¿Héroes o bestias?: las olvidadas gestas de los genios militares de Hitler en la Segunda Guerra Mundial
Jesús Hernández analiza en su nueva obra un tema tan controvertido como obviado por los expertos hasta la fecha: las hazañas de los héroes de Adolf Hitler
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Su nombre y apellidos denotaban el abolengo de un oficial prusiano al que la juventud había abandonado en las húmedas trincheras de la Gran Guerra. Pero Friedrich August Freiherr von der Heydte, todo un barón con el sonoro y codiciado «von» en su apellido, iba más allá de lo que su título indicaba. Era algo elitista, pero solo con los combatientes curtidos que se habían ganado a pulso y sangre el título de «fallschirmjäger». Así se lo hizo saber a sus superiores cuando, debido a la falta de hombres, reforzaron a los paracaidistas con soldados novatos: «Estas nuevas “divisiones” paracaidistas no son más que agrupaciones de tropas antiaéreas de segunda clase».
Nacido en 1907, en junio de 1944 sabía que la Segunda Guerra Mundial tocaba a su fin. Sin embargo, eso no le impidió defender el nudo de carreteras de Carentan durante varios días con su bisoño 6º Regimiento Fallschirmjäger. Ante él tuvo a una de las mejores unidades del ejército estadounidense, la mítica 101ª División Aerotransportada, así como todo el empuje de unos aliados ansiosos por tomar Francia tras el Desembarco de Normandía. Resistió hasta que sus fuerzas estuvieron tan mermadas que desoyó las órdenes de Adolf Hitler y abandonó su posición. Con todo, el valor demostrado hizo que su unidad pasara a la historia como «Los leones de Carentan».
Lo paradójico, incluso más que la poca importancia que le otorgaba a la aristocracia, es que Von der Heydte, el que fuera uno de los mejores oficiales de la «Wehrmacht», fue siempre un ferviente antinazi. Y como él, otros tantos genios militares que juraron lealtad al Tercer Reich. ¿Cómo fue esto posible?, ¿debemos dejar de ver a todos los grandes generales germanos de la Segunda Guerra Mundial como ideologizados miembros de las SS? Estas y otras tantas preguntas son las que aborda el periodista e historiador Jesús Hernández (el Antony Beevor español, con más de una veintena de obras sobre el conflicto a sus espaldas) en su último libro: «Los héroes de Hitler» (Almuzara, 2020).
El también autor del blog «¡Es la guerra!» presenta algo más que un recopilatorio de gestas y personajes. Más bien ha forjado una obra mediante la que pretende demostrar a los aficionados a la historia que no todo es blanco o negro. Y, mucho menos, en la Segunda Guerra Mundial. Así, por las páginas de «Los héroes de Hitler» desfilan desde militares como Von der Heydte, que, según afirma a ABC el historiador, «casi llegó a las manos con dirigentes nazis» en varias ocasiones, hasta otros tantos como Theodor Scherer. Este último, un general que, a pesar de no definirse como un ferviente seguidor del nacionalsocialismo, resistió durante 105 días el acoso del Ejército Rojo en Rusia. Todos ellos tienen algo en común: fueron obviados por la historia y por el nazismo.
¿Resulta todavía controvertido hablar de los «héroes de Hitler» a pesar de que han pasado ocho décadas desde el comienzo del conflicto?
Por supuesto, de hecho, apenas se ha escrito algún libro dedicado a los héroes de guerra del bando alemán, seguramente porque cualquier historiador contempla con pavor la posibilidad de que alguien deslice sobre él un atisbo de sospecha de alguna brizna de simpatía por el nazismo o algún atenazante peligro similar.
En la introducción de mi libro explico las razones que me han llevado a rescatar del olvido a esos hombres que mostraron valor, arrojo y astucia fuera de lo común, y creo que al gran público le encantará descubrir lo que hicieron, no tiene sentido privarle de esas historias. Cuando el lector conozca en detalle sus hazañas, no quedándose tan sólo con el título del libro, podrá decidir, teniendo en cuenta el régimen al que sirvieron, si debemos considerarlos héroes o villanos.
