La sangrienta carga con la que Napoleón evitó el desmoronamiento de su «Grande Armée»
Las excavaciones arqueológicas en Deutsch-Wagram permitirán disponer de más datos acerca de los combatientes que participaron en la mayor batalla de la antigüedad hasta 1809. En ella, la Grande Armée derrotó a las tropas austriacas del archiduque Carlos sellando la victoria de Francia en la Guerra de la Quinta Coalición
Thank you for reading this post, don't forget to subscribe!
De Napoleón Bonaparte mucho se ha escrito. Resulta complicado abordar aspectos de su vida o de sus fines imperialistas sin caer en la redundancia. Empero, recientes excavaciones arqueológicas en Deutsch-Wagram permitirán ofrecer nuevos datos sobre la que es una de las mayores batallas de las guerras napoleónicas. Y es que bajo los campos agrícolas de esta pequeña localidad ubicada al noreste de Viena, a tan solo 20 kilómetros de la capital de Austria, se extiende un «cementerio» en el que, según diversas estimaciones, reposan alrededor de 55.000 cadáveres.
La Batalla de Wagram representa la victoria de las poderosas tropas del imperio francés sobre las de su homónimo austriaco. Acaecida durante los primeros días de julio de 1809, marcó sin duda un punto de inflexión en la Guerra de la Quinta Coalición que unió a Austria y Reino Unido frente a Francia en el momento mismo en que el país galo se encontraba inmerso en la Guerra de la Independencia española
. Ahora, mediante la exploración de las fosas comunes y los huesos, balas, botones y artículos personales que éstas esconden, los investigadores esperan alcanzar un relato más detallado de la refriega.
Parafraseando a Pierre Nora, lo que en definitiva se demuestra con estos estudios es que la Historia no es otra cosa sino la siempre incompleta y problemática reconstrucción del pasado. Solo cabe considerar como acertada la definición de este historiador francés dadas las múltiples investigaciones que se suceden cada día y que vienen, si no a contradecir narraciones tradicionalmente aceptadas, al menos sí a aportar originales puntos de vista. Deutsch-Wagram y la contienda allí enclavada hace dos centurias es otro ejemplo más de que los sucesos de relevancia histórica no escapan al continuo y deseable revisionismo.
Julio de 1809
Convencido de la impermeabilidad de sus fronteras centroeuropeas, Napoleón invadió España en la primera mitad de 1808. Bajo el pretexto de avanzar hacia Portugal, los regimientos del emperador francés penetraron en la Península y lo hicieron para quedarse. Pero con lo que no contaba el caudillo galo era con la resistencia del pueblo español, una oposición heroica frente al vecino usurpador que quedó patente desde la célebre y tempranera Batalla de Bailén (julio de 1808), cuando los soldados del general Castaños sellaron la primera derrota en campo abierto de la historia del ejército napoleónico.
Con la Grande Armée sumida en la guerra de la Independencia española, los austriacos, antes aliados de Francia, adivinaron la oportunidad de cuestionar la hegemonía de las tropas lideradas por el corso. El emperador Francisco II del Sacro Imperio Romano Germánico y I de Austria, todavía ansioso por vengar la humillante derrota de Austerlitz en 1805, avistó indicios de debilidad en el dividido Ejército Imperial Francés y, con ello, la posibilidad de recuperar el antiguo imperio alemán.
Informado de los movimientos militares en Austria, un desprevenido Bonaparte que no esperaba ofensiva alguna en el este abandona España, a donde nunca más regresó, para liderar la defensa de sus territorios en el centro de Europa.
Las hostilidades se desatan en abril de 1809, cuando la estrategia de Austria contempla un triple ataque a Baviera, Italia y Varsovia, coaligados con la gran potencia del momento. Pese a recibir el apoyo de Inglaterra en forma de acciones de la Royal Navy en el Canal de la Mancha, las huestes de Francisco II deberán afrontar la campaña continental en solitario.
