26 abril, 2024

Las desconocidas cartas de la Ana Frank francesa antes de su ejecución en Auschwitz: «Papá, sácame de aquí»

Una de los pocos retratos que hay de Marie Jelen, sobre tres de sus cartas
Una de los pocos retratos que hay de Marie Jelen, sobre tres de sus cartas

Marie Jelen fue detenida con 10 años en París, donde empezó a escribir a su padre para contarle cómo era su vida en los campos de prisioneros nazis antes de ser asesinada por los nazis

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«Querido papá: nos llevan al Velódromo de Invierno, pero no nos escribamos ahora, porque no es seguro que nos quedemos aquí. Un beso fuerte y otro de mamá, tu hijita que se acuerda mucho de ti», contaba Marie Jelen en la primera de las siete cartas que escribió poco después de que se produjera, en París, la redada más importante que los nazis realizaron en Francia, contra los judíos, durante la Segunda Guerra Mundial. Estaba dirigida a su padre, Izek, poco después de ser detenida junto a su madre, Estera, en la madrugada del 16 de julio de 1942.

La pequeña Marie, que tenía solo 10 años, fue uno de los 4.051 niños que fueron arrestados ese día, junto a otros 3.031 hombres y 5.802 mujeres.

En total 12.884 judíos, de los cuales, alrededor de 7.000 personas fueron enviadas al Velódromo de Invierno. A nuestra protagonista la bautizaron como «la Ana Frank francesa», aunque su odisea no se reveló hasta 2003, cuando salieron a la luz las citadas cartas, que fueron estudiadas por Mercedes de Vega para la publicación hace un año de ‘Una historia desconocida, Marie Jelen’ (Huso).

La autora estuvo cinco años investigando sobre la corta vida de la chiquilla con la ayuda de Serge Jelen, el hermano que su padre tuvo con otra mujer cuando este se quedó viudo. Este le dio la información que necesitaba para completar las lagunas que se cernían sobre el periplo de Marie, cuyas palabras en la primera carta no parecían muy alarmantes. A pesar de ello, ella y su madre pasaron en el velódromo varios días sin comida ni agua y en condiciones sanitarias deplorables. Pero no se equivocó, pues el día 19 ambas fueron enviadas al campo de Pithiviers. Era el principio de un camino sin retorno hacia el infierno.

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«Tengo escarlatina»

Este campo de prisioneros situado a cien kilómetros de París, en uno de los suburbios de la ciudad que le da nombre, fue el primero que los nazis acondicionaron en Francia, junto al de Beaune-la-Rolande, para el internamiento de judíos. El 14 de mayo de 1941 enviaron allí a los primeros 3.710. Las condiciones sanitarias eran también pésimas. Ni siquiera había enfermería para atender a los internos. En un principio, sobrevivían gracias a las escasas donaciones de alimentos de la Cruz Roja, mientras en cada barracón, mal ventilado y en el que hacía un calor sofocante en verano y mucho frío en invierno, se apiñaban más de 120 personas.

Marie Jelen y su madre Estera, en París, en 1941
Marie Jelen y su madre Estera, en París, en 1941

«Querido papá: estoy enferma, tengo la escarlatina, que no es nada grave, pero dura mucho tiempo. Tengo que quedarme 40 días en cama, los primeros días no pude comer, así que nos dan leche. Estoy muy bien de salud. Hace 18 días que estoy enferma. Se come bien, puré de patatas, arroz, fideos. Un beso muy fuerte de tu hijta que te quiere», explicaba Marie en la segunda carta, antes de que su madre fuera enviada a Auschwitz once días después de llegar a Pithiviers. Nunca más la volvió a ver. Tampoco a su padre.

Cuenta la autora que Icek y Estera abandonaron su Polonia natal en la década de 1920. Llegaron a París huyendo de las persecuciones, sin imaginarse que se encontrarían con una represión todavía mayor en Francia, tras la invasión de los alemanes en 1940. Alí nació Marie y allí sufrió la familia las leyes contra los judíos implantadas por Hitler, que obligaron a su padre a cerrar su sastrería. Emigró a las Ardenas a trabajar en condiciones de esclavitud para una empresa agrícola que explotaba las tierras de la Francia ocupada, dejando a su hija y su mujer en la capital gala, sin imaginarse tampoco que no las volvería a ver.

