La República que nació en paz y vivió siempre en guerra
Niceto Alcalá-Zamora lideró el consenso que acabó con el reinado de Alfonso XIII, pero fracasó en su intento de contener las tensiones políticas y territoriales
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De gran artífice de la Segunda República Española, que presidió después de haber encabezado el gobierno constituyente, a quebradero de cabeza para el Frente Popular, que acabó destituyéndolo tras su victoria en las elecciones de febrero de 1936 para poner en su lugar a su líder, Manuel Azaña. La figura de Niceto Alcalá-Zamora refleja las tensiones que vivió República desde su proclamación el 14 de abril de 1931 con el discurso de ofrecemos en esta entrega hasta su derrota y desarticulación tras una cruenta guerra civil menos de ocho años después.
Ministro de Fomento y de la Guerra con el Partido Liberal Democrático de Manuel García Prieto durante los dos últimos gobiernos de la monarquía parlamentaria de Alfonso XIII, el golpe de Estado de Primo de Rivera en 1923 y la instauración de su Directorio Militar con el aval del rey lo alejaron tanto del Congreso como del propio régimen. Empezaría a forjar una alternativa civil y republicana que agrupase desde el liberalismo al socialismo, con el apoyo de los nacionalismos vasco y catalán.
Fue así como Alcalá-Zamora, tras años de activismo republicano de una base sociológica burguesa, acabó liderando el Comité Revolucionario surgido del Pacto de San Sebastián en agosto de 1930. Tras la dimisión de Primo de Rivera, en la capital guipuzcoana se reunieron fuerzas de todo signo político para formar un frente común republicano. Junto a él aparecían en este organismo otras figuras capitales de todo el arco de la futura República, como Miguel Maura, Alejandro Lerroux, Diego Martínez Barrio, Manuel Azaña, Lluís Nicolau i d’Olwer, Indalecio Prieto o Francisco Largo Caballero, entre otros.
Aunque los planes no siguieron el guion fijado por el Comité tras una frustrada sublevación militar republicana en Jaca y el abortado bombardeo aéreo del Palacio Real por parte de Ramón Franco, hermano del futuro dictador, la convocatoria de elecciones municipales por parte de Alfonso XIII allanó el camino de un movimiento que contaba con una amplia base social y se había articulado durante años.
La cita con las urnas vino a ser un plebiscito. En ciudades como Barcelona, las fuerzas republicanas cuadruplicaron en voto a las monárquicas, y en Madrid las triplicaron. Apenas dos días después, el rey asumía su fracaso y facilitaba la proclamación de la República con su marcha de España y la de su familia. El general José Sanjurjo, que un año después lideraría un golpe de Estado contra el nuevo régimen, se adelantó al Estado Mayor para poner a la Guardia Civil al servicio de Alcalá-Zamora como nueva máxima autoridad.
Pero el mismo día en que el nuevo presidente del gobierno provisional asumía el control militar y proclamaba solemnemente la República en Madrid, en Barcelona Francesc Macià proclamaba la República Catalana. Al gobierno constituyente se habían adelantado también los gobiernos municipales de Vigo, Eibar y València, aunque en su caso sin componente nacionalista alguno.
La de Catalunya fue la primera tensión que le tocó vivir a la República tras un proceso sin más incidentes. Aunque la negociación del nuevo gobierno –tres de sus miembros se desplazaron de inmediato a Barcelona– con las autoridades municipales catalanas consiguieron que la República Catalana, que no se había llegado a constituir formalmente ni a asumir el poder real, durase solo tres días. Catalunya vio restituido un gobierno propio con la recuperación de una institución histórica como la Generalitat y obtuvo vía libre para la redacción del Estatut d’Autonomia de Núria. Días después, Alcalá-Zamora fue recibido con entusiasmo en Barcelona.