Nadie duda de la ideologización de las SS, pero con el Heer o la Kriegsmarine es más difícil pronunciarse… ¿Debemos hablar, en estas Armas del ejército, de héroes militares alemanes o de héroes nazis?
Me atrevería a decir que, de los soldados alemanes que llevaron a cabo acciones heroicas, muy pocos lo hicieron por los ideales nazis. El famoso tanquista Otto Carius asegura en sus memorias que la política no jugaba ningún papel entre sus compañeros, que había tanto nazis como opositores al régimen, y que a todos les movía solamente la camaradería. Además, creo que había una mezcla de sentido del deber, compromiso con sus compatriotas y quizás espíritu de aventura.
¿Qué diría a los que consideren declaraciones como la de Carius (en las que aboga por la escasa nazificación de los soldados del frente) una falacia ideada para eludir las responsabilidades posteriores a la Segunda Guerra Mundial?
Este es un tema que sigue siendo objeto de debate… Durante un tiempo se trató de «salvar» a la Werhmacht, manteniéndola al margen de los crímenes de las Waffen-SS, aunque luego ha ido quedando clara su complicidad en bastantes casos. Una idea novedosa, lanzada por el historiador David Stahel, defiende que la Wehrmacht afrontó la invasión de Rusia planteando un modo específicamente nazi de librar la guerra, lo que incluía el desprecio racial por el enemigo y el recurso continuo a la fuerza de voluntad para superar situaciones comprometidas.
Por otro lado, el férreo espíritu de lucha de los soldados alemanes, por ejemplo, en la batalla de Normandía, que causó una desagradable sorpresa a los Aliados, quizás se debió a una interiorización de ese modo nazi de hacer la guerra. Creo que es tan inadecuado calificar de nazi a todo el Ejército alemán, como tratar de concentrar el ingrediente nazi únicamente en las ideologizadas Waffen-SS. En todo caso, teniendo en cuenta que unos 18 millones de hombres sirvieron en la Wehrmacht, cada uno hijo de su padre y de su madre, cualquier generalización resultará siempre injusta.
Entrando en materia… ¿Cuál es el héroe del libro cuya historia le haya estremecido más?
Sin duda, la de Konrad von Leipzig. El divulgador histórico Pere Cardona conocía a un joven cardiólogo argentino de ascendencia germana cuyo tío abuelo fue un auténtico héroe de guerra, y amablemente me cedió esa historia para que la diera a conocer, por lo que le estoy muy agradecido. De este modo, la familia de Von Leipzig me explicó su vida, que es fascinante. Después de perder una pierna en Rusia, se dedicó a explorar el sur del Sáhara encabezando una expedición de película… Y luego estuvo al frente de una unidad de lanchas patrulleras en la costa croata, y él mismo desembarcó el primero en una isla a la pata coja. Dicen que Tito llegó a poner precio a su cabeza. Como digo, es la primera vez que alguien relata su vida en un libro, así que me alegra mucho haber sido el que la saque a la luz.
Uno de los personajes más destacados de su obra es el Baron von der Heydte… ¿Quién era este personaje?, ¿era un nazi convencido?
Resulta tan sorprendente como injusto que este personaje sea casi desconocido. Era un teniente coronel paracaidista que participó en la invasión de Creta, lideró la épica defensa de Carentan y luego un desesperado lanzamiento paracaidista nocturno en la batalla de las Ardenas, que aceptó encabezar pese a que sabía que estaba condenado al fracaso. Era un gran intelectual, como lo demostraría tras la guerra convirtiéndose en un destacado jurista. No sólo no era nazi, sino que despreciaba a los nazis y de joven llegó a las manos con ellos en alguna ocasión. Era ferviente católico y advirtió los peligros del nazismo desde el principio. Por eso, calificar a los héroes de guerra alemanes alegremente como «héroes nazis» no se ajusta a la realidad.
¿Se hallaban los paracaidistas germanos entre las mejores unidades del ejército alemán?, ¿eran equivalentes a los norteamericanos en este sentido?
