Muñoz Seca: Ingenio y tragedia de un gran humorista
Mañana se cumplen 80 años del asesinato en Paracuellos del Jarama del dramaturgo víctima de la represión guerracivilista
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El 28 de noviembre de 1936 fue asesinado, en Paracuellos del Jarama, Pedro Muñoz Seca, uno de los más populares autores del teatro español del siglo XX. Coincidiendo con el 80 aniversario de su muerte, se ha abierto el proceso de beatificación de los 43 mártires (él, incluído) que fueron ejecutados, ese día. Nació Muñoz Seca en El Puerto de Santa María, igual que Rafael Alberti. En Madrid, recogió la herencia del género chico. Su primer estreno data de 1904. Desde entonces y hasta la guerra civil, estrenó con éxito cientos de obras, solo o en colaboración (algo habitual, entonces) con autores como Pérez Fernández y García Álvarez .
En el primer tercio de siglo, el público aplaudía con entusiasmo el teatro de humor de Muñoz Seca. Muchos críticos (Díez-Canedo, Araquistáin) lo desdeñaban, por prejuicios literarios, ideológicos y hasta morales. Con lógica aplastante, lo defendió Manuel Machado: «Lo malo es el teatro que quiere ser serio y se queda en pedante, pretencioso». También lo elogió un autor dramático de vanguardia como Azorín (en ABC, en 1927): «Es un libertador, el creador de una fórmula teatral nueva ,uno de los grandes autores que ha habido y hay en España».
O Valle-Inclán, tan crítico con la escena española de su tiempo: «Quítenle al teatro de Muñoz Seca el humor, desnúdenle de caricatura, arrebátenle su ingenio satírico y facilidad para la parodia: seguirán ante un monumental autor de teatro». Lo valoran, por supuesto, los humoristas como Jardiel Poncela: «Ha creado un teatro suyo, arrollador y exuberante, con aciertos definitivos y perdurables». Y Miguel Mihura: «Yo asistía a los ensayos de todas las obras que se estrenaban y había aprendido de Muñoz Seca, de Arniches, de García Álvarez, de los Quintero y, más tarde, de Jardiel Poncela, cómo se mueven unos personajes en escena, cómo se dirigen».
Historia del teatro español
Pretendían algunos descalificar su teatro calificándolo de disparatado, de inverosímil. No lo negaba: «Dentro de lo cómico, los disparates me encantan. Si mi familia me riñe por un chiste demasiado absurdo, nunca lo quito». Eso, hoy, no parece ningún defecto: algunos han llegado a relacionarlo con el humor absurdo de Ionesco o con las «comedias disparatadas» del cine americano de los años veinte. En la historia del teatro español, Muñoz Secava unido al género llamado del «Astrakán» (aunque él se reía de este nombre, que le recordaba a ciertos abrigos): una deformación y exageración de la realidad, que se retuerce, para lograr un mayor efecto cómico.
Desdeñaban algunos su teatro por ser popular, porque le encantaba al gran público, por el prejuicio contra los llamados «géneros menores». Aunque sea obvio, hay que repetir que un buen sainete es infinitamente mejor que una mala tragedia – y, por supuesto, mucho más divertido-. Conviene también recordar que sus obras se estrenaron en los más importantes teatros madrileños: el Español, el Eslava, el de la Princesa – hoy, María Guerrero -, el Lara , el Infanta Isabel…
Actuaron, en ellas, las máximas figuras de la escena: María Guerrero, Margarita Xirgu, Catalina Bárcena, Milagros Leal, Enrique Borrás… Y grandes actores cómicos alcanzaron fama con sus comedias: Pepe Isbert, Casimiro Ortas, Riquelme, Somoza, Azaña, Guadalupe Muñoz Sampedro, Aurora Redondo y Valeriano León…
Insuficiente valoración
A su insuficiente valoración contribuye otro elemento indiscutible, la política. Muñoz Seca fue un gran patriota español, monárquico convencido. Durante la República, estrenó obras contrarias a esa ideología: «La Oca», «Anacleto se divorcia»… No se lo perdonaron muchos intelectuales de izquierdas y acabó pagándolo con la vida: un ejemplo de barbarie tan condenable como el asesinato de Federico García Lorca, aunque el de Pedro Muñoz Seca no se suela recordar, a la hora de la sectaria «memoria histórica».
