Libros: Legiones frente a falanges: la lucha decisiva de la infantería antigua
Entre los siglos III y II a.C. se libró una gran revolución militar que ahora un historiador poco habitual -el nerd y soldado Mike Cole- relata en un libro trepidante
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Ochenta mil hombres se enfrentaron en el año 279 a.C durante dos días en las agrestes colinas de Ásculo, Apulia, en la península Itálica, a 320 kilómetros al este de Roma. Las falanges helenísticas del gran Pirro, rey de Epiro, apoyadas por tropas auxiliares de tarentinos, oscos y samnitas, y las legiones romanas del cónsul Publio Decio Mus contaban con un número de efectivos similar, pero el peculiar arte de la guerra de cada uno de los dos bandos era completamente diferente.
Hasta ese momento la cerrada falange hoplita de origen griego, con su infranqueable muralla de lanzas, había sido siempre superior a la precaria legión latina pero de pronto, en el fragor de la batalla, esta última logró abrir un hueco en el flanco izquierdo y, en el cuerpo a cuerpo, la superioridad de la espada corta del legionario a punto estuvo de decidir la contienda. Sólo movilizando todas sus fuerzas logró finalmente Pirro la victoria pero con un terrible número de bajas. Cuenta Plutarco que tras la pírrica victoria, al observar la destrucción que lo rodeaba, el rey exclamó: «Otra victoria como esta y estamos perdidos». Pero no habría más: la falange ya nunca volvería a imponerse a la legión. ¿Por qué?
Nada más fascinante, divertido y molesto para el aburrido historiador corriente que abordar el pasado como una partida de ‘Dragones y mazmorras’. Y eso es precisamente lo que hace el escritor de ciencia ficción y fantasía, nerd confeso y tres veces soldado en Irak, el estadounidense Myke Cole en ‘Legiones frente a falanges. La épica lucha por la supremacía de la infantería en el mundo antiguo’ (Alianza, 2021) que acaba de ser traducido al español por Belén Urrutia. Sí, Cole no es un académico sino un friki de la historia militar y, por ello, es capaz de aplicar al ámbito de sus obsesiones -prolijamente documentadas- toda la pasión memorable de las mejores historias contadas como nadie. Fíjense en cómo sumerge al lector en su libro:
«Este es el escenario: eres un gran rey helenístico, descendiente directo de Alejandro Magno, que no solo fue el más grande comandante de ejércitos, sino también el guerrero más grande que el mundo ha conocido. Tu ejército es el mejor entrenado y equipado, y el más querido por los dioses. Sus guerreros son inamovibles como una montaña, indestructibles como la propia tierra. Las puntas de sus lanzas son tan numerosas como las estrellas. Están entrenados para moverse y luchar como un organismo. La falange no conoce la derrota. Frente a ti está un ejército de romanos. Bárbaros que ni siquiera hablan griego. Llevan burdos cascos de bronce, extraños armatostes por escudos. Van armados con jabalinas como si fueran hostigadores, y con cuchillos largos que estás más acostumbrado a ver en manos de carniceros y curtidores que de guerreros. Con esas cositas tendrán suerte si consiguen acercarse a tus hombres, y no digamos ya herirlos. Las puntas de hierro de tus lanzas los ensartarán antes. Y en la primera batalla, quizás también en la segunda, así ocurre. Pero, mientras tú los miras, los romanos aprenden. Se adaptan. Batalla tras batalla, asimilan y aplican las lecciones de sus derrotas. Y pronto, aunque pierden, ya no resulta tan fácil. Y antes de que te quieras dar cuenta han dejado de perder«.
Seis Batallas
La gran revolución militar de la infantería que vio el declive de las poderosas falanges helenísticas y el auge de las legiones romanas transcurre entre los siglos III y II a.C. a lo largo de seis batallas decisivas: Heraclea (280), la citada Ásculo (279), Benevento (275), Cinoscéfalas (197), Magnesia (190) y Pigna (168). En ese interludio de ciento veinte años el dominio macedonio forjado por las victorias legendarias de Alejandro y los posteriores diadocos acaba por ceder frente al empuje de la joven República romana que desde su modesto origen en la ciudad de las siete colinas, va poco a poco conquistando toda la bota italiana y en concreto el sur, la llamada Magna Grecia, para llevar después la guerra a territorio heleno, que acabará conquistando por completo.
¿Por qué venció la legión a la falange? Ya el historiador de origen griego Polibio dio una respuesta que no deja de ser aproximadamente cierta pero a la que falta precisamente lo mejor, el detalle. En el libro 18 de sus ‘Historias’ escribe: «En todas estas situaciones la formación macedónica a veces resulta de poca utilidad y a veces de ninguna en absoluto, porque el soldado no puede actuar en unidades más pequeñas o individualmente, mientras que la formación romana es muy flexible. Cada soldado romano, una vez que está armado y entra en acción, puede adaptarse igual de bien a cualquier lugar o momento y hacer frente a un ataque en cualquier dirección. Está igualmente bien preparado y no necesita realizar cambio alguno tanto si tiene que luchar con el cuerpo principal del ejército o con un destacamento, en manípulos o por sí solo. Por consiguiente, como el uso efectivo de cada parte del ejército romano es tan superior, sus planes tienen más posibilidades de verse coronados por el éxito que los de los otros«.
La legión romana era más flexible que la más inadaptable falange
Lo que nos cuenta Polibio es que la legión romana era más flexible que la más inadaptable falange que además necesitaba un terreno más uniforme y sin accidentes para maniobrar con eficacia. Esa puede ser parte de la verdad, pero no es toda la verdad, advierte Myke Cole. Solo con esto no explicamos la crucial evolución de ambas formaciones antagónicas, la complejidad de los sistemas de protección, la versatilidad de los diferentes tipos de maniobras bélicas, la utilidad concreta de las distintas clases de armamento o, tal vez lo más importante, la mejor adaptación de cada una de ellas a su peculiar momento histórico. Y no olvidemos que a la derrotada falange macedonia se había debido nada menos que la caída del imperio persa, el mayor del mundo en su tiempo.
«Acaso lo más fascinante sobre la legión y la falange», termina Cole, «sea que, en último término, eran expresiones de culturas: de una Roma que se enfrentaba a brutales invasiones celtas que arrollaron a su pujante falange hoplita y saquearon su naciente ciudad. De una Grecia malquistada, con naciones-estado en constante pugna, hasta que la amenaza del gran Imperio Persa les dio un enemigo común, aunque sólo fuera por un tiempo. Estas culturas se enfrentaron y se influyeron mutuamente, y en cierto sentido podemos ver el conflicto entre la legión y la falange como un conflicto entre dos ramas del legado griego que se estaban distanciando y que, al cabo, volvieron a unirse. Pero, en última instancia, sobre todo es esto: una gran historia llena de sangre, sudor y aventura y, principalmente personas, fascinantes, complejas y ambiciosas«.
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