En los meses venideros, una serie de enfrentamientos «menores» desembocaron en la famosa Batalla de Aspern-Essling (mayo de 1809), gran derrota del Napoleón estratega en sus operaciones castrenses. Seis semanas después, el ejército imperial galo contraatacó y sorprendió a sus oponentes. El esfuerzo bélico austriaco se topaba de bruces con la decisiva Batalla de Wagram.
Atravesando el río
La victoria de Aspern-Essling supuso un «chute» de confianza para la Kaiserliche Armee, ejército imperial de los Habsburgo en los territorios de la corona de Austria, y auspició revueltas en las zonas ocupadas por el «Empire Français». El que fue su primer revés serio en los últimos diez años auguró funestas consecuencias que el «pequeño Corso» no estaba dispuesto a permitir. Con rapidez y audacia preparó una nueva ofensiva.
Consciente del error táctico de mayo al intentar cruzar el río, Napoleón ideó meticulosamente el paso del Danubio. Concentró en la ribera derecha a su Grande Armée de 130.000 combatientes, amén de más 20.000 jinetes y 544 cañones, y fortificó la isla de Lobau, construyendo un puente de pontones a la orilla norte del río. El mal tiempo se alió con el emperador la noche del 4 de julio y la lluvia helada auxilió el traslado de la vanguardia del ejército francés a la otra orilla al deteriorar los puntos de observación austriacos. Habían conseguido consolidar una cabeza de puente, algo clave para los planes de «Su Majestad Imperial» al permitir la «mudanza» de sus huestes.
En el otro costado, la parálisis del archiduque Carlos, el hermano más joven del emperador Francisco, sorprende a propios y extraños. Algunos historiadores achacan a la euforia desatada tras la sorprendente victoria de Aspern-Essling el principal motivo de su perlesía. Carlos no atacó la fortificación francesa de la isla y confió en demasía en la posición relativamente fuerte que su ejército ocupaba en el Marchfeld. Al norte de esta vasta llanura discurrían las empinadas orillas cubiertas de árboles del arroyo Russbach, impedimento para el avance de la caballería y la artillería enemiga; más allá del mismo se emplazaba el escarpado del Wagram entre los pueblos de Deutsch-Wagram y Markgrafneusiedl. Al oeste del pueblo de Wagram, cayendo hacia el Danubio, se encontraban las alturas de Bisamberg.
Empero, otros doctos en la materia apuntan que la inmovilidad del comandante de los ejércitos austriacos fue debida a la espera del amparo que las reducidas y mermadas tropas de su hermano Juan de Habsburgo-Lorena pudieran prestarle. Tanto es así que le imploró que se adhiriese presto al ejército de los Habsburgo. «Esta batalla decidirá el futuro de nuestra dinastía. Te ruego acudas de inmediato, prescindiendo de pertrechos e impedimentos, y te unas a mi flanco izquierdo”, escribió al archiduque Juan. Para su infortunio, la ayuda solicitada no llegaría hasta la tarde del día 6, cuando los derrotados soldados de Carlos se batían en retirada.
Primer día de la Batalla
El 5 de julio los franceses atacan de improviso las desprevenidas posiciones de los austriacos, que se repliegan hacia Wagram. Con la caballería ligera de Lasalle y Marulaz a la izquierda, el IV Cuerpo de Masséna, el II Cuerpo de Oudinot y el III Cuerpo de Davout a la derecha, y el ala derecha custodiada por las Divisiones de Dragones de Grouchy y Pully, Bonaparte estaba listo para avanzar por el Marchfeld (los generales Auguste Marmont y el bávaro Karl von Wrede seguían inmersos en el paso del Danubio).
«El ejército francés se encontraba desplegado en un arco, desde el Danubio y Aspern a la izquierda, pasando por Breitenlee, Süssenbrunn y Aderklaa antes de girar a la derecha a lo largo del Arroyo Russbach hacia Markgrafneusiedl. (…) Eran casi las 18.00 horas, y Carlos y su EM -Estado Mayor, imaginamos- suponían que la batalla comenzaría al amanecer el día siguiente. Pero Napoleón estaba ya dando la orden de ataque inmediato», relata Ian Castle en «Aspern y Wagram, 1809: combate titánico entre imperios» (Ediciones del Prado S.A., 1995).