La última carta

Cuando Marie envió las dos siguientes cartas, el 27 y el 29 de agosto de 1942, su madre ya había sido asesinada en Auschwitz, aunque ella no supiera de su paradero y se refiera a los asuntos más cotidianos del campo: «Querido papá: Perdona por no escribir antes porque en la enfermería hay niños más pequeños que yo, y cuando la enfermera y la señora que se ocupa de los niños enfermos están fuera, los mayores debemos ocuparnos de los más pequeños […]. La señora que nos cuida es muy amable conmigo, nos mima mucho. La comida que nos dan está buena, lo único es que no podemos comer las cosas con sal y si no está dulce, no está bueno. Me acuerdo mucho de ti, ¿estás bien de salud? Yo, cuando me canso de estar todo el tiempo en la cama, me levanto un poco. No se me ocurre nada más que contarte».

En una odisea extraordinaria, Icek se marcha muy preocupado del campo de trabajo tras la última carta de su hija, datada el 18 de septiembre, en la que se atisba ya el final que le espera a la pequeña Marie Jelen: «Querido papá: Trata de sacarme de aquí para poder estar contigo otra vez, porque aquí me estoy quedando sin fuerzas. He adelgazado mucho y todavía estoy enferma. He cogido otra enfermedad, la varicela. Hay gente que dice que van a dejar libres a los niños que tengan menos de 16 años. Espero que me llegue tu respuesta lo antes posible. Que sigas bien, sobre todo no caigas enfermo como me pasa a mí. No lo pases mal como yo, que me pongo a llorar cada vez que me acuerdo de ti. Tu hijita que te quiere y te envía un beso muy fuerte».

Cuando su padre llega a aquel París atestado de nazis, confirma que ni su hija ni su esposa están allí ya. Consigue también llegar a Pithiviers sin ser detenido, donde tampoco encuentra una respuesta al paradero de su familia. Aunque él no lo sabe, su pequeña Marie había sido deportada a Auschwitz, el 21 de septiembre, en el convoy número 35. Viajó a su destino final con otros 163 niños, que fueron especialmente vulnerables al Holocausto. Los nazis los calificaron como «indeseables» o «peligrosos» y los consideraban como una parte indispensable de la «lucha racial».

El balance del terror

Esa es la razón de que los alemanes y sus colaboradores asesinaran, aproximadamente, a 1,5 millones de niños. De ello, más de un millón eran judíos, como Marie Jelen, a la que su padre perdió el rastro. Entonces huyó al sur de Francia y llegó a Nontron, en Dordoña, donde se refugió hasta que terminó la Segunda Guerra Mundial. Al cabo de los años, acabaría rehaciendo su vida con otra mujer y teniendo a su hijo Serge, el mismo que colaboró con De Vega en la reconstrucción de su biografía.

El balance más desolador del exterminio nazi fue hecho público en 2013 por el Holocausto Memorial Museum de Washington, a través del proyecto ‘Enciclopedia de Campos y Guetos’. El resultado fue un mapa de 42.500 campos de concentración, guetos y factorías de trabajos forzados que provocaron entre 15 y 20 millones de muertos o internados. En su mayoría judíos, pero también integrantes de otros grupos perseguidos por el nazismo, como los gitanos y los homosexuales. «Las cifras son más altas de lo que originalmente pensamos», aseguró el director del German Historical Institute de Washington, Hartmut Berghoff.

Sin embargo, el cómputo de la mayoría de estudios hechos desde 1945 era de seis millones. Ese mismo año, el Instituto de Asuntos Judíos de Nueva York ya situó los muertos entre 5.659.600 y 5.673.100. Una cifra similar a la que fue revelada antes por William Höttl, antiguo miembro de las SS, que declaró que fue usada por Adolf Eichmann, el arquitecto de la solución final, en 1944. Eso daría un porcentaje de niños víctimas del Holocausto terriblemente alta.

Origen: Las desconocidas cartas de la Ana Frank francesa antes de su ejecución en Auschwitz: «Papá, sácame de aquí»

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