28 abril, 2024

Las mentiras sobre la pacífica conquista islámica de España: «Se usó una gran cantidad de violencia»

Guerreros musulmanes representados en el manuscrito musulmán de la Maqamat Al-Hariri
Guerreros musulmanes representados en el manuscrito musulmán de la Maqamat Al-Hariri

Yeyo Balbás, investigador experto en el periodo, mezcla el oficio de historiador con la prosa de un novelista para narrar en ‘Espada, hambre y cautiverio’ una historia de la conquista sin tantos mitos y tintes ideológicos

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«Espada, hambre, cautiverio» son las palabras con las que el anónimo escritor de la ‘Crónica Mozárabe’ describió la conquista y sometimiento islámico de la Península, y también es el título escogido para el libro que Yeyo Balbás acaba de publicar en Desperta Ferro Ediciones con una idea de desmitificar los relatos tradicionales e infectados de ideología. Contra el mito de que la llegada árabe fue una oda a la paz, contra el relato de que los visigodos eran un pueblo pobre y desastroso fácil de conquistar, contra la idea fantasiosa de que los musulmanes establecieron un régimen tolerante con el resto de religiones y un sinfín de leyendas que envenenan la visión sobre esta época.

Yeyo Balbás , investigador experto en el periodo, mezcla el oficio de historiador con la prosa de un novelista para narrar, con prólogo del especialista Jóse Soto Chica , desde los últimos días de la Spania visigoda a los primeros de la resistencia cristiana por parte de un «asno salvaje» llamado Don Pelayo en el norte del país. Frente a los relatos tradicionales e ideologizados, ‘Espada, hambre y cautiverio’ se esfuerza por reconciliar los hechos militares con su contexto, de manera que el derrumbe del reino godo se emplaza en una crisis política, tiempo de malas cosechas y epidemias que propició que la expansión internacional árabe, la mayor ola conquistadora desde la Antigüedad, arrasara con una entidad política que era como mínimo más sólida que sus vecinos del norte.

–No tiene problema en usar el término España incluso en el título del libro, pero otros lo evitan por cuestiones ideológicas…

–Dentro del ámbito académico está bastante estandarizado el uso de Spania . España procede de Hispania, que es el término que empleaban los romanos y que fue evoluciona posteriormente. Los investigadores para evitar el equívoco entre lo que es la nación moderna de España con respecto a la realidad de la Península Ibérica de la Antigüedad usan Hispania con h. Que despierte suspicacias en determinados segmentos ideológicos es otra cuestión.

El rey Don Rodrigo arengando a sus tropas en la batalla de Guadalete, de Bernardo Blanco. 1871. (Museo del Prado, Madrid).

–Sobre la controversia de otros términos tradicionales, ¿considera usted adecuado el de Reconquista?

–Hoy en día, a nivel historiográfico, el término Reconquista alude a una ideología legitimadora surgida en una época muy temprana, ya en el siglo IX alrededor del Reino de Asturias . Las crónicas hablan de que el Rey Alfonso III estaba destinado a restaurar el reino de los visigodos y a reinar sobre toda España, de modo que esa idea se convirtió en una ideología legitimadora para justificar todas las campañas militares contra Al-Ándalus dentro de una causa común legítima. El término que se emplea en la época no es reconquistar, sino restaurar, pero el concepto en sí recoge esa visión que tenían los cristianos del norte respecto a sus campañas militares. Fue tan ampliamente asumido por esta gente que resulta relevante, aunque realmente no refleje exactamente la realidad histórica. Una cosa es lo que las personas del pasado eran y hacían, y otra cosa, cómo ellos mismos se percibían.

–Una idea que intenta su obra desmitificar es la de un reino visigodo atrasado y frágil que cae rápidamente por sus propias debilidades .

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–El conflicto se ha explicado tradicionalmente como el resultado de los propios problemas internos y estructurales que tenía el reino visigodo y, sobre todo, por la pérdida del poder de la monarquía ante el creciente poder de la aristocracia y otra serie de cuestiones de más hondo calado. Hoy en día, muchos investigadores cuestionan esta idea y piensan, por el contrario, que realmente el reino visigodo era una de las estructuras políticas más sólidas de Europa occidental y que en muchos aspectos era más similar al Imperio Bizantino que a otros reinos germánicos. Si hablamos de fragmentación política, evidentemente el reino visigodo estaba muchísimo más unido de lo que lo estaba la esfera anglosajona. Hay una corriente de investigadores que piensa que lo que ocurrió sencillamente es que los conquistadores aprovecharon un periodo de guerras civiles que no significaba necesariamente una crisis insuperable.

