¿Una reliquia robada? Los misterios sin resolver sobre el «pequeño pene» momificado de Adolf Hitler
En noviembre de 2003 (hace aproximadamente 14 años) el hijo de un soldado soviético afirmó tener en su poder una curiosa reliquia: el órgano sexual masculino del «Führer»
Corría el 2 de mayo de 1945 cuando, a eso de las cinco de la tarde, el Ejército Soviético puso fin por las bravas a una debacle iniciada en 1939 con el avance de los panzer alemanes sobre Polonia. A esa hora (otros expertos afirman que fue realmente a las 15:30), los refuerzos enviados por el camarada Stalin a Berlín entraron como un vendaval en el «Führerbunker», la última guarida del hombre que había dominado Europa durante más de cinco años. El historiador Joachim Fest, uno de los investigadores más reconocidos por su estudio de los últimos días de Hitler en Alemania, afirma en su obra «El hundimiento» que los rusos apenas hallaron una resistencia digna de mención.
Thank you for reading this post, don't forget to subscribe!No era raro, pues el nazismo se había desmoronado y los últimos remanentes de la «Wehrmacht» y las «SS» que andaban por la zona habían iniciado una huida paulatina de la capital del Reich para evitar ser pasados a cuchillo por los aliados.
Afirma Fest que el primero en acceder al búnker fue el teniente Iwan I. Klimenko, del 79º Cuerpo de Infantería (dato que avala el popular Eric Frattini en «¿Murió Hitler en el búnker?») y que, a continuación, le siguieron el mayor Boris Alexandrovich Bystrov y el mayor Isaak Hazin. Tras un rápido vistazo hallaron los cadáveres del matrimonio Goebbels y de sus seis hijos (asesinados por sus padres con el objetivo de que no tuvieran que vivir en un mundo sin el líder nazi). No era un premio pequeño para los hombres de Stalin, pero ellos buscaban otro mucho mayor: el cadáver de Adolf Hitler. Cerciorarse de que, en definitiva, se había disparado en la sien (o en la boca, atendiendo a la versión ofrecida por el historiador británicoHugh Trevor-Roper) y había dejado este mundo.
La versión oficial, la que salió del puño de Trevor-Roper (enviado a Berlín por el gobierno británico para dar cuenta de lo acontecido) afirma que no lo lograron. De hecho, señala que los soviéticos tuvieron que esperar nada menos que tres días para toparse, casi sin pretenderlo, con los cuerpos calcinados de un hombre, una mujer y un animal. El último era un perro, «Blondi», la mascota con la que el «Führer» probó el veneno que ingirió antes de meterse en la mollera una bala de su PPK. El resto no fueron identificados. Al menos en principio ya que -allá por el 6 de junio de ese mismo año- la comandancia general del Ejército Rojo confirmó que uno era «con total seguridad» el cadáver de Adolf Hitler.
A partir de entonces se inició una leyenda negra en torno a los restos del «Führer». Los soviéticos, ávidos de revancha, afirmaron que, tras hallar sus huesos calcinados, se los llevaron a la URSS. Una teoría que cuadró perfectamente con un mensaje emitido el 30 de julio de 1945por los aliados en el que se explicaba que «probablemente Hitler se había envenenado en su despacho, con Eva Braun, y su ayuda de cámara Lange había ejecutado la orden de incinerar ambos cadáveres». Con todo, habían pasado ya más de dos meses desde la entrada al «Führerbunker». Un tiempo de desconcierto y pesquisas que generó una ingente cantidad de mitos alrededor del cuerpo del líder nazi. Algunos como el que afirma que un soldado soviético halló el cadáver antes que sus superiores, le amputó el pene, y se lo llevó hasta la URSS como botín de guerra.
Reliquia perdida
La extraña historia que nos acontece es ampliamente analizada por el popular historiador Jesús Hernández (autor de más de una docena de libros sobre la contienda y del blog «¡Es la guerra!») en su libro «100 historias secretas de la Segunda Guerra Mundial». El que, a día de hoy, es uno de los referentes españoles en lo que a esta contienda se refiere afirma que, en noviembre de 2003, un ruso llamado Ivan Zudropov aseguraba tener en su poder el pene momificado de Adolf Hitler. «El protagonista era hijo de uno de los integrantes del Ejército Rojo que entró en Berlín en mayo de 1945», señala el experto en su obra.
Tal y como declaró Zudropov, la reliquia había sido conseguida por su padre, Vasily Zudropov, en el interior del mismísimo búnker de la Cancillería. «Vasily explicaría años más tarde a su hijo que, junto a un grupo de soldados, encontró el cadáver de Hitler. Llevados por su ira, al tener ante sus ojos el causante de tantas desgracias para su país, desnudaron el cuerpo y lo golpearon», completa Hernández.