A eso de las 19.00 horas, la calma llegó a su fin. Oudinot arremetió contra el flanco derecho del pueblo de Baumersdorf en el centro de la línea del Russbach, pero la desordenada infantería francesa se topó con el bravo general österreichisch Hohenzollern y retrocedió posiciones. La cobertura llegó por la izquierda. La División Mixta de Dupas, agregada al ejército de Italia y seguida por Macdonald con la División de Lamarque, lideró el avance por el escarpado antes de girar hacia Wagram, amenazando la posición del I Korps austriaco.
Solo la aparición de Carlos en el momento en el que la infantería estaba a punto de ceder ante la caballería francesa frenó la marcha. El archiduque reagrupó a sus despavoridas tropas y las lanzó en furiosa respuesta. Según Castle, «el contraataque fue un completo éxito».
El nuevo intento de avance francés sobre Wagram, cuya bienvenida fue protagonizada por fuego de mosquetería, despertó al pueblo de la oscuridad de la noche y lo envolvió en un mar de llamas, humos y cadáveres donde únicamente reinaba el caos. Con Wagram ardiendo por los cuatro costados, los despropósitos se sucedieron uno tras otro. Y si no, que se lo pregunten a los sajones que luchaban junto a los «gallos». Al portar casacas blancas como las de sus oponentes y hablar el idioma alemán, llegaron a ser objeto de la propia fusilería francesa en numerosas ocasiones.
Refuerzos en la noche
Una vez fallido el intento de penetración rápida, Napoleón se apresuró para reanudar la lucha al alba. Además, se vio favorecido por la llegada del IX Cuerpo de Marmont y la División de Baviera de Wrede, consiguiendo acumular, según Castle, 140.500 soldados de infantería, 28.000 de caballería, 13.500 de artillería y 488 cañones. A todos ellos habría que sumar los 8.500 hombres y los 129 cañones de reserva en Lobau.
Sabedor de su superioridad, «Su Majestad Imperial» ideó un ataque envolvente en el que la línea austriaca, fijada por el resto de Cuerpos galos, sufriese la ofensiva de Masséna al norte, en Aderklaa, mientras Davout, girando el flanco en Markgrafneusiedl, llevaría el peso del ataque por la derecha.
A Carlos, inferior en número, solo le quedaba una opción: atacar primero, y por sorpresa, al nacer el día. Planeó una ofensiva sobre el débil flanco izquierdo francés para, desde el norte, caer sobre Davout. El archiduque se había anticipado.
Segundo día de la Batalla
El 6 de julio, a lo largo de un frente de unos 20 kilómetros, se libró la jornada decisiva. El primer contratiempo para Bonaparte tuvo lugar en Aderklaa. A primera hora de la mañana, y sin orden expresa, Bernadotte retiró a su desgastada unidad hacia una zona más segura, lo que permitió al österreichisch Bellegarde, con su I Korps, tomar con suma rapidez y facilidad el enclave y el espacio entre éste y Wagram. Furioso con su oficial, al que expulsó de la Grande Armée de manera fulminante, instó al IV Cuerpo, enviado a Aderklaa, su reconquista. La recuperación del control del pueblo, pero su final expulsión, fue el balance de las dos, tan mortíferas como infructuosas, intentonas de los hombres de Masséna.
A las 9.00 horas, Carlos mantenía una posición fuerte y tan solo 60 minutos después se le presentaría una oportunidad única. El VI Korps de Johann von Klenau había tomado Aspern y se dirigía hacia Essling amenazando la débil posición de los escasos 8.500 hombres de Boudet que defendían Lobau. Comenta Castle en su obra: «Había llegado el momento crítico de la batalla. Klenau había penetrado la izquierda francesa y sólo tenía frente a él a la desprotegida retaguardia». Sin embargo, las consignas lanzadas desde el cuartel general de Carlos sugerían el avance alineado de los destacamentos, de modo que el mariscal de campo se detuvo esperando la llegada del retrasado III Korps.