–Tampoco es correcto ver a los primeros árabes que llegaron a la Península como fanáticos religiosos.

–Las fuentes árabes más tempranas son del siglo IX y están muchas veces redactadas por ulemas y expertos en jurisprudencia islámica que tratan de atribuir unas motivaciones muy religiosas y muy piadosas a los primeros conquistadores. Se los presenta como gente que despreciaba los bienes materiales y estaban dispuestos a ofrecer su vida por difundir la palabra de Alá, pero es una visión sesgada que no refleja los hechos, porque muchas veces el propio Mahoma tuvo problemas para reunir tropas y hombres dispuestos a una campaña militar si no había una perspectiva de botín de guerra. Desde nuestra visión occidental moderna, una lectura literal de estas fuentes nos hace pensar que efectivamente eran fanáticos y que sus acciones son parecidas a las del yihadismo moderno. Algo que está también bastante asumido dentro del imaginario islámico moderno… Sin embargo, si hacemos una lectura crítica de las fuentes veremos que solamente es una serie de clichés.

–Otra aportación de su libro es la visión internacional, ¿en qué puede modificar el relato tradicional ?

–En mi libro, trato de abordar la expansión del Islam desde la época de Mahoma para darle una perspectiva más amplia e internacional. Y esta perspectiva amplia permite constatar que no hay nada inusual en la rapidez de la conquista de España. De hecho, los árabes, tras la muerte de Mahoma , prácticamente en quince años se hicieron con un enorme imperio que se extendió desde la actual Túnez hasta el río Indo. La conquista del reino visigodo no es ninguna anomalía dentro de este proceso. En general, todas las estructuras políticas de la Antigüedad eran extremadamente débiles, tenían una demografía muy pobre y las labores militares recaían sobre una reducida élite social. La destrucción de todo esa élite en una sola gran batalla hacía que amplios territorios se vieran indefensos y forzados a capitular ante los conquistadores. Por eso, los tratados de la época recomendaban evitar las grandes batallas a campo abierto, donde te lo jugabas todo por el todo. Así ocurrió en la batalla de La Janda, mal llamada de Guadalete, y en otra de Écija, pues la mayor parte de la Península quedó sin efectivos para poder hacer frente a los invasores.

«La leyenda de Don Julián se incorporó de forma tardía a la narrativa cristiana por influjo árabe»

–La tradición dice que el gobernador de Ceuta, Don Julián, fue el responsable de abrir la puerta a los musulmanes por una venganza familiar contra el Rey visigodo Don Rodrigo. ¿Hay algo de cierto en esta historia?

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–Es un tema literario que se repite desde las sagas nórdicas hasta los cuentos persas: la del rey que viola a la hija de uno de los subordinados y él se venga propiciando el hundimiento de todo el reino. La ‘Crónica mozárabe’ no hace ninguna mención a una traición o a la violación de ninguna hija del gobernador de Ceuta. Tampoco lo hace la fuente árabe más antigua… Es una leyenda de origen egipcio que luego fue reproducida por la historiografía árabe. Por tanto, se incorporó de forma tardía a la narrativa cristiana por influjo árabe. La cronología de los hechos demuestran que esta leyenda es imposible. Hacia el año 709 Julian habría cambiado de bando, pero es que el Rey Rodrigo no ascendió al trono hasta el invierno del 710 o del 711.

–También cuestiona su libro la imagen de los muslmanes integrando a los cristianos sin aplicar la violencia para ello.

–Existen evidencias arqueológicas que prueban bastantes actos de violencia y que los pactos se propiciaban por medio de una estrategia violenta o de terror directamente. Cierto que la jurisprudencia árabe hacía distinción entre los territorios que se rendían mediante pactos de capitulación y los territorios sometidos por la fuerza, lo que pasa es que muchas veces esa distinción era difusa, porque un pacto de capitulación podía ser, en muchas ocasiones, la conclusión de una estrategia de devastación sistemática para que la gente capitulara. En definitiva, la conquista islámica no fue sustancialmente distinta a otros procesos de expansión territorial de otros imperios de la Antigüedad hacia el Medievo, lo cual implica, por las propias características de la guerra de este período, que se usó una gran cantidad de violencia.

–Cuando ha dicho lo de distinguir tipos de conquistas y usar una palabra u otra, me ha sonado a los eufemismos de Putin para evitar hablar de invasión militar…

–No es una cuestión de mera retórica como lo que hace Putin, que es ridículo. En este caso, tenía implicaciones legales importantes. En los territorios sometidos por la fuerza, era posible esclavizar a la población, que perdía sus posesiones y los conquistadores musulmanes pasaban a controlar una parte. Mientras que en los territorios entregados por pactos se preservaban la integridad física y las propiedades de los sometidos a cambio del pago de una cantidad económica. Esto dió lugar a una infinidad de controversias siglos después, porque generaba un enorme conflicto de intereses entre ciertas comunidades que defendían que se les aplicara un modelo fiscal u otro.