Le preocupaba, sobre todo, hacer reír al público: «Lo único que hay en el mundo digno de estimación, después de una buena mujer, es una buena carcajada. Y quienes la produzcan con su arte, con su ingenio o su gracia, merecen la gratitud de las gentes. ¿Qué haré yo para que los que sufren dejen de sufrir un instante y rían? ¡Y rían, Jordán! ¡Lo más sano, lo más bueno, lo que más se parece a la felicidad!».
Tenía una gracia espontánea, de raíz andaluza. Lo señaló Francisco Umbral: «El público, el eterno público de España, cree entender a Muñoz Seca. Pero no sabría explicar por qué, con Muñoz Seca, se ríe y con otros, no. Y es que la clave no está nunca en el género, sino en el hombre. Muñoz Seca era gracioso. Otros autores se hacen los graciosos y eso no funciona».
Su ingenio se advierte en algunas anécdotas:
«Palomer de corps». Cuentan que, como premio a su defensa de la monarquía, Alfonso XIII le ofreció algún honor y él, a semejanza del «Guardia de corps», pidió ser nombrado «Palomer de corps»: el que, cuando sale el Rey del Palacio , lo acompaña, con una gran sombrilla abierta, para librarle de las ofensas de las palomas.
Cinco escritores. Le preguntaron cuáles eran los cinco escritores españoles más importantes y contestó, jugando con los números: «Don Miguel de Unam-uno. Benito Pérez Gal-dós. Miguel de Cervan-tres. Luca de Tena, don Tor-cuatro. Benavente, don Ja-cinco».
Tres epitafios. Murió el matrimonio que atendía la portería de su casa y el hijo le pidió un epitafio. Escribió esto: «Fue tan grande su bondad, / tal su generosidad / y la virtud de los dos / que están, con seguridad, / en el cielo, junto a Dios». Como no recibió la aprobación eclesiástica, por afirmar rotundamente que se habían salvado, hizo otra versión: «Fueron muy juntos los dos, / el uno del otro en pos, / donde va siempre el que muere / pero no están junto a Dios / porque el obispo no quiere». Tampoco lo aprobaron y redactó el tercer epitafio: «Vagando sus almas van / por el éter, débilmente, / sin saber qué es lo que harán / porque, desgraciadamente, / ni Dios sabe dónde están».
Lecciones en verso. Tenía una enorme facilidad para versificar, con gran sentido del humor pero respetando escrupulosamente todas las reglas de la métrica. De joven, para ganarse la vida, daba clases de latín, griego y hebreo, en una Academia. Para recordar las lecciones, las ponía en verso. Lo mismo hacía con las que él tenía que estudiar y con las postales que escribía a sus amigos.
Una opereta sin música. En 1926, iba a estrenar una comedia musical pero falló el compositor previsto. No se dio por vencido. Convirtió «Los extremeños se tocan» en una «opereta sin música pero con cantables y evoluciones». Hasta Enrique Díez-Canedo, el crítico que solía censurarle con dureza, reconoció que lo mejor de la obra eran estos «cantables» sin música.
Estudiar inglés. En la cárcel, vio que uno de sus compañeros, profesor de latín, estaba estudiando inglés. En su libro de Gramática inglesa, escribió estos versos: «Querido Román Martín:/ más que estudiar el latín, / debes estudiar inglés, / que, en este mundo, ya ves, / el latín tiene mal fin».
Ingenio andaluz, hasta la muerte.