23 noviembre, 2024

Valeriano Ruiz «En Teruel pedíamos una bala de suerte, el frío era insoportable» «GUERRA CIVIL ESPAÑOLA»

Valeriano Ruiz, en mayo de 2011, durante la entrevista.

por Miguel Ángel Majadas

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Cuando Valeriano Ruiz Fernández (Meruelo, Cantabria, 6 de mayo de 1918) quiere recordar el 18 de julio de 1936, su memoria le traslada a febrero del mismo año, cuando el Frente Popular gana las elecciones. «Yo tenía 18 años y era secretario de las Juventudes Católicas de Meruelo y fundador de Falange Española en el pueblo». Valeriano y sus compañeros construyeron un centro para la Juventud Católica «con dinero que sacamos de un cuadro artístico que formamos con las chicas, entre ellas mi mujer». Al poco, los socialistas les incautaron el local. «Hicimos una protesta frente al Ayuntamiento, y al comenzar a cantar el himno de la juventud, el alcalde vino hacía mí y me dio una bofetada. Yo reaccioné, le agredí también y nos enzarzamos en una pelea». Valeriano fue detenido y procesado en Santoña. A los ocho días salió en libertad condicional bajo fianza.

Tras el alzamiento militar contra el Gobierno de la República, Cantabria quedó dentro de la zona republicana. «A todas las personas de derecha que habíamos tenido algún detalle en contra de la izquierda nos encarcelaron», recuerda. «Dos meses después nos pusieron en libertad». Pero el 17 de octubre se presentaron en su casa miembros de la famosa checa Neila y se lo llevaron esposado al Alto de Jesús del Monte, lugar que se hizo famoso como escenario habitual de los ‘paseos’, por lo que Valeriano sospechó que se acercaba su fin. «Me dijeron: ‘Vamos muchacho, vamos a echar una meada’. Me soltaron las esposas y ellos se apartaron también para mear. Yo no hacía más que rezar. Poco después me volvieron a subir al coche. Nunca supe si aquello fue un simulacro de ‘paseo’ para intimidarme».

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Valeriano permaneció en la Prisión Provincial de Santander, en el barco-prisión Alfonso Pérez  habilitado como cárcel para unos 900 presos derechistas procedentes de toda la región. «Allí murieron 154 amigos y compañeros míos». Para entonces, ya había sido trasladado a El Dueso, donde estuvo unos nueve meses hasta la liberación del penal, el 26 de agosto de 1937. Valeriano se incorporó enseguida a la lucha con las tropas nacionales. Como recluta del Batallón de Arapiles, llegó al frente de Guadalajara, donde Franco estaba reuniendo tropas para avanzar sobre Madrid. Más tarde, fue trasladado al frente de Teruel. «Fue mi primer contacto con el enemigo, en las navidades de 1937. Fue muy duro, soportábamos 20 grados bajo cero. Pedíamos una herida, una bala de la suerte, porque el frío era insoportable». Valeriano recuerda que, llevados por la desesperación, se ponían en pie o sacaban un brazo de la trinchera ofreciendo un blanco seguro al enemigo. Después de la recuperación de Teruel, participó en el frente de Aragón, en 1938. En abril, su regimiento tomó parte en el corte del Mediterráneo, conseguido en Vinaroz (Castellón). «Ahí  comenzó a decidirse la guerra».

Este cántabro no puede olvidar que volvió a nacer en dos ocasiones. La primera, en la toma de Mosqueruela. «Nos lanzábamos granadas de una trinchera a otra, la separación era muy escasa… Hubo muchas bajas». Él era enlace y tenía que transmitir las órdenes del mando. «Mi capitán ordenó retirar la unidad y fui reptando por el suelo hasta donde estaba la avanzadilla. En un momento, bajo un fuerte ataque artillero, un proyectil pequeño se coló entre mis piernas, milagrosamente no llegó a explotar», recuerda sin disimular aún hoy un gesto de sorpresa.

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La segunda fue en el frente de Madrid, en la localidad de Vaciamadrid. «Una noche, mientras hablaba con un comisario político, de trinchera a trinchera, alguien intentaba localizar por el sonido el sitio donde yo estaba. Lanzó una ráfaga y me rozó. Entonces mandé a mi equipo: ¡Cargar toda la artillería que haya sobre la trinchera enemiga!’. Al final nos pidieron que no tiráramos más, pero yo respondí : ‘Vosotros habéis disparado cuando estábamos hablando y eso es una traición’».

A Valeriano le llegó la noticia del final de la contienda en Albolote, un pueblo cercano a Granada, donde ocuparon Las Pedrizas, una sierra muy rocosa. Allí sucedió uno de los hechos más curiosos de su guerra y que recuerda con una sonrisa: un día, desde la trinchera ocupada por los rojos, les ofrecieron jugar un partido de fútbol. «Los comisarios políticos republicanos y mis sargentos primeros se reunieron sin armas, en una zona neutral. El primer tiempo lo pitó un alférez nuestro y el segundo lo arbitró un comisario político. Terminó el partido 0-0 o 1-1, no lo recuerdo bien, lo mejor que podía ocurrir. Cuando nos despedimos alguien dijo : ‘Vamos señores, esto se ha acabado, ahora el que asome la cabeza se la volamos’».

En 1941 Valeriano, fiel a su compromiso anticomunista, se ofreció voluntario en la División Azulque luchó en el frente ruso. La Segunda Guerra Mundial comenzó para él en Puschkin, una ciudad de unos 30.000 habitantes al sur de Leningrado. Fue destinado al primer batallón del Regimiento 263, 3ª compañía, con la graduación de sargento. Una noche los soviéticos atacaron su trinchera mientras dormían y apuñalaron silenciosamente a uno de los centinelas. Las tropas nacionales contraatacaron donde cayó muerto su alférez, llamado Lluch. En esta acción militar Valeriano Ruiz tuvo un comportamiento heroico y fue propuesto para la Cruz de Hierro alemana, que al final no le otorgaron porque había tenido lugar sin el consentimiento de sus superiores. Sí le concedieron dos medallas alemanas que conserva enmarcadas en su casa entre otras muchas condecoraciones españolas, así como un certificado reconociendo su entrega y valor. En 1943 se decidió la retirada de la División Azul y Valeriano y sus compañeros emprendieron un penoso regreso a España, casi un año después. En su retirada sufrieron un bombardeo de la aviación aliada en la ciudad alemana de Hof.

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En vísperas de la Navidad de 1943 logró reunirse con su familia en Santander. Allí vive ahora, en su Villa San Roque, en San Mamés de Meruelo, con su mujer, junto a los recuerdos que marcaron su niñez y su juventud, y con las medallas que le reconocen su participación en la Guerra Civil Española y en la Segunda Guerra Mundial.

 

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Valeriano, en una foto de juventud; sus condecoraciones militares y con su mujer.

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