Tosquelles, el ignorado psiquiatra español que dio voz a los «locos» durante la Guerra Civil
Los logros de Francesc Tosquelles se ocultaron durante décadas en la España franquista y, tras la Segunda Guerra Mundial, en Francia. Hoy es considerado uno de los grandes revolucionarios de la psiquiatría por humanizar el trato a los enfermos mentales durante los dos conflictos
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«Es un verdadero mago, devuelve el habla a los mudos», aseguró un vecino en defensa de Francesc Tosquelles cuando las tropas franquistas llegaron al hospital psiquiátrico de Almodóvar del Campo, en Ciudad Real, al final de la Guerra Civil. Tosquelles estaba convencido de que pronto sería fusilado, ya que pertenecía al POUM y poco antes había sido nombrado responsable de los servicios republicanos de psiquiatría en Extremadura, norte de Andalucía, Castilla y Toledo. Sin embargo, esa convicción no le impidió enfrentarse a los soldados para defender a los enfermos del centro.
El coraje y la furia que mostró impresionaron tanto al oficial, que este decidió pedir información antes de apretar el gatillo. La mayoría de los vecinos afirmaron que Tosquelles había cuidado no solo de los soldados rojos, sino de toda la población civil, y el militar decidió darle un salvoconducto para evacuar a los pacientes. Esta misma reacción, no obstante, ya la había tenido antes, cuando un grupo de anarquistas llegó al hospital donde ejercía entonces para matar a varios enfermos que, según ellos, habían sido peligrosos simpatizantes de la derecha, pero los frenó a pesar de que le encañonaban.
Eso no fue todo. El psiquiatra también protegió a sus pacientes de los nazis en el manicomio de Saint-Alban, en Francia, durante la Segunda Guerra Mundial; y dio una lección al Gobierno galo, que dejó morir de hambre a decenas de miles enfermos entre 1939 y 1945, mientras él curó, alimentó y ayudó a los suyos a integrarse en la sociedad.
Para Tosquelles, efectivamente, los enfermos importaban más que cualquier ideología. «Me sorprendió descubrir a alguien preocupado por los soldados traumatizados, cercanos a la locura, en la Guerra Civil y que los curara en primera línea de fuego. Luego descubrí sus otras revoluciones. En Francia fue el primero en derribar los muros de los centros, prescindió de los psiquiatras tradicionales que aislaban a los pacientes y estableció puentes entre estos y una sociedad que los trataba como peligrosos e incurables», explica a ABC Evelyn Mesquida, autora de ‘El cementerio de los locos: la extraordinaria vida de Francesc Tosquelles’ (Ediciones B).
Almodóvar del Campo
El psiquiatra nació en Reus en 1912 y fue un estudiante brillante. Con 15 años hablaba francés y alemán y había obtenido el título de bachiller. Comenzó sus estudios de medicina en la Universidad de Barcelona, que terminó antes de tiempo mientras trabajaba como psiquiatra en el Instituto Pere Mata. Al principio de la guerra escapó por los pelos de la purga estalinista en España y comenzó su periplo como responsable de los manicomios de Huesca, Sariñena y Salt, donde organizó unidades psiquiátricas formadas con hospitales, centros de asistencia urgente y equipos de profesionales encargados de atender a los soldados republicanos.
Con ese currículo fue enviado a Almodóvar del Campo en mayo de 1938. En su nuevo destino, Tosquelles se percató de que los psiquiatras temían a los enfermos y trazaban una frontera entre estos y el resto de la gente, lo que no tenía sentido para él. «Los psiquiatras de la escuela clásica eran un obstáculo», insistió. Puso entonces en marcha un método muy poco ortodoxo con curas, campesinos, obreros, monjas y prostitutas, a los que convirtió en enfermeros eficaces, convencido de que, por sus profesiones, sabían escuchar y comprender la locura y el sufrimiento de los soldados… y acertó.
Al acabar la Guerra Civil, Tosquelles huyó a Francia. Tardó dos meses en cruzar los Pirineos a pie. Llegó con los pies destrozados y un equipaje minúsculo que incluía el libro del célebre psiquiatra alemán Hermann Simon, el cual defendía que antes de curar a los enfermos había que curar a las viejas instituciones. Aquella se convirtió en su máxima. «Piensa que, hasta mediados del siglo XX, en muchos hospitales psiquiátricos se encadenaba a los enfermos, se los metía en agua fría y se los torturaba para calmar su locura. Tosquelles, sin embargo, eliminó todo esto y empezó a tratarlos de forma más humana. Creía que darles voz era muy importante para que contaran los defectos que tenían sus hospitales. Fue revolucionario, el diálogo como herramienta terapéutica», apunta Mesquida.
