Bailar hasta caer muerto: la misteriosa epidemia que afectó a una ciudad entera en el verano de 1518
Los médicos de la época achacaron el problema a un «recalentamiento de la sangre» y se limitaron a prescribir que siguieran bailando
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A mediados de julio de 1518, una joven alsaciana llamada Frau Trofea se paró en medio de una calle de Estrasburgo y se puso a bailar de manera frenética. No es que estuviera muy coordinada ni que se la viera disfrutar, pero pronto se unieron otros vecinos con una coreografía parecida. Ninguno de ellos podía parar y lo siguieron haciendo hasta que, al cabo de un mes, se contaba una larga lista de fallecidos aquejados de infartos, derrames o puro agotamiento.
No fue por la canción del verano ni por esa horrible moda de los flashmob, sino por un extraño fenómeno que aún hoy resulta un enigma para los médicos. Los textos de la época reconocían que «no hay evidencias de que quisieran bailar. Al contrario, expresaban horror y desesperación». En el plazo de un mes el número de bailarines se elevó hasta los cuatrocientos vecinos, de los cuales fallecieron muchos extenuados. Algunas crónicas hablan de quince muertes diarias.
Los médicos locales achacaron el problema a un «recalentamiento de la sangre» y se limitaron a prescribir que siguieran bailando. «Se creía que el baile era al mismo tiempo la enfermedad y su cura», afirma el historiador John Waller en su libro ‘A time to dance, a time to die: the extraordinary story of the dancing plague of 1518’ (2008).
El baile era usado como medio curativo para la locura desde la Antigüedad en el mundo germánico. Por esta razón, las autoridades construyeron un escenario en el mercado de grano, que se hallaba detrás de la catedral, y dieron todas las facilidades para que continuara la siniestra fiesta sin recordar que el cuerpo humano no puede estar moviendo eternamente el esqueleto. Se contrató a flautistas y tamborileros e incluso a «hombres fuertes» para que sostuvieran a los bailarines más cansados, de forma que pudieran continuar con su «tratamiento».
El historiador francés del siglo XIX Jules Michelet pusiera en duda que los enfermos llegaran a Saverne
La locura se alargó hasta principios de septiembre, cuando, temiendo que se tratara de una maldición, el consejo de burgueses de Estrasburgo prohibió el baile en toda la ciudad. El obispado ordenó una peregrinación hasta la capilla de San Vito, en el cercano pueblo de Saverne, donde los danzantes se calzaron zapatos rojos y caminaron alrededor de las reliquias de este santo. Según la crónica del alquimista, astrólogo y médico Paracelsoa, su mal cesó descansando a la sombra de este santo. Un mártir que siendo un niño fue torturado en aceite hirviendo y se le invocaba habitualmente contra la epilepsia.
Sin embargo, el historiador francés del siglo XIX Jules Michelet puso en duda que los enfermos llegaran a Saverne, dando a entender que las autoridades eclesiásticas se deshicieron del problema por medios más agresivos. Nueve años después de los hechos, Parecelso se desplazó al lugar para investigar y solo logró entrevistarse con la joven Trofea.
¿Una epilepsia colectiva?
Las explicaciones a este fenómeno tan extraño van desde una intoxicación alimenticia, pasando por el consumo de hongos alucinógenos, hasta la picadura de una araña capaz de provocar síntomas parecidos a lo que tradicionalmente se llamaba el «baile de San Vito». Otras explicaciones van más allá de lo físico y se centran en lo psicológico. Cuando ocurrió la epidemia, la región alemana vivía una época de malas cosechas, hambre, miseria y miedo colectivo ante el avance turco por el Centro de Europa.
Según defiende Waller, el baile pudo ser un episodio de histeria colectiva que se contagió entre los vecinos y sacó todos los sentimientos reprimidos del pueblo. La antropóloga Erika Bourguignon emplea el término «ambiente de creencia» para explicar que una sociedad pueda compartir una experiencia física de este tipo con tanta intensidad. Dado que la mayoría de los vecinos creyeron que se trataba de un castigo enviado por San Vito por la falta de feligreses que iban a su ermita, fue suficiente para que cesaran los síntomas que todos acudieron a rezar al martir.
El suceso de 1518 no es el único que se registró en esta misma región, tan solo el mejor documentado. En la Nochebuena de 1021, dieciocho personas comenzaron a bailar en la puerta de una iglesia de Cölbigk, un pequeño pueblo de Sajonia. Cuando el párroco pidió que pararan, lo abordaron y bailaron alrededor de él. En 1247, el suceso se repitió en Erfurt, también en Alemania, y, en 1374, en Aquisgrán. Esta práctica se asoció a algún tipo de secta o adoración satánica, aunque no se puede descartar alguna razón ambiental.
Se registraron otros casos próximos a la fecha de Estrasburgo, como el de Basilea de 1536 o el de Bruselas de 1564, reflejado en el grabado de Pieter Brueghel, pero a partir de entonces la fiebre por el baile mortal paró, al menos como fenómeno clínico.
Más allá de Europa, esta epidemia tiene mucho en común con la ocurrida el 30 de enero de 1962, cuando tres niñas empezaron a reír en un pueblecito del lago Tanganica contagiando la risa floja a casi un centenar de compañeros de su escuela. Lo hicieron durante dos semanas y originaron una epidemia que causó más de mil casos y catorce escuelas cerradas. Lo mismo que con la epidemia de desmayos en Cisjordania de 1983, que acabó con 943 hospitalizaciones sin motivo alguno.
Origen: Bailar hasta caer muerto: la misteriosa epidemia que afectó a una ciudad entera en el verano de 1518