Un verano de muerte: el «infierno» de los 57 días de represión republicana en San Sebastián durante la Guerra Civil
En su nuevo ensayo, Guillermo Gortázar retrata el dramático destino de los turistas que fueron a pasar unos días de vacaciones a la capital de Guipúzcoa y, tras el golpe de Estado de 1936, «fueron fusilados por causas verdaderamente absurdas»
El primer fusilado por los milicianos del Frente Popular en San Sebastián fue Ramón Sáenz de Pinilla, un abogado de Murcia que se encontraba en la capital guipuzcoana, de casualidad, cuando se produjo el golpe de Estado de 1936. Según los testimonios de la época recogidos por el historiador Guillermo Gortázar en su último ensayo, ‘Un veraneo de muerte’ (Espuela de Plata), la víctima se encontraba pescando tranquilamente en el Paseo Nuevo, «cuando alguien tuvo la mala idea de decir que era un espía dedicado a hacer señales a los barcos, para que enfilaran bien su cañoneo contra el Hotel María Cristina».
Thank you for reading this post, don't forget to subscribe!Aquel bulo bastó para que, recién comenzada la Guerra Civil, lo detuvieran y ejecutaran. «San Sebastián era la capital del veraneo en España. Había mucha gente de clase media, no necesariamente rica, que ahorraba todo el año para venir a descansar a una pensión de aquí durante 15 o 20 días –cuenta el autor a ABC en una llamada desde dicha ciudad–. Muchas víctimas de la represión republicana en los dos primeros meses del conflicto en la capital de Guipúzcoa estaban de paso. A este abogado lo acusaron de hacer señales a los barcos de Franco, cuando Franco ni siquiera había llegado a Marruecos todavía, seguía en Canarias. Es decir, que en San Sebastián no había barcos franquistas, pero hubo una histeria radical y era facilísimo acabar ante un pelotón de fusilamiento».
Poco después, otro veraneante alojado en el Hotel Excelsior corrió la misma suerte. Era solo un agricultor de 44 años de Zaragoza, José Pórtoles Serrano, que también había viajado a San Sebastián a pasar unos días. Cuando estalló el conflicto, sin embargo, se quedó atrapado en la ciudad, que se convirtió en una especie de «prisión sin salida», en palabras de Gortázar. El 11 de agosto fue detenido por sorpresa y acusado de ser monárquico y amigo del José Calvo Sotelo, el exministro de Hacienda crítico con el Gobierno de la República, cuyo asesinato, el 13 de julio de 1936, fue el detonante del inicio de la guerra.
«Pórtoles fue arrestado por la denuncia de una camarera llamada Nicolasa, dando como única razón de su detención el hecho de que escuchaba Radio Nacional», comenta otro testimonio recabado por el historiador vasco. Al parecer, el agricultor solo quería informarse de lo que acontecía en España en aquellos tristes días, con tan mala fortuna que la emisora se encontraba entonces en manos de los sublevados.
Un destino inesperado
Son solo dos ejemplos del dramático e inesperado destino que corrieron muchos veraneantes de San Sebastián, en el verano de 1936, al terminar delante de un pelotón de fusilamiento por causas verdaderamente absurdas. Gortazar recuerda que su libro es «una respuesta» al monumento que, en 2014, el entonces alcalde de Bildu-HB, Juan Carlos Izagirre, erigió frente al Ayuntamiento de la ciudad como homenaje a los represaliados del franquismo, omitiendo los nombres de los fusilados por el bando republicano, sin juicio previo, entre el 18 de julio y la caída de la capital en poder del general Mola el 12 de septiembre.
«Es un monumento vergonzoso. Su parcialidad era tal que decidí escribir un libro contando esos 57 días de asesinatos en San Sebastián, que por otro lado eran muy desconocidos, incluso, para los donostiarras. Esta ciudad ha pasado a la historia como el lugar ideal de descanso, de la buena comida, como si hubiera estado alejada del frente durante la Guerra Civil», explica Gotázar. Y, a continuación, detalla: «Los periodistas especializados calculan que, en esos dos meses, la República asesinó en la provincia de Guipúzcoa a entre 450 y 500 personas, y en San Sebastián, con bastante precisión, a 258. La represión en ese tiempo fue tremenda en esta ciudad, con un número de checas proporcionalmente mayor, incluso, que en Madrid».
El autor no esconde la represión de los sublevados tras la toma de la ciudad por parte del general Mola, tan intensa que, incluso, provocó las quejas del nuevo alcalde de la ciudad nombrado tras la entrada del general Mola: José Múgica. A raíz de ello, este destacado monárquico liberal y miembro de Renovación Española fue cesado y desterrado cuando tan solo llevaba cuatro meses en el cargo. «Además –añade Gortázar– quiero recalcar que en el bando de la República hubo comportamientos notables, como Manuel Gabarain, un médico simpatizante del Frente Popular que tenía el principio hipocrático muy claro y se jugó la vida para curar a los heridos de ambos bandos durante aquellos 57 días. Llegó, incluso, a esconder en su casa a un líder derechista durante varios meses. España desconoce el infierno que se vivió en San Sebastián durante los dos primeros meses de la Guerra Civil».