25 abril, 2024

Violencia callejera, fascismo y José Antonio: así era Falange antes de la Guerra Civil

Concentración de la Falange en Zaragoza, octubre de 1936. ABC
Concentración de la Falange en Zaragoza, octubre de 1936. ABC

Antes de la guerra, el partido tenía menos de 10.000 afiliados y no era una fuerza reseñable, pero en las navidades del 36 ya estaba integrado por medio millón de hombres

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José Antonio Primo de Rivera, que fue exhumando este lunes del Vallede Cuelgamuros, creó en el otoño de 1933 con pocos medios y menos apoyos sociales Falange, un movimiento político nacional sindicalista que fusionó el fascismo italiano con elementos patrios como la defensa de la unidad de España o la preeminencia del catolicismo, pero separando Iglesia y Estado. Un año antes el hijo del dictador había entrado en contacto con el fascismo de Mussolini, al que visitó en Roma, y había empezado a buscar la forma de importar ese régimen a España por vía parlamentaria o extraparlamentaria.

Durante la fundación formal de la Falange en el madrileño teatro de la Comedia, Primo de Rivera pidió que «que desaparezcan los partidos políticos. Nadie ha nacido nunca miembro de un partido político; en cambio nacemos todos miembros de una familia; somos todos vecinos de un municipio; nos afanamos todos en el ejercicio de un trabajo…».

En 1934, Falange se fusionaría con las Juntas de Ofensiva Nacional-Sindicalista, el grupo minoritario que hasta ese momento había representado el fascismo en España a través de la figura de Ramiro Ledesma y Onésimo Redondo, y de escritores como Ernesto Giménez Caballero y Rafael Sánchez Mazas. Este segundo grupo había nacido antes y tenía cierta base sindical, pero Falange contaba, dentro de sus limitaciones, con más apoyo financiero y mejores conexiones con la Mussolini, que enviaría dinero para su crecimiento. En consecuencia, desde el principio se desató una lucha por el mando del partido entre José Antonio, Onésimo y Ledesma Ramos donde el primero tenía las de ganar.

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Ledesma consideraba un «señorito» demasiado próximo a los monárquicos a Primo de Rivera y se propuso en el Primer Congreso Nacional de Falange arrebatarle la jefatura, pero José Antonio se sacudió el triunvirato con bastante facilidad. Primo de Rivera se encumbró como jefe principal e icono de este movimiento extremo con escaso apoyo electoral pero con gran presencia en la calle. Con las manos libres, colocó a los veteranos jonsistas en el tercer anfiteatro, de tal modo que estos no tardaron en comenzar su viaje de salida. José Antonio Primo de Rivera se adelantó al expulsarlos tras asegurarse la fidelidad de los sindicalistas de la CONS, sindicato muy vinculado al taxi, los transportes y la hostelería, y del importante núcleo vallisoletano del partido.

Alfonso García-Valdecasas, Julio Ruiz de Alda y José Antonio Primo de Rivera en la fundación de Falange. ABC

En calidad de líder del fascismo en España se entrevistó brevemente con Hitler, pero el führer no le causó una impresión favorable. Su ideología discrepaba en muchos puntos del movimiento nazi, aunque en otros coincidía. Primo de Rivera deseaba una «revolución nacional» basada en un Estado totalitario, con fuerte intervencionismo económico, incluida la nacionalización del sistema financiero y de los servicios públicos; además creía que la familia, el municipio y la corporación debían ser los sujetos principales de la política y confiaba en conseguir la separación de la Iglesia y el Estado.

Los resultados electorales nunca respaldaron a Falange (José Antonio consiguió acta de diputado en 1933, aunque representando a un partido conservador de Cádiz), pero la radicalización de las juventudes comunistas, socialistas y anarquistas colocaron a sus militantes antiliberales en el ojo del huracán callejero y revolucionario. No en vano, como recuerda el historiador Julio Gil Pecharromán en la entrada biográfica que le dedica a José Antonio en la RAH, él «personalmente se oponía al ejercicio de una violencia indiscriminada, pero terminó cediendo a las presiones de su entorno y, tras el asesinato de uno de los cuadros juveniles del partido, Matías Montero, autorizó una dura política de represalias que alcanzó uno de sus puntos culminantes con la muerte a tiros, en plena calle, de la joven socialista Juana Rico»

Los jóvenes de las FE adquirieron una estructura paramilitar e iban armados con «bicicletas», eufemismo para hablar de pistolas en la época, y de porras flexibles forradas de metal.​ Además, nunca dudaron en utilizar a adolescentes en sus acciones como se demostró con la muerte en un enfrentamiento con armas de fuego del estudiante de bachillerato Jesús Hernández de quince años de edad. La violencia era un oferta que no quisieron rechazar.

En las elecciones de febrero de 1936 las FE cosecharon un desastre electoral (el 0,4 % de los votos ) y el líder falangista quedó fuera del Parlamento. Sin embargo, el partido creció en las calles allí donde no tenía voz en el parlamento. Tras el atentado, el 11 de marzo de 1936, contra el catedrático de Derecho y militante socialista Jiménez de Asúa, llevado a cabo por un militante falangista, el juez municipal que llevaba el caso fue asesinado por pistoleros falangistas causando un gran escándalo entre las autoridades. Todo ello forzó la ilegalización del partido acusado de ser «responsable de los desórdenes públicos». Sus dirigentes, entre ellos Primo de Rivera, fueron encarcelados en Madrid. La Guerra Civil sorprendió a su líder entre rejas.

Los líderes de Falange Española negociaron su participación en el golpe de Estado de julio de 1936 que desembocó en la guerra. José Antonio reclamaba que su formación jugara un papel crucial en la contienda y no subordinado, como finalmente ocurrió, a un grupo que estimaba de conservadores monárquicos. Los generales conjurados negaron esta exigencia al líder falangista, que finalmente dio luz verde a la entrada de su grupo para frenar lo que creía una revolución marxista en ciernes.

Desfile en 1941 de un grupo de falangistas en Madrid. ABC

Antes de la guerra, el partido tenía menos de 10.000 afiliados y no era una fuerza reseñable, pero en las navidades del 36 ya estaba integrado por medio millón de hombres. En 1937, el partido se vio forzado a aceptar a la fuerza el Decreto de Unificación que por orden de Franco lo fusionó con el resto de las fuerzas políticas del bando nacional en un partido único, Falange Española Tradicionalista y de las JONS. Franco se elevó como su líder a pesar de que un sector importante de la Falange mostró su descontento por lo que interpretaba correctamente como un intento de usar su doctrina para sus intereses.

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Manuel Hedilla, sucesor de José Antonio tras su ejecución en una cárcel de Alicante el primer año de la guerra, fue arrestado junto a otros 600 falangistas acusados de conspirar contra Franco por no aceptar la unificación. La propia guerra, donde falleció más del 60% de los miembros del partido, contribuyó a que los ‘Camisas viejas’ fueran silenciados de la cúpula del partido. Con todo, miles de españoles combatirían en las Banderas (batallones) falangistas y gozarían de gran poder hasta el final de la Segunda Guerra Mundial, cuando la derrota del Eje en 1945 marcó el declive de este grupo dentro del régimen.

Origen: Violencia callejera, fascismo y José Antonio: así era Falange antes de la Guerra Civil

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