medieval existen versiones contradictorias y algunas más literarias que realistas sobre la Jornada del foso. Lo que sí se sabe es que el emir tomó esta determinación en un contexto de efecto domino de rebeliones a o largo de los territorios musulmanes. Una sublevación en Zaragoza apoyada por generales del emir y la destitución en ese tiempo del gobernador de Toledo explican el nerviosismo de al-Hakam I, el más sanguinario y déspota de los emires omeyas según los cronistas. Su carácter, de hecho, explica todo de forma bastante nítida: «Se preocupaba personalmente de todos los asuntos, fueran importantes o no; no se fiaba de nadie, aunque fueran hombres de confianza y no admitía que éstos cometieran actos injustos, pero en caso de que esto ocurriera, rápidamente reparaba la injusticia; era valiente, atrevido y temible en sus enfados».
«¡Avergonzaos, toledanos!»
El reinado del tercer emir fue uno de los más agitados de la dinastía omeya. Desde la región valenciana, uno de los tíos del emir, Abd Allah, intentó atraer a su causa a los jefes árabes del valle del Ebro e incluso pidió ayuda a la corte de Carlomagno, en el año 797, para arrebatarle territorios a su sobrino al-Hakam I. Abd Allah terminó pactando con su sobrino residir en Valencia a cambio de una pensión anual; mientras que su hermano, el también rebelde Sulaimán fue vencido y asesinado en el 800 cuando intentaba conquistar Córdoba. Si bien el emir soportó todos los ataques internos, esta situación de desorden permitió a los francos conquistar Barcelona y a los asturianos ocupar Lisboa durante un breve periodo de tiempo.
Toledo tampoco dejó pasar la ocasión de sublevarse. La población muladí (los cristianos convertidos al Islam) de Toledo no tardó en rebelarse contra el nuevo gobernador elegido por el emir de Córdoba, que algunas fuentes identifican como el futuro emir de al-Andalus, el príncipe Abd al-Rahman. En consecuencia, Amrus b. Yusuf, entonces señor de Talavera, fue encargado de aplastar la sublevación al frente de un ejército bereber y de dar una lección a aquellos que habían afrentado al príncipe heredero.
Amrus b. Yusuf logró ganarse la confianza de una parte de la población y, una vez dentro de la ciudad, levantó un recinto fortificado para él y sus tropas, «el hizam». Su origen muladí le ayudó a convencer a los toledanos de sus buenas intenciones. Para finalizar su plan, los más notables de la ciudad fueron invitados a un banquete que, al más puro estilo de la Boda Roja de la serie «Juego de Tronos», escondía una sangrienta emboscada. La excusa era la celebraciones por la circuncisión de otros hijos del emir.
El señor de Talavera había excavado en el centro de la fortificación un profundo foso, de forma que los nobles entraban por una puerta esperando salir por la otra pero, en verdad, nunca salían. «¿Cómo es que veo que la gente va pero no regresa?», afirmó un poeta y sabio de Toledo, según una de las fuentes medievales. Amrus b. Yusuf mató aquella noche a 700 notables de la ciudad de Toledo (los más exagerados elevan el número a 5.000). Y la cifra no fue mayor porque en un momento dado los invitados que estaban todavía en el exterior se dieron cuenta del cruel truco y pusieron pies en polvorosa. El sonido de las flautas y albogues pudo ocultar los gritos de terror hasta que el foso rebosó de cadáveres y el vapor de la sangre alertó al resto.
«¡Avergonzaos, toledanos!, la espada ha sacado hoy buen provecho de todos vosotros. Habéis caído sobre ella como caen las moscas en la miel o las mariposas en el fuego. ¡Desgraciados, mirad al cielo!», exclamó Amrus b. Yusuf en referencia a la humareda roja que salía de la fortificación. Fue entonces cuando los toledanos se dijeron, según la visión más literaria: «¡Maldita sea! Se trata del vapor de la sangre y no del de la comida, pues esto es de color rojo y el de la comida tiene color azul».
Origen: La primigenia «noche toledana», la masacre de 700 musulmanes lanzados a un foso medieval