La verdadera historia de Gerónimo, el «granuja depravado» que detestaban hasta los indios
En «La tierra llora», Peter Cozzens realiza un preciso retrato del auténtico Gerónimo. «No era un buen hombre. Nunca oí nada bueno de él. La gente nunca dice que hizo cosas buenas», recoge sobre el testimonio de una hija del jefe chokonen Naiche, tan amigo como enemigo del vil apache
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La cinematográfica figura de Gerónimo ha quedado vinculada a la del último apache en rendirse. Un grito de guerra, de los paracaidistas americanos, «¡Gerónimooo!», para recordar con romanticismo al alma libre del guerrero que luchó contra el ejército americano hasta que no le quedó aliento, ni escondite en México. Algo que cantar con admiración, sino fuera porque debajo de la leyenda había un ser humano despreciable, un hombre cuya violencia y alcoholismo hartaron incluso a los suyos.
En el reciente libro de Ediciones Desperta Ferro, «La tierra llora», Peter Cozzens realiza un preciso retrato del auténtico Gerónimo. «No era un buen hombre. Nunca oí nada bueno de él. La gente nunca dice que hizo cosas buenas», recoge sobre el testimonio de una hija del jefe chokonen Naiche, tan amigo como enemigo del vil apache. Al teniente Bourke, que por lo demás apreciaba a los apaches como exploradores fiables, diría de él que era «un granuja depravado al que me gustaría estrangular». Un sádico que disfrutaba matando y que, en cierta ocasión tras emborracharse, reprendió con tanta brutalidad a un sobrino suyo que el joven se suicidó.
Un inadaptado entre los suyos
Nacido en 1829, Gerónimo fue llamado en su nacimiento «Goyahkla», que significa «El que bosteza», de ahí que aceptara encantado el apelativo con el que le designaban los mexicanos, Jerome, para aumentar su ferocidad militar. Incluso quienes le detestaban creían firmemente que Gerónimo poseía atributos místicosque encasquillaban los rifles de sus enemigos y hacían inmune a las balas a cuantos cabalgaran junto a él. Un hombre «medicina», adivino y experto en hierbas y en curación que, como recuerda Cozzens, no luchó contra los pieles blancas por apego a su tierra como otros pieles rojas, sino para vengar la muerte en Sonora de su madre, de su primera esposa y de sus hijos a manos mexicanas en 1858.
Y, precisamente, esa es la principal diferencia entre Gerónimo y otros guerreros indios célebres como Toro Sentado o Caballo Loco: su campo de actuación estuvo orientado más a México, en torno a la Sierra Madre, que a territorio estadounidense. Su enemigo persistente fue el Ejército de México, como lo era para los apaches del sur los españoles antes de la independencia de las posesiones de ultramar de este imperio. Lo cual no quita que al final los estadounidenses se cansaran de sus correrías y le buscaran por todos los crímenes acumulados.
La sociedad chiricahua, un grupo de indígenas apache que vivía en áreas del suroeste de Nuevo México y el sureste de Arizona, estaba dividida entre los que colaboraban con el Ejército americano –la mayoría– y los que se dedicaban a la tradicional vida depredadora de los indios, esto es, saquear, violar, robar ganado y luego esconderse en Sierra Madre. Gerónimo, destacado representante del segundo grupo, era considerado un paria por la mayoría de sus compatriotas y en la reserva de San Carlos contaba con pocos partidarios. No obstante, el 30 de septiembre de 1881 se produjo un incidente en esta reserva que le situó al frente de una inesperada revuelta. Ante el miedo a una supuesta operación para arrestar a los elementos más beligerantes de la reserva, 375 apaches, entre ellos 74 guerreros, escaparon de San Carlos y sembraron, con Gerónimo a la cabeza, el terror por donde pasaron.
Una vez instalados en Sierra Madre (México) buscaron un plan para «liberar» al resto de indios que habían quedado en San Carlos. Gerónimo propuso una expedición para sacar de allí a los descontentos, que eran una minoría, y robar de paso todo el ganado. El 16 de abril, el líder apache atacó el lugar al grito de «¡Cogedlos a todos! ¡Disparad a todo aquel que se niegue a venir con nostros!». Hasta el punto de que algunos de los 179 chihenes «liberados» que partieron con Gerónimo lo hicieron apuntados con rifles indios. Como señala Cozzens, los apaches llevaron así a cabo la más violenta razia de su historia, robando, quemando a mujeres, arrojando a niños blancos contra cactus y torturando a blancos y a indios sin hacer aprecio.
México no distingue prisioneros o secuestradores
La desgracia de los 179 chihenes cautivos se tornó en tragedia cuando el 29 de abril fueron atacados por el Ejército mexicano en una emboscada donde Gerónimo se preocupó únicamente por sus hombres. Sin distinguir que los chihenes estaban en contra de su voluntad, los mexicanos «mataron allí mismo a familias enteras, incapaces de defenderse». En lo que probablemente sea una anécdota apócrifa, se dice que el líder apache ordenó a las mujeres, antes de marcharse, que estrangularan a sus bebés para que sus gritos no estropearan su huida. En total murieron 68 indios y fueron capturadas y vendidas como esclavas 33 mujeres y niñas.
