21 noviembre, 2024

Vecinos armados contra la mafia: el linchamiento xenófobo que avergüenza a EE.UU.

La Comisión de Justicia Social de la OSDIA ha solicitado a la alcaldesa de Nueva Orleans que pida disculpas por el linchamiento en 1891 de once inmigrantes latinos en Nueva Orleans

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La epidemia populista de Andrés Manuel López Obrador se contagia. Menos de una semana después de que el presidente de México solicitara a Felipe VI disculpas por la Conquista española, la Comisión de Justicia Social de la OSDIA (« Order Sons and Daughters of Italy in America», una organización que combate los estereotipos contra los italo-americanos) ha exigido a la alcaldesa de Nueva Orleans, LaToya Cantrell, que pida perdón por la matanza de italianos que se perpetró en esta ciudad durante 1891. Un terrible episodio que pasó a los libros de historia como el mayor linchamiento de los Estados Unidos.

Según ha informado la CNN, la organización espera que la alcaldesa cumpla sus deseos el próximo 12 de abril en el «Centro Cultural Itali-americano» de la ciudad. De hecho, la disculpa está programada. Aunque, en palabras del mismo medio de comunicación, el gabinete de comunicación de Cantrell no ha confirmado todavía que se vaya a suceder de forma oficial. En todo caso, la Comisión de Justicia Social de la OSDIA no se ha mordido la lengua y ha calificado el suceso como una «herida abierta» que afecta a su comunidad. Por ello, cree que una mujer «tan valiente» como la alcaldesa será capaz de limpiar este borrón en la historia norteamericana.

Odio hacia el inmigrante

El origen de esta triste matanza hay que buscarlo a mediados del siglo XIX. Fue entonces cuando la inmigración italiana en Estados Unidos se generalizó por culpa de los altos impuestos que se le exigían a las clases bajas en su país de origen. Dentro del país de las barras y las estrellas, el destino de estas familias sin recursos fue una de las regiones que más trabajo ofrecía gracias a la industria del azúcar (que necesitaba braceros a raudales) y del algodónNueva Orleans.

Los italianos crecieron de forma rauda en esta ciudad. Y no solo a nivel demográfico, sino también económico. En 1890 se habían hecho con más de 3.000 empresas y atesoraban una considerable cantidad de capital. Con estos ingredientes no pasó mucho tiempo hasta que la población local comenzó a verlos con recelo. Un sentimiento contrario a la inmigración empezó a fraguarse gracias, en parte, a la ayuda de los medios de comunicación. El congresista Charles Grosvenor dejó clara la tendencia racista de los ciudadanos de Nueva Orleans en una de sus misivas:

«Nuestro clima cordial, la facilidad con la que se pueden satisfacer las necesidades de la vida cotidiana y la naturaleza políglota de la población han hecho que esta parte del país sea tristemente perfecta para los vagos y los emigrantes de la peor clase de Europa: el sur de Italia y Sicilia».

«Tenemos que asegurarnos de que este es su ultimo golpe. Debemos enseñarles una lección que no olvidarán jamás»

En mitad de ese clima de tensión, de toda aquella xenofobia, un suceso desafortunado provocó el desastre: el asesinato del jefe de la policía de Nueva Orleans, David C. Hennessy. Se desconocía si la comunidad italiana había tenido alguna responsabilidad en su muerte. Sin embargo, para entonces el odio hacia estos inmigrantes estaba tan generalizado que se les culpó del suceso. Las masas, furiosas, terminaron de soliviantarse gracias al alcalde, Joseph Shakespeare, y a sus palabras durante una reunión en el ayuntamiento:

«Nos lo debemos a nosotros mismos y a todo lo que consideramos sagrado en esta vida. Tenemos que asegurarnos de que este es su ultimo golpe. Debemos enseñarles una lección que no olvidarán jamás».

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La indignación por el asesinato de Hennessy fue total. El diario «The New York Times» recogió en sus páginas la gran cantidad de población que se reunió en su funeral. Y no solo para darle el último adiós, sino para mostrar su disconformidad con los inmigrantes:

Recreación del linchamiento
Recreación del linchamiento

«Durante todo el día, la gente se agolpó en el Ayuntamiento para ver el cuerpo y fue casi imposible llegar al féretro, que había sido colocado en la misma habitación en la que se encontraba el cuerpo de Jefferson Davis […] El carruaje se movió por las calles principales de la ciudad, que estaban tan llenos de gente como para bloquear los tranvías y el paso de los vehículos».

De repente, el odio latente se convirtió en palpable. Shakespeare fue claro: «Detened a todos los italianos que os encontréis». El barrio francés (conocido como «Little Palermo» por la gran cantidad de sicilianos que residía en él) fue tomado por las autoridades locales y más de dos centenares de italianos fueron arrestados. La crueldad con la que fueron tratados la explica el sociólogo William F. Whyte en su obra « La sociedad de la esquina: La estructura social de un barrio bajo italiano»: «Brutalmente, sacaron a rastras a un buen número de inmigrantes italianos a la calle y los metieron en la cárcel». Al final, diecinueve de ellos fueron acusados del asesinato del jefe Hennessy.

