27 abril, 2024

Ni ninfómana ni hechicera: la verdad sobre cómo Cleopatra convirtió Egipto en un gran imperio

Cleopatra y César (1866), obra de Jean-Léon Gérôme.
Cleopatra y César (1866), obra de Jean-Léon Gérôme.

Para acortar la distancia que separa el mito de la figura histórica, el arqueólogo Duane W. Roller publica la biografía ‘Cleopatra: biografía de una reina’ (Desperta Ferro Ediciones)

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Cleopatra VII es la gran personificación de las mujeres sublimes del Antiguo Egipto, a pesar de que su sangre y su cultura fueran griegas con pequeñas pinceladas persas. Es la mujer más conocida de su antiguo reino, a pesar de ser una figura totalmente deformada por las difamaciones y la propaganda romana. Es la reina que aparece siempre enjoyada y ocupada en cuestiones frívolas, a pesar de que su vida fue la de una erudita de gran formación ocupada en administrar un imperio que abarcaba desde Asia Menor a las fronteras con Nubia. Se sabe mucho y, a la vez, casi nada sobre ella.

Para acortar la kilométrica distancia que hay entre la faraona nariguda que flota en el imaginario popular y la que realmente fue, el arqueólogo Duane W. Roller publica la biografía ‘Cleopatra: biografía de una reina’ (Desperta Ferro Ediciones). Esta obra de 257 páginas saca a la egipcia del terreno de los mitos estereotipados que la presentan, al igual que todas las mujeres que han acaparado poder en la historia, como una ninfómana sin corazón y la mete en su contexto mediterráneo, donde el peligro para los Ptolomeos no solo acechaba de sus propias fronteras, donde seguían representando una minoría cultural, sino de un mar que trajo a sus puertas a una potencia tan agresiva como Roma.

Cleopatra trabajó con inteligencia, elegancia y seducción para garantizar la supervivencia de su dinastía frente a todas estas amenazas que resultaron mortales. Como relata Roller con palabras sencillas pero esclarecedoras, a la gobernante no se le cayeron los anillos a la hora de ponerse al frente de su propia flota en la batalla de Accio o para mantener relaciones con Julio César o Marco Antonio, origen de su reputación de pérfida seductora, más por una cuestión de Estado que por amor. «Obviamente era una mujer de gran presencia y habilidad, pero sus capacidades en la cama no eran lo que la hacían única. De hecho, el énfasis en sus cualidades físicas también es un problema: las fuentes dejan claro que era su personalidad lo que impresionaba a la gente, no su físico», apunta este profesor emérito en la Universidad Estatal de Ohio en una entrevista facilitada por la editorial.

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El libro ofrece un retrato de la sociedad y la cultura del Egipto ptolemaico tardío, con el foco puesto en la vida intelectual de la Alejandría y en la inestabilidad política de esta dinastía nacida de la mano de Tolomeo I, el general de Alejandro Magno que se estableció en Asia y creó su propia casa reinante. El poder tolemaico se extendió más allá de Egipto, hacia el norte de África, hacia el Levante y Asia Menor, llegando hasta las fronteras de Grecia, pero en el siglo II a. C. apareció en su horizonte la República Romana para acabar con todo lo construido.

Cleopatra se valió primero de las fuerzas romanas para imponerse al resto de hijos de Tolomeo XII. En su expedición al gran granero del Mediterráneo, Julio César favoreció a Cleopatra y entabló una relación amorosa de la que nacería no solo una fuerte alianza política, sino un hijo, Cesarión, que tuvo una existencia terrible por atreverse a portar un nombre tan ambicioso. Cuando César fue asesinado, Cleopatra tuvo que agarrarse a uno de sus generales, Marco Antonio, para mantener viva su conexión con Roma.

La verdad salve a la reina

Desde el año 40 a. C., la pareja unió fuerzas para extender su imperio familiar hasta los confines de la mismísima Roma. Si contra Julio César se habían escuchado graves difamaciones en la Ciudad Eterna, en el caso de Marco Antonio, que seguía casado en Occidente, se le insultó de todas las formas posibles y el futuro Augusto, sobrino nieto y heredero de César, usó la propaganda más salvaje para justificar una guerra contra el último de los líderes que interponían entre él y el poder de todas las provincias romanas.

Un conflicto abierto que terminó con la derrota de la pareja más exótica. Antonio se suicidó a principios de agosto del año 30 a. C. y Cleopatra le siguió diez días después. Cesarión, como único hijo conocido de Julio César, fue eliminado y los hijos supervivientes fueron trasladados a Roma. Egipto se convirtió entonces en una provincia romana y la memoria de su última reina quedó vilipendiada por mitos y leyendas interesadas. «La opinión políticamente correcta era que era una amenaza para Roma que había que eliminar, lo que condujo a su demonización. Sin embargo, de vez en cuando se deslizan destellos de admiración», explica este especialista en la época.

Posiblemente un retrato póstumo de Cleopatra con el pelo rojo y sus facciones distintivas, ABC

Del cine a la literatura, los cómics, obras de teatro, óperas, series… Cleopatra sigue acaparando los focos del mundo sin que hayan existido grandes esfuerzos por comprender su desconcertante personalidad. La última de su dinastía es más conocida a través de la representación que ha hecho de ella la ficción que por lo que dicen las escasas fuentes antiguas. «Son más escasas de lo que cabría pensar. Creemos saber mucho sobre ella, pero gran parte de la imagen popular es una recopilación extraída de fuentes posteriores», advierte Roller.

Lejos del mito de que no sostuvo ningún papel político relevante en su trono, estos textos hablan de una excelente administradora y lingüista consumada (hablaba una docena de lenguas) que dirigió su reino no como comparsa de Julio César o Marco Antonio, sino con gran astucia para crear un Estado próspero, el más poderoso de su época con permiso de Roma, y para impulsar la economía local. Hábil diplomática, se hizo famosa por tratar los asuntos políticos en la lengua de su interlocutor y por crear una compleja red de alianzas que frenara el empuje romano. «Cleopatra fue la última gran opositora a la República, pero el mundo estaba cambiando y ella representaba, de un modo extraño, el futuro. Augusto le debió a ella y a su sistema de gobierno más de lo que probablemente hubiera admitido», considera el autor de un libro con prólogo de Patricia González Gutiérrez sobre el nacimiento del Imperio romano.

A nivel cultural, Cleopatra atrajo a su corte a numerosas personalidades de la vida intelectual de la época como Nicolás de Damasco, que fue tutor de sus hijos, y fue autora de escritos médicos y comerciales. Alejandría, convertida en el faro cultural del mundo helenístico, siguió brillando con luz propia en el Mediterráneo bajo su reinado. Allí se encontraba la mejor biblioteca del mundo, imán de de eruditos y artistas de todas partes del mundo conocido.

La imagen de hechicera obsesionada con arruinar la vida de los hombres, femme fatal que se valió del sexo para usurpar el poder, la desmonta el autor ‘Cleopatra: biografía de una reina’ con un sencillo dato: solo se le conocieron dos relaciones en dieciocho años. Dos relaciones que, además, respondían a cuestiones políticas muy evidentes en el intento desesperado de Egipto de sobrevivir al auge de Roma. «Obviamente era una mujer de gran presencia y habilidad, pero sus capacidades en la cama no eran lo que la hacían única», concluye.

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Origen: Ni ninfómana ni hechicera: la verdad sobre cómo Cleopatra convirtió Egipto en un gran imperio

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