Las hazañas (y los fracasos) del mariscal Zhúkov
Thank you for reading this post, don't forget to subscribe!
Moscú, 24 de junio de 1945. Sobre un caballo blanco y con el pecho cubierto de medallas, el mariscal del Ejército Rojo Gueorgui Konstantínovich Zhúkov pasa revista a las tropas que desfilarán por la plaza Roja para celebrar la victoria sobre la Alemania de Hitler. Sin embargo, pronto sería relegado a un oscuro distrito militar, y ni siquiera mencionado en el aniversario de la victoria que tanto había contribuido a lograr. Tras un obligado paréntesis, volvería a la vida pública como ministro de Defensa, pero por poco tiempo. Defenestrado otra vez, retornaría, ahora definitivamente, a la vida privada.
En honor a la verdad, Zhúkov nunca se mostró muy hábil en la esfera política. Era un buen militar. Uno de los mejores con que contó la URSS en la Segunda Guerra Mundial , aunque quizá no el mejor, como se tiende a repetir. En sus discutidas memorias parece que se atribuyó algún mérito que no le correspondía, y pasó de puntillas por alguna derrota que sí llevaba su firma. Sea como fuere, una especie de halo protector le acompañó siempre, y, al contrario que muchos de sus compañeros, caídos violentamente, acabaría sus días en la cama de un hospital de Moscú el 18 de junio de 1974.
Estas fueron las principales hazañas militares y también su principal fracaso en su carrera hasta lo más alto del Ejército Rojo:
Zhúkov participó en la Gran Guerra desde agosto de 1915. Estuvo destinado a Caballería y pronto su diligencia le reportó ascensos. Tras la conflagración, y en plena Revolución Rusa, ingresó en la 1.ª División de Caballería del Ejército Rojo, y poco después en el Partido Comunista. Sufrió graves heridas en la guerra civil desencadenada en Rusia a raíz de la revolución, lo que le ayudó a ascender.
En 1932, Japón creó el estado títere de Manchukuo, y desde entonces los incidentes con la República Popular de Mongolia, en la órbita soviética, fueron en aumento. A partir de 1936, el conflicto escaló hasta convertirse en una lucha más o menos abierta. La Stavka (el Estado Mayor General) envió a Zhúkov (a la dcha. de la imagen) a dirigir el recién creado Primer Grupo de Ejércitos Soviético-Mongol. En 1939, mediante una exitosa campaña de desinformación, Zhúkov logró engañar a la inteligencia militar japonesa y lanzó un ataque sorpresa. Las tropas soviético-mongolas cercaron al 6.º Ejército Imperial y lo aniquilaron. Todo un éxito para Zhúkov, que recibió el título de Héroe de la Unión Soviética y fue felicitado en persona por Stalin.
Cuando Alemania empezó la invasión del territorio soviético en 1941 (en la imagen, tropas alemanas durante la operación), su avance parecía imparable. Para detener al ejército germano, Zhúkov planeó el exitoso contraataque de Elnya. Viendo que el eje del avance alemán basculaba hacia Kiev, propuso un ataque local que pillara desprevenido al enemigo, detuviera su progresión en la zona central del frente y fijara la línea de combate. Salió como esperaba y consiguió las felicitaciones de Stalin.
Otro gran éxito para Zhúkov fue Leningrado. La capital del comunismo soviético estaba a punto de caer. El militar soviético supervisó defensas, movilizó todo lo movilizable, población civil incluida, y, lo más importante, alentó un espíritu de resistencia que perduró tras su marcha. Al final, Hitler desistió de tomar la urbe por asalto, prefiriendo someterla a un cerco de fuego y hambre. Pero los alemanes no lograron hacerse con la ciudad. Con ello, Zhúkov consiguió estabilizar el frente norte. Volvió a Leningrado tras la victoria en Stalingrado y planificó la operación que levantaría el sitio. Foto: Wikimedia Commons / RIA Novosti archive, image #5634 / David Trahtenberg / CC-BY-SA 3.0.
Durante el largo asedio de Leningrado, el Führer centró sus planes en la conquista de Moscú. Zhúkov, nombrado comandante en jefe del Frente Occidental, organizó la defensa. A los integrantes de la Wehrmacht les empezaba a faltar de todo, mientras Zhúkov recibía refuerzos de Siberia y otras regiones de la URSS. En diciembre de 1941, el Ejército Rojo pasó al ataque, y la línea alemana se hundió. Poco faltó para una desbandada general. La profesionalidad de los soldados germanos y la taxativa orden de Hitler prohibiendo todo repliegue evitaron el desastre alemán. Zhúkov atribuyó la victoria a la preclara mente de Stalin y al valor de las tropas, pero tanto el general como los moscovitas sabían que él era “el salvador de Moscú”. Foto: Wikimedia Commons / RIA Novosti archive, image #604273 / Arkadyi Shaikhet / CC-BY-SA 3.0.
La primavera de 1942 propició una nueva ofensiva alemana (en la imagen), esta vez hacia el sur, con el fin de apoderarse del petróleo soviético. La ruta pasaba por Stalingrado. El avance de la Wehrmacht estaba exponiendo sus flancos, así que la Stavka preparó una contraofensiva con el fin de envolver los ejércitos alemanes y aniquilarlos. En paralelo a las operaciones de defensa de Stalingrado, se organizó la Operación Marte, que tenía como objetivo eliminar el grupo de ejércitos de Rzhev que apuntaba a Moscú. Zhúkov dirigió la ofensiva de Rzhev, pero la operación fue un fracaso total. Sin embargo, no desacreditó al general, que además se atribuyó gran parte del mérito de la victoria de Stalingrado. Foto: Wikimedia Commons / Bundesarchiv, Bild 101I-269-0219-24 / Böhmer / CC-BY-SA 3.0.
Zhúkov (a la dcha.), como miembro de la Stavka, recomendó con acierto una operación defensiva de desgaste en profundidad ante la previsible ofensiva alemana en Kursk del verano de 1943. Después de la batalla de Kursk, en la que coordinó diversos frentes, la iniciativa quedó definitivamente en manos del Ejército Rojo.
El mariscal liberó gran parte de la URSS, ocupó Polonia y entró en el Reich. Solo faltaba tomar Berlín. Zhúkov siempre creyó que el mérito le correspondía a él, pero el 1.º Frente Ucraniano del mariscal Iván S. Kónev también estaba muy bien situado para lograrlo. Finalmente, Stalin decidió que fuera Zhúkov quien conquistara la capital. El militar ordenó un poderoso ataque frontal tras un fuerte bombardeo en los Altos de Seelow. Los alemanes cedieron, pero el ejército soviético perdió más de 35.000 hombres. Se abría así el camino a Berlín, que cayó tras una sangrienta lucha.