Locura en la IIGM: el arma secreta nazi que destruyó la mole defensiva del ejército belga – Archivo ABC
Los supervivientes del fuerte de Eben Emael hablaron de una extraña sustancia que les impidió disparar contra el enemigo, pero la realidad es que los alemanes lanzaron sobre ellos sus nuevos planeadores
La noticia pasó desapercibida en las páginas del ABC. Sin embargo, lo que se publicó aquel 17 de mayo de 1940 era estremecedor: «El arma secreta: ‘Inesperadamente dejaron de funcionar los cañones’». El titular se refería a una extraña sustancia que, según afirmaron multitud de soldados belgas, habían usado contra ellos los germanos para conquistar el fuerte de Eben Emael. El artículo analizaba las declaraciones de los supervivientes del ataque y barruntaba la posibilidad de que la dolorosa y fulminante derrota hubiera sido provocada cuasi por arte de magia. ¿Cómo era posible, en caso contrario, que un pequeño destacamento hubiese tomado en minutos una de las fortalezas mejor defendidas de Europa?
La realidad era mucho más triste para los belgas y la desveló, poco después de la Segunda Guerra Mundial, el general Kurt Student, comandante de las fuerzas paracaidistas germanas: «El ataque por sorpresa sobre el fuerte de Eben Emael fue ejecutado por un destacamento liliputiense, consistente en 78 ingenieros paracaidistas al mando del teniente Witzig. De todos estos solo seis perdieron la vida». No hubo armas secretas, tampoco magia, solo una nueva y revolucionaria forma de combatir: a lomos de planeadores. «Este pequeño grupo efectuó un inesperado aterrizaje sobre el techo del fuerte, dominaron al personal encargado de las antiaéreas y volaron las cúpulas blindadas», añadió el oficial.
Genialidad paracaidista
Con 35 baluartes artilleros y una red de túneles interiores de hasta siete kilómetros de extensión, el fuerte de Eben Emael se había convertido, allá por 1935, en el buque insignia de la defensa belga. Según explica el autor Jesús Hernández en ‘Breve historia de la Segunda Guerra Mundial’, el emplazamiento era autosuficiente –disponía de agua corriente, cocinas propias y electricidad– y protegía cinco carreteras, el río Mosa, el canal Stich y el canal Alberto. A la sazón: todos los accesos posibles al país desde la frontera con Alemania. Como dotación destacaban 1.200 soldados cuyo trabajo se dividía en dos turnos. Era, sobre el papel, todo un castillo medieval.
El emplazamiento se terminó de construir en 1935 debido, como señalaba el mismo ABC en una noticia publicada un año después, a la necesidad de protegerse de sus enemigos cercanos: «El ministro belga Sr. Deveze agregó que el problema más urgente de la organización de la Defensa nacional era, por el momento, la defensa por medio de tropas bien entrenadas, bien equipadas y disponibles en todo momento. La línea del Mosa se ha terminado y modernizado los fuertes de Lieja y Namur, habiendo construido el fuerte de Eben Emael». En palabras de este diario, también se habían finalizado las posiciones de enlace y los pasos entre los ríos Lieja y Dinant.
Desde 1938, Hitler tuvo claro que la única forma de doblegar a este titán era mediante una nueva arma: los paracaidistas o ‘Fallschirmjäger’. «Se me ordenó que efectuara los preparativos. Empleé 500 hombres de los que se encontraban al mando del capitán Koch. El comandante del 6º Ejército, General von Riechenau, así como su jefe de Estado Mayor el General Paulus, ambos generales muy capaces, consideraban esto como una aventura en la que no tenían demasiada confianza», explicó Student tras el conflicto. La clave era descender en planeadores y con el apoyo de la noche hasta el tejado de la fortificación y entretener a los defensores hasta que arribaran las fuerzas de tierra. Así, conseguirían que no disparasen sus cañones.
