26 abril, 2024

El mito desmontado de Magallanes: «La expedición fue un fracaso total»

Retrato del militar y navegante portugués Fernando de Magallanes (1480-1521). ABC
Retrato del militar y navegante portugués Fernando de Magallanes (1480-1521). ABC

Retrato del militar y navegante portugués Fernando de Magallanes (1480-1521). ABC

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Que muriera trágicamente el protagonista a mitad de la función es lo mejor que le pudo pasar a la memoria de Fernando de Magallanes. Nada como el drama para sellar una buena historia y ocultar lo que fue una travesía tiránica llena de despropósitos. De haber sobrevivido a las luchas en Filipinas, el capitán habría conducido irremediablemente a sus hombres al desastre volviendo por el Pacífico en vez de por poniente, como sí decidió hacer Juan Sebastián Elcano. Y de haber conseguido volver algún día a España, habría sido encarcelado y procesado por desobedecer a la Corona. Magallanes solo podía ya estropear con sus decisiones lo que iba a ser y es un exquisito cadáver.

Felipe Fernández-Armesto se ha atrevido al fin a hablar del elefante en la habitación que es la oscura biografía de Magallanes. En su obra ‘Magallanes: más allá del mito’ (Espasa), este catedrático de la Universidad de Notre Dame desmonta sin miramientos la visión romántica de un personaje que, además de persistir en sus errores, cometió asesinatos, malgastó recursos de la Corona, asumió riesgos innecesarios que acarrearon derrotas y motines y se desempeñó de manera negligente como capitán general. «Por lo visto no era una persona capacitada para comandar una operación así. Una persona capacitada no lleva a sus compañeros a un desastre previsible, ni provoca motines, ni desobedece las órdenes sino en caso de necesidad, ni prosigue una agenda suya en lugar de buscar el bien de todos», señala a ABC el historiador tras su investigación.

El ensayo demuestra que Magallanes fue «culpable de traición, asesinato, abuso judicial, fraude, incendiarismo y masacres». Incapaz de dar pronto con el deseado cruce americano hacia el Pacífico, el capitán provocó un motín a la altura de la bahía de San Julián tras matar de hambre y enfermedad a gran parte de su tripulación. Estas desavenencias terminaron con la condena a muerte de 40 personas, incluidos los representantes de la Corona, en lo que fue un juicio sin ninguna garantía legal.

La travesía por el Pacífico no mejoró los nervios de una marinería que se preguntaba a dónde les llevaba el patrón. Fernández-Armesto advierte que si el capitán naturalizado castellano se detuvo en las Filipinas fue para hacerse con grandes cantidades de oro, que necesitaba para un proyecto que iba más allá de los planes reales de ir a las islas Molucas. «El oro no era sino un medio para él. Lo que quería era convertirse en gran señor, recuperar su supuesto destino como heredero de una casa noble, y realizar la trayectoria de un héroe de romances. Fue víctima, como lo somos todos, de su educación, que le dejó con defectos intelectuales y morales profundos y lamentables o trágicos según el gusto del lector», narra sobre las ambiciones personales del comandante.

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En la isla de Mactán, el capitán castellano murió al verse involucrado en las luchas tribales de la región dejando a los supervivientes de su expedición sin mando ni plan para regresar a casa. La razón por la que, a pesar de todo, su mito sobrevivió a su propio desastre fue justo por lo fácil que es reescribir una vida cuando queda abruptamente inacabada: «El fracaso siempre atrae a admiradores románticos», en palabras de Fernández-Armesto.

«No consiguió alcanzar ninguno de sus objetivos, ni los propios ni los de sus patrocinadores. Pero ‘la nobleza del fracaso’, según cuentan los japoneses, sigue irresistible»

A pesar de que los datos están a la vista de todos, la figura de Magallanes ha quedado clavada en el imaginario de la humanidad como uno de los grandes héroes de la exploración, el promotor de una primera vuelta al mundo que ni deseaba ni finalizó. Inmune al poder del revisionismo histórico y de los movimiento anticoloniales, el portugués de nacimiento da nombre a dos galaxias enanas, a un cráter de Marte, a misiones espaciales, premios, sociedades científicas, calles y, por supuesto, al estrecho situado al sur de Chile. «La reputación, ya se sabe, es una cortesana poco fiel. A personajes moralmente superiores en la historia de la monarquía mundial española, como lo eran Colón, por ejemplo, o Junípero Serra, se les colma de calumnias, se les derriba los monumentos y se les denigra en los libros de texto. Pero en el caso de Magallanes se le sigue alabando en las universidades, las instituciones científicas y las empresas comerciales como si hubiera sido un gran héroe intachable del progreso de las ciencias», comenta uno de los mayores expertos en historia de la exploración global.