Como presidente del gobierno provisional y desde diciembre de 1931 ya como presidente de la República, a Alcalá-Zamora le tocó gestionar la tensa oleada anticlerical de los primeros meses del nuevo régimen, con quema de iglesias y conventos en Madrid y otras ciudades, y, especialmente, la Sanjurjada, la Revolución de Asturias de 1934 y la proclamación del Estado Catalán por parte de Lluís Companys ese mismo año. Los tres episodios más sonados de la constante tensión política y territorial que nunca dejó de vivir el régimen.
Tratando de evitar el frentismo, Alcalá-Zamora dificultó el acceso a diferentes cargos gubernamentales a la CEDA de José María Gil-Robles durante el denominado bienio negro, pero también se enfrentó a Azaña y la victoria del Frente Popular supuso su destitución. En el borrador de sus memorias y otros documentos personales robados durante la guerra, el ya depuesto presidente denunció la ilegitimidad de este último gobierno de la República.
Así informó La Vanguardia de la Proclamación de la República en Barcelona y Madrid, (2), (3), (4), (5), (6), (7), (y 8)
El discurso
“En nombre de todo el Gobierno de la República Española, saluda al pueblo una voz, la de su presidente, rendida por la emoción e impulsada por el entusiasmo ante el espectáculo sin igual de una reacción casi imposible de imitar que esta nación ha dado al mundo resolviendo el problema de su revolución latente y cambio indispensable de su estructuración, en medio de un orden maravilloso y por voluntad y vía perfectamente legales.
”El Gobierno todo, en nombre del cual hablo, está compenetrado por su amor al país y dispuesto a resolver los ideales nacionales y ofrece que pronto, muy pronto, tan pronto como las circunstancias lo permitan, dictará el modelo de su estructuración política. Pero mientras tanto, el Gobierno realizará un programa de justicia social y de reforma administrativa de supresión de injusticia, depuración de responsabilidades y restablecimiento de la ley. Dará con todo ello la satisfacción que el pueblo anhela.
”El acto del domingo, con ser admirable y perfecto, ha tenido complemento grandioso con el requerimiento que ayer hizo la opinión al régimen monárquico para que desaparezca y la implantación en el día de hoy de la República por un acto de voluntad soberana, de iniciativa del país, sin el menor trastorno, completando aquella empresa de tal manera que el mundo entero sentirá y admirará la conducta de España, ya puesta en otras manos con un orden ejemplar, que ha de completar su eficacia.
Esta nación ha resuelto el problema de su revolución latente y cambio indispensable de su estructuración en medio de un orden maravilloso”
”Asistid al Gobierno con vuestra confianza, vigiladle en sus actos y, si incurrimos en responsabilidad, exigidlas; y con nuestro amor y con nuestra conciencia prometemos llenar todas vuestras aspiraciones. Si esto es así, no os reclamamos vuestro aplauso, sino vuestra confianza, para la satisfacción de la conciencia de todos nosotros.
”Nuestra autoridad sólo puede existir con vuestro apoyo, seguid unidos sin alborotos en las calles y respetad el derecho de todos; pero vigilad, pues sois la guardia nacional del Gobierno que acompaña al pueblo. Procurad que en vuestra conducta no haya nunca la menor protesta que sirva de pretexto para una reacción contraria y, si ella surgiere, quede ahogada.
”La normalidad en el país es completa, y nos hemos posesionado sin el menor incidente. El primer acto del Gobierno ha sido la concesión de una amplia y generosa amnistía.
Nuestra autoridad sólo puede existir con vuestro apoyo, seguid unidos sin alborotos en las calles y respetad el derecho de todos”
”Estamos todos seguros de que España goza de un completo amor en todas las regiones, que servirá para hacer una España grande, sin que ningún pueblo se sienta oprimido, y reine entre todos ellos la confraternidad.
”Con el corazón en alto os digo que el Gobierno de la República no puede dar a todos la felicidad, porque eso no está en sus manos, pero sí el cumplimiento del deber, el restablecimiento de la ley y la conducta inspirada en el bien de la patria. ¡Viva España y viva la República!”.
Origen: La República que nació en paz y vivió siempre en guerra