A diferencia del archiduque, el «pequeño Corso» no pecaría de cauto. Para proteger el flanco izquierdo, Napoleón no empleó a su infantería en reserva sino que ordenó a Masséna que se dirigiese al sur. Este movimiento detentaba un riesgo extremo pues el reorganizado IV Cuerpo debía progresar frente al III Korps y solo la valiente carga de la caballería de Jean-Baptiste Bessières, en una jugada más típica de baloncesto, «bloqueó» a los austriacos y salvó la estrategia de Bonaparte. 4.000 jinetes, bajo un fuego devastador, atacaron la línea austriaca entre Süssenbrunn y Aderklaa ganando un tiempo precioso, a pesar de las numerosas bajas sufridas.
Estabilizado el costado izquierdo, era el momento idóneo para que Davout, lugarteniente de Napoleón, iniciase un ataque crucial a la derecha: el emperador consideraba clave tomar Markgrafneusiedl. «Aquí se produjo la lucha más feroz de la batalla», confirma el autor de «Aspern y Wagram, 1809». Las repetidas arremetidas de las divisiones de Gudin y Puthod, amén de las de Morand y Friant por el este, fueron demasiado castigo para los defensores de un pueblo por el que las llamas se expandían a una velocidad de vértigo.
Cerca del mediodía, con Markgrafneusiedl ya ocupado, la División de Dragones de Grouchy ayudó a la caballería de Montbrun a repeler la embestida de su homónima austriaca al nordeste de la localidad. Tras fracasar este intento desesperado, los líderes de ambos ejércitos divisaron de cerca el fin de las hostilidades. Quedaba una última ficha del tablero por mover y «Su Majestad Imperial» no dudó un instante.
«Observando de lejos la progresión de Davout, Napoleón comenzó a dar órdenes para lanzar un ataque general a toda la línea. Masséna debería atacar con vigor a Klenau en Aspern; Oudinot, con el II Cuerpo, debería asaltar el escarpado y desalojar al II Korps, de Hohenzollern», detalla Castle. Mientras, Macdonald avanzaría por el centro francés hacia Gerasdorf, punto de unión del III Korps y la reserva de granaderos de Carlos. La lentitud de los 8.000 hombres de los que disponía el general galo, organizados como un gran cuadrado vacío, puso la formación a merced del fuego próximo de mosquetería por tres bandas. Tanto es así que, en el lapso de una hora, únicamente 1.500 soldados resistían estoicamente en pie. No obstante, «para aliviar la presión a que estaba sometido Macdonald, Napoleón ordenó a la división de reserva de Pacthod del ejército de Italia que lanzara un ataque hacia Wagram. (…) En refuerzo directo a Macdonald, Bonaparte envió a la división bávara de Wrede, apoyada por la Joven Guardia», continúa el autor.
Desenlace
Las huestes austriacas no solo no habían sido capaces de aprovechar la cuasi destrucción del «cuadrado de Macdonald». Para más inri, el IV Korps de Rosenberg retrocedía por el empuje de Davout, el I Korps de Bellegarde peleaba contra la unidad de Marmont, de refresco, y Klenau reculaba ante Masséna.
Este panorama solo auguraba un aciago destino para los intereses militares de Carlos. Consciente de ello, y conocedor también de que Juan no llegaría a la zona de conflicto hasta entrada la tarde, el archiduque ordenó la retirada de sus tropas, a la cual sí ayudó la tardía comparecencia de su hermano en el campo de batalla.
Wagram, con una participación de más de 300.000 hombres combatiendo a lo largo de un extenso frente, se convirtió en la mayor batalla que la Historia había visto hasta entonces. Su cáracter cruento y sangriento es igualmente destacable. Parece razonable fijar en más de 20.000 las bajas de cada bando y los más pesimistas apuntan a un total 55.000 caídos en apenas 2 días.