Hay que decir que salió a pedir de boca. El 9 de mayo de 1940, a las cuatro y media de la mañana, las tropas despegaron de un aeródromo ubicado a 120 kilómetros de la fortaleza. Iban a bordo de planeadores DFS-230 remolcados por aviones JU-52. Menos de una hora después el primer aparato se dejó caer sobre Eben Emael y, tras él, se desató el infierno. Los germanos, mejor preparados, cazaron a los defensores dormidos y pudieron destruir, explosivo a explosivo, las diferentes casamatas y cañones del enclave. «Desde el techo del fuerte, el destacamento Witzig mantuvo a raya a la guarnición consistente en 1.200 hombres por un lapso de 24 horas, hasta que arribaron nuestras tropas terrestres», añadió Student.
La toma del fuerte y el inicio de las hostilidades contra Bélgica se llevaron a cabo de forma tan fulgurante que sorprendieron a toda Europa. El ABC, en una noticia publicada el 16 de mayo de 1940, lo dejó claro: «El golpe ha sido decisivo a la resistencia ofrecida en el Canal Alberto y al Oeste de Mastrich, así como por los dos lados del Hasselt. Esta operación fue ayudada por una fuerza procedente del frente del Norte y de la línea del frente fortificado de Lieja, donde fue cogido el fuerte de Eben Emael. Este fuerte, completamente renovado y reconstruido de acuerdo con las necesidades observadas durante la guerra de 1914, estaba destinado a hacer imposible la aproximación por el valle del Mosa».
Según destacaba el mismo artículo, «la victoria alemana fue asombrosa y rápida» y permitió al ejército alemán avanzar a pasos agigantados hasta el territorio enemigo. «La velocidad ha permitido a los germanos ganar terreno y continuar su ofensiva», añadía. La conquista de Eben Emael fue, de hecho, la que permitió a los ejércitos cruzar el río. Así lo corroboró Student: «Vale la pena hacer notar que en el área belga-holandesa que los únicos puentes que no fueron volados por los defensores fueron los que atacaron las tropas paracaidistas, pues el resto de ellos fueron demolidos de acuerdo con el plan enemigo».
Arma secreta
La derrota fue tal que, el 15 de mayo, ABC publicó un artículo titulado ‘Medios de acción sorprendentes’ en que se corroboraba que la invasión de Bélgica suponía un cambio en la concepción tradicional de la guerra. «La ciencia ha trabajado al servicio de la estrategia y los medios de combate han adquirido una fuerza que juzgamos imponente. Enumeradas rápidamente, he aquí las novedades que se nos presentan. En primer término, una superación del poder ofensivo de la aviación, que dispersa y casi inmoviliza a la flota más potente del mundo. En segundo lugar, la eficacia plena del nuevo guerrero paracaidista, que se basta a sí mismo para y que, merced a los adelantos científicos, puede ir equipado maravillosamente».
A su vez, en el artículo se especificaba que los paracaidistas contaban además con una nueva «arma secreta» que había hecho caer el fuerte de Eben Emael: «Alemania ha mostrado su poder en el fuerte. ¿En qué consiste? Se inclinan algunos cronistas de guerra al gas que produce sueño o al gas que inmoviliza durante unas horas. Hay quién cree que esa arma consiste en un gas que muerde y oxida todos los metales, de efecto fulminante, y que puede impedir, de un modo instantáneo, el funcionamiento de cañones, ametralladoras y fusiles». A pesar de todo, la noticia explicaba que «la fantasía es libre». «¿Quién será capaz de negar verosimilitud a cualquiera de estas suposiciones, cuando estamos en presencia de tantos y tan sorprendentes hechos, que no podíamos soñar siquiera hace 25 años?».
El 16, ABC volvió a la carga con una noticia en la que insistía en la posible existencia de estas armas secretas:
«A propósito de la conquista del fuerte belga de Eben Emael, que constituía el pivote de la defensa de Lieja, el corresponsal en Berlín de «Il Lavoro Fascista» escribe que, según declaraciones hechas por algunos belgas hechos prisioneros en este fuerte, el teniente coronel Hesse, del Estado Mayor Alemán, resulta que de repente nadie estaba en condiciones de poder hacer uso de los cañones y ametralladoras. Por otra parte, estas mismas armas, según otros prisioneros, dejaron de funcionar inesperadamente. Ante estas declaraciones contradictorias, observa el corresponsal, el misterio subsiste acerca de si la nueva arma empleada por los paracaidistas alemanes ejerce sus efectos solamente sobre los hombres o solamente sobre las armas. O sobre ambas cosas a la vez».