–De ahí deriva otro mito, el del Al-Ándalus tolerante con el resto de religiones, ¿es algo que se sostenga académicamente?

–Los historiadores y analistas del período saben perfectamente que el mito del Al-Ándalus tolerante es eso, un mito. En un principio estos pactos eran muy fáciles y asumibles para la población, porque muchas veces respetaban incluso el modelo fiscal preexistente, pero luego se fue produciendo una creciente subida de impuestos que llegó a ser bastante radical. Los impuestos sobre los pueblos sometidos estaba concebidos, de hecho, para ser humillantes y para forzar la conversión. La presión fiscal sobre los cristianos y judíos de Al-Ándalus llegó a ser verdaderamente asfixiante. En Córdoba, hacia la época Mohamed I aproximadamente el 73% de las haciendas eran musulmanas en las alquerías, el restante eran cristianas, pero ellos pagaban 3 o 4 veces más de impuestos que los musulmanes. Esto al final se convertía en un factor de conversión al Islam.

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–¿La presión final es la razón por la que surgen núcleos de resistencia en el norte?

–Los motivos que inducen a la rebelión de Pelayo son supuestamente porque el gobernador musulmán se había casado con su hermana. Pero esto, más que un episodio novelesco o un lío de faldas, se puede interpretar como parte de los habituales matrimonios entre conquistadores y las élites locales de Hispania para establecer alianzas políticas. Unos afianzaban así su dominio sobre el territorio y los otros, mantenían un cierto estatus dentro del nuevo régimen. Lo que ocurre es que esto generaba también malas dinámicas y las propiedades acababan acumuladas en los linajes árabes sin posibilidad de retorno. Este es uno de los posibles problemas. Luego, puede que la batalla de Covadonga coincidiera con una fuerte subida de impuestos, seguida de hambre y rebeliones por todo el califato islámico. La tributación constituía realmente la espina dorsal de la administración musulmana en la Península. Todo ello entra dentro de los conflictos de tipo étnicos y religiosos y de los propios abusos que cometen cualquier ejército invasor en la conquista de un territorio.

«La tributación constituía realmente la espina dorsal de la administración musulmana en la Península»

–¿Ocurrió la batalla de Covadonga? ¿En qué términos?

–Hubo una lucha, que probablemente fue una batalla con unos contingentes bastante reducidos. La historiografía militar del medievo, en general, siempre ha tendido a ser bastante conservadora en el número de efectivos que participaban en esta y otras batallas debido a la escasa demografía de la época. Entiendo que la batalla de Covadonga pudo ser un enfrentamiento entre centenares de hombres, que no miles.

–¿Y cómo era en magnitud la resistencia asturiana?

–Gracias a la arqueología sabemos que en Asturias había dos pequeñas haciendas, pequeñas latifundios que vivían durante la época visigoda y también una aristocracia que tenía sus bases fundadas en torno a castillos como el de Curiel o de Gauzón. Esta pequeña aristocracia, sin llegar a los niveles de riqueza o de opulencia que podían tener los de la Bética, contaban con ejércitos privados y pudo ser el núcleo en torno al cual se pudo formar el ejército de Pelayo. Las crónicas dicen que Pelayo reunió apoyos de los concejos de Aldea, del entorno de los Picos de Europa y de la Cornisa Cantábrica. Campesinos y pastores se enfrentaron a los musulmanes.

–¿Era un reino continuista con el mundo visigodo?

–Consta que hubo una intensa romanización. No existían grandes núcleos urbanos, como podía ser en la zona mediterránea, pero la romanización del territorio es innegable. También hay pruebas de que estaba plenamente integrado en la órbita hispano goda. En la Basílica de la Santa Cruz, fundada en el año 737 por Favila, el hijo de Pelayo, hay una inscripción fundacional que demuestra que estaba plenamente impregnada de la cultura hispano goda y que era heredera de la tradición arquitectónica visigoda. Hay continuidad con el mundo cultural visigodo, sí. Lo que sí ocurre es que esta monarquía surge como una jefatura muy humilde, que solo con el paso del tiempo va ganando importancia, se va consolidando hasta la época de Alfonso II, a finales del siglo VIII. Lo que hacen al fundar Oviedo es crear una corte y una administración a imitación visigoda.

Origen: Las mentiras sobre la pacífica conquista islámica de España: «Se usó una gran cantidad de violencia»

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