Para no rubricar la devastación de su desgastados regimientos, únicos garantes del futuro de la Dinastía, el archiduque Carlos solicitó un armisticio el 11 de julio y en octubre ambos imperios firmaron la célebre Paz de Schönbrunn que puso fin a la Guerra de la Quinta Coalición. Las condiciones del tratado fueron muy beneficiosas para Francia que, además de una indemnización y la reducción del ejército austriaco, obtuvo numerosas comarcas del territorio de los Habsburgo.
Los citados términos favorables, sin embargo, son contradichos por lo fundamental de la Batalla de Wagram. A su conclusión, el viejo continente estaba a merced de Napoleón, sí, pero el emperador había sido incapaz de infligir una derrota decisiva a su obstinado adversario. Al Ejército Imperial Francés había que vencerle sin presentar batalla frontal; la guerra de desgaste de Austria dio la idea, pero carecían de algo que sí poseía Rusia: inmensidad.
«Para el resto de Europa, Austria había roto el hechizo de invencibilidad de Napoleón. La marea se volvió contra él. Nunca más experimentó la gloria suprema de una campaña triunfal en los campos de batalla europeos, ni su frente ciñó los laureles del vencedor», concluye Ian Castle en su obra.
El hallazgo
Desde que comenzaron las excavaciones en marzo de 2017, se han localizado varias fosas comunes cargadas de elementos de enorme valor para la reconstrucción de la historia. Tal es la magnitud del emplazamiento a explorar que, como informa « Live Science», uno de los sitios que se les ha encargado a los expertos investigar cubre un área de tamaño equivalente a 27 campos de fútbol americano.
«Estamos en el punto clave de la batalla. Esta es la razón por la que creo que tenemos tantos hallazgos», afirma el arqueólogo Alexander Stagl en declaraciones recogidas por la revista de divulgación científica. Y es que 55.000 es la cifra aproximada de soldados caídos en apenos dos días de lucha. Nada más, y nada menos. «Siempre supimos que este campo de batalla estaba por aquí, pero nunca ha habido investigación arqueológica planificada o enfocada», confiesa el ya citado CEO de Novetus, la firma de gestión de recursos naturales de Viena que adquirió el contrato para la disquisición de la zona.
Para Stagl, objetos como los botones son capaces de resolver muchos enigmas ya que pueden revelar el rango y la nacionalidad del combatiente y, por consiguiente, permitir a los arqueólogos descubrir, incluso, su nombre. Muchos de los guerreros fueron enterrados con su uniforme y, pese a la desintegración de los textiles, los botones de metal han sobrevivido.
Por su parte, para Michaela Binder lo realmente interesante es llegar a conocer el modo de vida de los soldados. De los 50 esqueletos excavados hasta principios de junio de este año, la mayoría corresponden a hombres jóvenes de entre 16 y 30 años. La bioarqueóloga del Instituto Arqueológico de Austria confirmó que los huesos mostraban rastros de escorbuto por la carencia de vitamina C, amén de una inflamación de las articulaciones debida a las largas caminatas con cargas pesadas y de infecciones como la neumonía que habrían corrido como la pólvora a lo largo y ancho del campamento militar.
La propia Binder, quien ya examinara con anterioridad las osamentas del campo de batalla de Aspern, llegó a la conclusión de que las seis semanas que transcurrieron entre la Batalla de Aspern-Essling y la de Wagram fueron duras para los soldados por el aumento de las enfermedades respiratorias observadas. Según ella, sus historias no estaban registradas en los relatos oficiales, crónicas y poemas de las guerras napoleónicas: «Creo que la bioarqueología tiene la responsabilidad de documentar sus historias. Estos fueron los hombres que soportaron el peso de la lucha».
Origen: La sangrienta carga con la que Napoleón evitó el desmoronamiento de su «Grande Armée»