Colón y Magallanes compartieron un error (tanto el genovés como el portugués pensaban que Asia estaba más cerca de lo que estaba) que los hizo célebres, pero les separó el resultado de su aventura. «En el caso de Colón merece conmemorarse por haber descubierto, para bien o mal, una ruta factible entre dos mundos separados. En el caso de Magallanes, el fracaso fue total. No consiguió alcanzar ninguno de sus objetivos, ni los propios ni los de sus patrocinadores. Pero ‘la nobleza del fracaso’, según cuentan los japoneses, sigue irresistible a los sentimientos humanos: todo héroe trágico lo demuestra. Lo demuestra incluso el caso más modélico de todos, el de Nuestro Señor, que acabó crucificado entre ladrones y consiguió más devotos, tras su muerte, que cualquier individuo de la historia».

En este sentido, Fernández-Armesto considera que, a diferencia de la ruta con América, el descubrimiento sobre la redondez del mundo no tuvo «trascendencia ninguna» en la sociedad de su tiempo. «Era tan inútil como ir a la Luna en 1969, o descubrir, si es cierto que se hizo, el polo del norte en 1909», apunta.

La figura de Magallanes ha salido fortalecida del V Centenario de la primera circunnavegación, donde los esfuerzos han estado centrados en reivindicar la figura de Elcano, que terminó la expedición pero sin destrozar la de su capitán, cuyos éxitos reivindican tanto españoles como portugueses.

«Las conmemoraciones sirven, por regla general, solo para confirmar los mitos. Me acuerdo bien del esfuerzo que hicimos en 1988 en el Reino Unido para desmitificar el concepto que tienen los ingleses de la Armada Invencible. Hubo un momento en que creía que la verdad podía triunfar, pero dentro de pocos meses todo el país había vuelto a rumiar el pasto de siempre. En el día de hoy lo normal es que se añadan otros mitos opuestos a los antiguos de los nacionalismos e imperialismos de anteayer, sometiendo a la corrección política personajes que actuaban según las normas de sus propias culturas. Curiosamente, en este tipo de crítica, a los paganos e islamistas se les permite la óptica del relativismo cultural, pero se lo niega a los exploradores blancos y muertos. Lo más seguro es lo que cuenta un dicho inglés: una mentira dará media vuelta al mundo antes de que la verdad se ponga las botas», comenta el historiador inglés.

Fotografía de Felipe Fernádez-Armesto. ABC

Lo que más desconcierta aún 500 páginas después a Fernández-Armesto es por qué el explorador, sus patrocinadores y sus compañeros de tripulación estuvieron dispuestos a asumir tan descabellados riesgos contra toda probabilidad razonable de éxito. No solo por la limitación de los medios disponibles para una hazaña tan grande, sino por la incapacidad de Magallanes de aceptar su fracaso cuando ya estaba claro que conducía a sus hombres por aguas tenebrosas.

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«Creo que esto se debió a que no tenía otro remedio. Había desobedecido al Rey, matado a oficiales elegidos por la Corona y los potentes de la corte, provocado el motín del buque San Antonio, cuya tripulación, de vuelta para España, iba previsiblemente a acusarle de varios crímenes. Y, sobre todo, al salir del Estrecho de Magallanes era ya evidente que el viaje no iba a encontrar una ruta explotable para ir a las Molucas, el cargo que se le había encomendado. Así que no podía volver a España y la única posibilidad que le quedaba era seguir adelante, imitando a los protagonistas de las ficciones románticas y caballerescas que eran sus lecturas preferidas, en la esperanza de conquistar un reino en las cercanías de Asia», explica.

El legado de la codicia

El sueño de Magallanes era conseguir oro y reinos en el Pacífico, nunca lo fue el dar la vuelta al mundo. Una hazaña reservada para los dieciocho argonautas que fueron triturados por las adversidades antes de lograr regresar tres años después en condiciones pésimas hasta Sanlúcar de Barrameda sin haber pisado las Molucas. En este sentido, el doctor por la Universidad de Oxford desmonta el mito de que este «fracaso sin paliativos» fue al menos rentable comercialmente gracias a la venta del clavo que llevaba la Victoria en sus bodegas. Los gastos totales, incluidos los atrasos, los pagos a las viudas, las labores de administración y los pleitos derivados devoraron cualquier premio de consolación. Eso sin entrar en el sufrimiento de la tripulación, los pueblos quemados, las muertes en la Patagonia, las Marianas y Filipinas… auténtico legado de Magallanes. «Quería riqueza, poder y fama: pero esas tres cosas son también fuentes muy comunes del mal», recuerda en su obra Fernández-Armesto.

El libro también explora otros mitos comunes sobre el viaje hacia lo desconocido. Frente a quienes afirman que la primera vuelta hubiera sido imposible para los castellanos sin haber «robado» cartografía, conocimientos y tecnología portuguesa, el historiador califica esta idea como otro aspecto de la leyenda negra, una variante del «que inventen ellos» de Unamuno adaptada al siglo XVI: «Científicamente, y sobre todo en las ciencias relacionadas con la navegación, España en aquel entonces estaba muy adelantada a otras comunidades europeas».

Origen: El mito desmontado de Magallanes: «La expedición fue un fracaso total»

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