En su momento, como cabía esperar, las declaraciones de Zudropov no fueron tomadas con demasiada seriedad. Según afirmaba, su padre había tenido la oportunidad de hacerse con un recuerdo del cadáver de Hitler. «Decidió llevarse la cabeza del dictador germano. Sin embargo, finalmente optó por otra parte de su cuerpo más fácil de transportar: le cortó el miembro viril y se lo metió en el bolsillo. A su regreso al hogar pudo mostrar orgulloso el trofeo a su familia», destaca Hernández en «100 historias secretas de la Segunda Guerra Mundial».
Como señala el historiador español, la anécdota es más que cuestionable. Al menos, atendiendo a la versión ofrecida por Trevor-Roper o el mismo Erich Kempka (el chófer de Hitler), quien declaró ante los aliados haber visto cómo los cadáveres del líder nazi y de Eva Braun eran sacados del «Führerbunker» para ser incinerados. Todo ello, eso sí, partiendo de la base de que este conductor solía «contar lo que los investigadores querían oír», según afirma Valeriano de la Cruz en su documentado libro «Buscando la verdad histórica. Síntesis de ¿Dónde está el cadáver de Hitler?». En todo caso, Zudropov puso la reliquia a la venta por un precio de 18.000 dólares.
Tamaño y problemas
Más allá de la compleja historia, Zudropov dio a conocer un dato sobre el miembro viril de Hitler que, según algunos historiadores, es totalmente cierto. El ruso sentenció que el pene momificado que tenía en su poder no medía más de seis centímetros. El tamaño fue corroborado en el libro «Hitler’s Last Day: Minute by Minute», una obra en la que los investigadores Emma Craigie y Jonathan Mayo relataban los últimos momentos del «Fübrer» en el búnker de la Cancillería y que se hizo famosa en 2016 por un párrafo en el que explicaban los supuestos defectos en los genitales del dictador alemán.
«Se cree que Hitler tenía dos deformidades genéticas en sus genitales: un testículo no descendido y una rara condición denominadahipospadias penil en la que la uretra se abre en la parte posterior del pene», se explica en «Hitler’s Last Day: Minute by Minute». En palabras menos complejas, y según explica la página especializada «MedlinePlus» (basada en la Biblioteca Nacional de Medicina de los EEUU), esta dolencia se presenta en 4 de cada 100 varones y provoca que el órgano sexual masculino no se desarrolle con el tamaño habitual.
A su vez, esta enfermedad puede provocar problemas en el sujeto a la hora de mantener relaciones sexuales. Unas dificultades que, según explica Lukasz Kamienski en la obra «Las drogas en la guerra. Una historia global», padecía Hitler.
En el mencionado libro se especifica que el médico personal del «Führer», Theodor Morell, le suministró en varias ocasiones medicinas para aumentar su apetito sexual y su rendimiento en el lecho conyugal. «Morrel también le administraba a Hitler inyecciones de glucosa y testosterona (una especie de viagra primitiva) y le recetaba opiáceos sintéticos -sobre todo Eukodal, primo hermano de la heroína- y probablemente cocaína, a modo de analgésicos», destaca el autor en su obra.
Con todo, y a pesar de que se ha omitido en los últimos años, es necesario señalar en favor de Emma Craigie y Jonathan Mayo que también dejaron patente en «Hitler’s Last Day: Minute by Minute» la posibilidad de que el pequeño tamaño del pene del «Führer» fuese una mentira motivada por una cancioncilla. «Una popular marcha británica, cantada por el Coronel Bogey, empezaba así: “Hitler has only got one ball/The other is in the Albert Hall”. Quizá sería más preciso decir que las tropas imaginaron todo esto», explican los autores en la obra.
Loca historia
Por si mezcla de leyendas y realidad no fuese ya bastante, Eugen Wasner, un antiguo compañero de juegos del futuro «Führer», dedicó también unas palabras al pene de Hitler en los años 40. Este combatiente (ejecutado posteriormente por haber relatado el suceso) afirmó que, allá por 1897, el joven Adolf tuvo un incidente con un macho cabrío en la pequeña ciudad de Leonding (Austria) que le llevó a perder parte de su miembro viril.
Según queda recogido en el libro «Rutina mortal» (escrito en 1981 por la abogada de Wasner, Dietrich Güstrow) este desdichado tuvo la osadía de narrar a sus compañeros de dormitorio en 1943 lo acaecido ese año cuando le solicitaron informar a Hitler de la precaria situación militar en el frente del Este. Él contestó: «Adolf está loco desde que era pequeño, cuando un macho cabrío le mordió el pene. Yo estaba allí. Adí apostó que orinaría en la boca de un macho cabrío».
No era una broma, según parece. A continuación, agarró la boca del animal y se dispuso a cumplir su promesa. Todo acabó en un verdadero desastre cuando el macho cabrío le arrancó un trozo de pene. La historia fue controvertida, aunque Güstrow siempre dijo creerla. «Yo nunca tuve duda sobre la veracidad de la historia de Wasner», llegó a afirmar, según declaraciones recogidas por Ron Rosembaun en su obra «Explicar a Hitler: los orígenes de su maldad».