La tensión aumenta

Según desvela el historiador Laurence Bergreen en «Capone: The Man and the Era», un mes después de la gran redada, en noviembre de 1890, los once italianos acusados de asesinato y los ocho supuestos cómplices ya habían sido declarados culpables por los medios. «Los titulares de los periódicos hicieron llegar la noticia hasta la última esquina de la ciudad. Esta fue la primera vez que la mayoría de los americanos empezaron a conocer la existencia de “una organización secreta llamada mafia”», desvela el autor en su obra.

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Y no les faltaba razón. Al fin y al cabo, el mismo Hennessy había combatido a dos familias (la Mantranga y la Provenzano) que, a golpe de violencia, habían intentado hacerse con el control de los muelles en la región. Por entonces ya era más que habitual que en las calles se preguntara, entre risas, a cualquier inmigrante italiano si conocía al verdadero asesino del jefe de policía.

«Vayamos a la prisión y acabemos con estos matones de la mafia»

Para cuando comenzó el juicio, la población de Nueva Orleans ya había dictado su sentencia. Pero el resultado no fue el esperado. En la primera sesión, el jurado declaró inocentes a ocho de los once acusados. Lo mismo pasó con otros tres, aunque por falta de pruebas. Algunos periódicos como el «Daily Picayune» (uno de los que más había cargado contra los inmigrantes) demostraron su desacuerdo con el veredicto con titulares tan sencillos como indignados: «¡No culpables!».

La tensión fue en aumento y, poco después de que la sentencia fuese publicada, los medios de comunicación llamaron a los ciudadanos a tomarse la justicia por su mano. «¡Nueva Orleans, levántate!», escribió el «Daily States». Este último diario señaló, incluso, que la mafia había sobornado al jurado. En el «Times Herald» llegó a publicarse un anuncio que heló la sangre de los latinos:

«Se invita a todos los buenos ciudadanos a asistir a la concentración que tendrá lugar a las 10 en punto de la mañana a fin de tomar medidas para poner remedio al fracaso de la justicia. Vengan preparados para la acción».

El vicegobernador de Luisiana, John C. Wickliffe, se unió a ellos: «Vayamos a la prisión y acabemos con estos matones de la mafia».

Turba hacia la cárcel

Durante la manifestación, el 14 de marzo, sus deseos se hicieron realidad. Al grito de «¡Matad a los dagos!» (término despectivo para referirse a los extranjeros en general, y a los italianos en particular) la multitud -armada con palos, cuchillos, pistolas y fusiles- se encaminó hacia la cárcel. En palabras de Mike Dash (autor de «La primera familia: Extorsión, venganza, muerte y el nacimiento de la mafia») en total había unas 8.000 personas reunidas.

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Al arribar al edificio, la ira de los presentes aumentó al saber que el alcaide había abierto las celdas de los italianos que tenía bajo custodia y les había aconsejado esconderse. Poco pudieron hacer los agentes que custodiaban el lugar ante la fuerza de aquella turba.

«Aquello no bastaba para rechazar a la multitud. Esta no tardó en derribar una puerta trasera. Varios de los integrantes de la manifestación se apostaron en todas las salidas, mientras un pelotón de ejecución -integrado por setenta hombres- peinaron decididos todo el recinto penitenciario en busca de cualquier siciliano», añade Dash.

Fue un linchamiento en toda regla. Muchos reos, contagiados del ambiente, delataron a los italianos escondidos. Algunos sicilianos se armaron con lo que tenían cerca (por ejemplo, una maza) y trataron de defenderse. No lo lograron. Otros fueron sacados a la calle, colgados y tiroteados. Fueron asesinadas once personas en total.

La turba se agolpa ante la prisión de Nueva Orleans
La turba se agolpa ante la prisión de Nueva Orleans

Una vez que la matanza terminó, el principal instigador de toda aquella barbarie (un abogado llamado William Parkerson, declaró a todos los presentes que habían obrado de forma correcta. «La violencia multitudinaria es la cosa más terrible que hay sobre la faz de la Tierra. Habéis cumplido con vuestro deber. Ahora volved a casa y, si os necesito, os llamaré», señaló. La realidad es que no se había hecho justicia. No en vano, cinco de los fallecidos todavía se encontraban a la espera de pasar por el banquillo y aquellos que habían sido señalados por los medios habían logrado huir. Lo que sí se perpetró aquella triste jornada fue, en palabras del autor, «el mayor linchamiento de la historia de los Estados Unidos».

La barbarie fue en balde y efímera. Poco después de que la venganza de esta turba se perpetrara, el líder de los Mantranga (Charles, uno de los que podría haber orquestado el asesinato del jefe de policía para evitar que presentara pruebas contra él) volvió a dirigir sus intrigas particulares en el puerto de Nueva Orleans hasta que se jubiló, allá por 1918. «Nunca se ha aclarado si tuvo o no una participación activa en el crimen, pero en cualquier caso jamás fue condenado por ningún delito», añade el investigador en su obra.

En todo caso, lo que sí prevaleció a partir de entonces en la mente de los ciudadanos fue la existencia de un ente nuevo: la mafia. Sin embargo, la realidad es que, como la Conquista española, esta matanza se perpetró hace más de un siglo. ¿Es necesario pedir disculpas por ello? En ocasiones, conocer la historia basta.

Origen: Vecinos armados contra la mafia: el linchamiento xenófobo que avergüenza a EE.UU.

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