¿Qué hay detrás del vudú?
Muñecos atravesados con agujas para dañar a alguien a quien odias… Estas es la imagen que más se asocia al Vudú. Sin embargo, esta religión animista que rige la vida de más de treinta millones de fieles en el mundo es mucho más que magia negra. Viajamos a Benín, cuna de esta creencia ancestral.
Vudú’, en la ancestral lengua fon de Benín, significa ‘alma, espíritu’. Su dios principal es Mawu-Lisa, un creador andrógino, madre y padre de 260 deidades que residen en el paraíso (que denominan Guinea). Bajo los vestidos de la foto superior –que combinan terciopelo, cuero, madera, lentejuelas o conchas– se ocultan dos sacerdotes de la sociedad secreta de los egungun (‘elegidos’).
Entre los recién nacidos y los muertos
Los egungun bendicen a los recién nacidos, reencarnación de los antepasados. Los gemelos son un regalo divino para la comunidad. Estos religiosos también acompañan a los muertos en los funerales y recuerdan a la comunidad el buen camino para mantenerla unida. Solo los hombres pueden ser elegidos como egungun y conectar con el espíritu de un antepasado; lo hacen a través de sus trajes.
Una religión oficial
El 40 por ciento de los benineses –de trece millones de habitantes en total– es fiel del vudú. En el siglo XIX, los franceses difundieron el cristianismo y desplazaron esta fe ancestral, pero con la independencia, en 1960, el culto recuperó espacio, hasta que en 1996 fue reconocido oficialmente como religión. Hoy incluso los políticos buscan ayuda en los templos.
Girar a toda velocidad hacia el más allá
A medida que los egungun son poseídos por un espíritu, dan inicio a la danza –aquí, uno gira al modo de los derviches islámicos– para honrar al ancestro. Su actuación se evalúa en función del modo en que incorpora las distintas partes de su traje a la danza y de la velocidad a la que puede moverlo.
Resistir a la esclavitud
La ciudad de Ouidah es la capital mundial del vudú. Hogar de su líder supremo, Dada Daagbo Hounon Houna II, acoge cada año el Festival del Vudú, fiesta que atrae a fieles de África, pero también de Estados Unidos, Brasil o islas del Caribe, países adonde fue llevado por los esclavos. Prohibido por los blancos, sus adeptos lo siguieron practicando a escondidas en América.
Poca luz sobre el lado oscuro
Los fieles creen en la reencarnación, pero matan animales para calmar a los espíritus. Ritos como estos, o su asociación con la magia negra, han extendido, con ayuda de Hollywood, una visión amenazante del vudú. La brujería existe y sacerdotes en distintos países se han servido de ella para causar daño a grupos y a personas, pero son prácticas marginales. Los muñecos y agujas asociados al vudú, por cierto, no son propios de África, sino del hoodoo, versión adoptada por los esclavos en Haití y el sur de Estados Unidos.
Un ritual bajo secreto
El fotógrafo Jean-Claude Moschetti llegó por primera vez a Benín hace 24 años. Al ver el impacto que tenía el vudú, decidió documentarlo. Para retratar a los egungun tuvo que someterse primero a un ritual sobre el cual, asegura, está obligado a guardar silencio. «El objetivo final del vudú –afirma– es ayudar a la gente a encontrar respuestas a las grandes preguntas de la vida».
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