Campo de internamiento de Septfonds
Como no tenía donde caerse muerto, ingresó voluntariamente en el campo de internamiento de Septfonds, donde otros 29.000 prisioneros españoles convivían con la miseria, la enfermedad, el frío y el hambre. Allí descubrió multitud de patologías inquietantes causadas por los traumas y presenció varios suicidios, pero él no se vino abajo. Tosquelles habló con la dirección y les propuso organizar un centro psiquiátrico en el límite de la alambrada de espinos. «Logré que muchos enfermos escaparan a un posible encierro de años y que acabaran olvidados en esos viejos hospitales», subrayó el médico.
Sin embargo, fue en Saint-Alban desde enero de 1940 donde Tosquelles protagonizó su gran revolución. Era una aldea fría y ventosa, perdida entre las altas montañas de Lozère, uno de los departamentos más pobres y menos poblados de Francia. Estaba formada por un centenar de casas apiñadas al pie de una antigua fortaleza medieval que hacía las veces de psiquiátrico y contaba con el conocido como ‘Cementerio de los locos’, donde se enterraba sin nombre a los pacientes.
Al principio trabajó como asistente de Paul Balvet, pero Tosquelles se percató rápido de que el equipo solo se encargaba de evitar crímenes, suicidios y evasiones entre los enfermos. El director, sin embargo, le dio carta blanca para reorganizar el hospital y sacar a los enfermos de las pequeñas celdas en las que se encontraban encerrados, sin calefacción, sin sanitarios y sin luz eléctrica. El psiquiatra comenzó a sacar lentamente de la Edad Media al viejo manicomio, que se convirtió en uno de los hospitales más vanguardistas de Europa en medio de la invasión nazi.
«Una de sus primeras iniciativas fue hacer que los enfermos derribaran ellos mismos los tabiques del asilo. Fue una forma de liberación y, al mismo tiempo, de acercarse a los vecinos, que comenzaron a relacionarse con ellos y a acostumbrarse a verlos pasear por el pueblo», cuenta Mesquida.
«Psicoterapia institucional»
El mundo entero se desangraba, pero en Saint-Alban se llevaba a cabo una auténtica revolución que se extendió por todo el país y acabó siendo bautizada como «psicoterapia institucional». Esta incluyó otras iniciativas como multiplicar los intercambios con el exterior, establecer un sistema cooperativo en el que cada paciente tenía un papel específico, organizar el centro de forma más humana y convertirlo en un lugar de intercambio de ideas en el que participaron figuras importantes de la cultura europea como el historiador Georges Sadoul, el pintor Francis Picabia y el poeta Paul Éluard.
La iniciativa más importante, sin embargo, fue hacer trabajar a los pacientes en el exterior. Gracias a ella, Saint-Alban pasó a la historia como el único hospital de Francia en el que los pacientes no murieron de hambre durante la ocupación alemana. «Organizamos a los enfermos para que crearan un mercado negro –detalló Tosquelles–. Les enseñamos a reconocer champiñones y salir a buscarlos. Muchas de las granjas vecinas estaban faltas de mano de obra y el hospital se ofreció a ayudarles a cambio de comida. Un total de 124 enfermos fueron designados para activar los productos agrícolas del entorno y recoger coles, ajos, judías, guisantes, zanahorias… En los talleres, los pacientes fabricaban herramientas que intercambiaban con los aldeanos por huevos, frutas y otros alimentos». Casi un milagro, pues según la tesis de Max Lafont, publicada en los años 80 bajo el título de ‘El exterminio suave’, el Gobierno dejó morir de hambre a más 40.000 enfermos psiquiátricos durante la Segunda Guerra Mundial.
«Sin su experiencia en ambos conflictos, Tosquelles no habría logrado nada. Curó a muchos enfermos en la Guerra Civil y la Segunda Guerra Mundial, consiguiendo hacer trabajar a profesionales de tendencias políticas muy distintas, pero sus logros se ocultaron. En España, por su pasado republicano, y en Francia, porque cualquier reconocimiento a su labor habría sido reconocer que el Gobierno se había lavado las manos y dejado morir a miles de enfermos mentales», confluye Mesquida.
Origen: Tosquelles, el ignorado psiquiatra español que dio voz a los «locos» durante la Guerra Civil