Escurridizo y traicionero, Gerónimo esquivó en los años siguientes a mexicanos, estadounidenses y cuantos cazarecompensas se cruzaron en su camino. En mayo de 1883, el Gobierno de EE.UU. ordenó realizar operaciones en México, sin la autorización de este país, para dar caza a la banda de saqueadores. Una interminable hilera de exploradores apaches se ofreció a unirse a la captura del infame Gerónimo. Cercado por el general americano Crook, el apache terminó por reconocer que sus poderes eran más fuertes que los suyos cuando su campamento recóndito en Sierra Madre apareció rodeado.
Crook prometió tratar como un amigo al líder apache si se rendía y le acompañaba a EE.UU. de forma pacífica; a lo que Gerónimo accedió temeroso de que los mexicanos vinieran por el mismo camino haciendo gala de métodos más agresivos. Con las raciones disminuyendo y sin capacidad de hacer tantos prisioneros, a Crook no le quedó más remedio que confiar en la palabra del caudillo apache y replegarse.
Sí, era cierto que los mexicanos estaban cerca. En enero de 1883, los mexicanos sorprendieron a uno de los lugartenientes de Gerónimo en su campamento de invierno de Sierra Morena. Murieron 14 hombres y numerosas mujeres fueron capturadas, entre ellas una esposa de Gerónimo. Otra cosa es que fuera a cumplir su promesa de entregarse a EE.UU. mientras pudiera esquivar a los mexicanos, cada vez más diestro en la batalla con los indios. Crook esperó, y esperó durante meses… En el Congreso llevó a debatirse si no era Crook el que había sido capturado y no al revés. No fue hasta finales de 1883 cuando Gerónimo, sin escapatoria en México, apareció por sorpresa en San Carlos.
Durante un tiempo permaneció alcoholizado y causando incidentes menores en la reserva. Solo cuando se cansó de aquella vida y de las prohibiciones del Gran Padre blanco organizó una nueva revuelta, a la que se unió solo un 3 por ciento de los indios de la reserva, y puso dirección a México. Claro está, que segundas partes nunca han sido buena, salvo por Terminator 2, la Segunda parte del Padrino o Aliens. La nueva, y desastrosa, aventura de Gerónimo en Sierra Madre fue la prueba de sangre de que el tiempo en el que los apaches habían cruzado, impunemente, una y otra vez, la frontera estaba llegando a su fin.
Sin escapatoria, sin palabra
Sorprendido esta vez en el sobrecogedor paisaje del Espinazo del Diablo por otra incursión ilegal de los estadounidenses, Jerónimo y sus lugartenientes prometieron verse con Crook en la frontera. Contra todo pronóstico, el 25 de marzo de 1886 fueron fieles a la cita, aunque lo hicieron borrachos por completo y muy nerviosos. El general permaneció con gesto pétreo ante la inesperada verborrea del apache. Se limitó a lanzar un ultimátum: o se rendían o les mataría aunque «le llevara 50 años». «Me entrego. Una vez fui como el viento. Ahora me entrego ante ti, y eso es todo», terminó pronunciando Jerónimo para escenificar lo que se suponía el final de su vida como saqueador.
Bonitas palabras, pero falsas. El miedo a que el Gobierno no se conformara con llevar a Jerónimo a una reserva, tal vez prefiriendo mejor ponerle grilletes o incluso una horca, condujo al apache a una última cabalgada de saqueo antes de rendirse definitivamente en el verano de 1886.
Si al final Jerónimo se entregó al ejército fue porque no tenía escapatoria ya y porque su propio pueblo le había dado varias veces la espalda por su brutalidad. Como apuntó Crook, para entonces relevado del mando en el sudoeste, «la rendición final de Gerónimo y su reducido grupo se consiguió solo gracias a los chiricahuas que permanecieron fieles al Gobierno». Un pueblo que fue recompensado, más bien castigado, con sucesivos cambios en la ubicación de su reserva.
Todavía viviría 23 años más Gerónimo después de su rendición, reasentado en Fort Sill, Oklahoma, como un pacífico granjero. De este periodo procede su mitificación, cuando empezó a asistir como una celebridad a ferias y festivales dedicados al Viejo Oeste. En 1905, participó en el desfile inaugural del presidente Theodore Roosevelty dictó su autobiografía en términos exagerados y casi legendarios. Además se convirtió al cristianismo, aunque no renunció a sus creencias apaches.
Pereció en febrero de 1909 cuando cayó del caballo, completamente borracho, junto a un arroyo de Lawton, Oklahoma, y pasó la noche helada sumergido en el agua. Días después fallecería a causa de una pulmonía.
Origen: La verdadera historia de Gerónimo, el «granuja depravado» que detestaban hasta los indios