El balance de la fuerza paracaidista germana no resulta fácil de calibrar. Tuvieron actuaciones espectaculares, como la toma del fuerte de Eben-Emael, su papel en la invasión de Holanda o la captura del puente sobre el canal de Corinto. Pero la invasión de Creta fue una victoria pírrica y muy amarga, ya que les costó cerca de seis mil bajas y la pérdida de 350 aviones de transporte. El desastre fue tal, que Hitler decidió no utilizarlos nunca más en una invasión. Aunque estaban preparados para la toma de Malta, Hitler prefirió no arriesgarse a repetir la trágica experiencia de Creta.
Esa sensación agridulce es extensible a los paracaidistas norteamericanos y británicos, combinándose acciones heroicas en Normandía con fracasos como Market Garden. Hubo incluso planes para lanzar paracaidistas sobre Roma o Berlín, pero al final siempre se impusieron las dudas. Por su parte, los soviéticos apenas utilizaron a sus paracaidistas, a excepción de la campaña de Manchuria, en donde sí resultarían decisivos. Todo ello hace que el papel de todas las fuerzas paracaidistas en la contienda fuera, a pesar del halo mítico que las rodea, un tanto decepcionante.
Ambas unidades se enfrentaron en Carentan… ¿Cómo fue aquella defensa por parte alemana?, ¿hasta qué punto fue extenuante para los «fallschirmjäger»?
Los norteamericanos necesitaban imperiosamente tomar Carentan para unir las fuerzas que llegaban a Utah y Omaha, pero ahí se plantaron los 6.500 paracaidistas del 6º Regimiento del Baron von der Heydte para impedirlo. La defendieron como auténticos leones, lo que les valdría ser apodados «Los leones de Carentan». Los hombres de la mítica 101ª Aerotransportada no se quedaron atrás en bravura para tomar el pueblo, por lo que allí se vivió una batalla encarnizada en la que, si estuviéramos hablando de un duelo deportivo, diríamos que ambos merecieron la victoria.
Al final los alemanes, ante el creciente número de heridos y la escasez de víveres y municiones, lograron retirarse en orden. Cuando entraron los norteamericanos ya no había ninguno. Se calcula que esa resistencia a ultranza retrasó diez días el progreso de la invasión. Von der Heydte incumplió la orden de Hitler de resistir hasta el último hombre y la última bala, por lo que, paradójicamente, el alto mando dudaba si ascenderlo por su heroica defensa o someterle a un consejo de guerra por haberse retirado. Por suerte para él, se impuso la primera opción.
Detmers, al que define como un corsario, es el siguiente en la lista… ¿Era su misión «sucia» en exceso para la Segunda Guerra Mundial? Lo de «disfrazarse» del enemigo no parece muy ético…
En primer lugar, lo de disfrazarse con el uniforme enemigo, pese a ser contrario a las leyes y costumbres de la guerra, lo hicieron en algún momento todos los contendientes. Theodor Detmers fue el capitán de uno de los mercantes artillados, conocidos como corsarios pese a que en puridad no eran tales, con los que los alemanes trataron de torpedear, y nunca mejor dicho, las rutas marítimas de los Aliados. Eran buques germanos con bandera de un país neutral, que cuando avistaban otro navío mercante se transformaban en pocos minutos en barcos de guerra y lo hundían después de poner a salvo a la tripulación. Es decir, existía una cierta caballerosidad y no había voluntad de matar vidas humanas.
Curiosamente, la Conferencia de La Haya de 1907, que reguló los usos de la guerra, había aceptado esos mercantes artillados, pero debían izar la bandera de guerra de su país en el momento del ataque, lo que cumplían los corsarios alemanes, por lo que su actuación podemos decir que era legal, si ese concepto tiene sentido en un conflicto armado. En todo caso, resulta de justicia poética que Gran Bretaña, la nación que históricamente había recurrido a los corsarios para acosar a las potencias rivales, tomase un poco de su propia medicina.
Los «marineros fantasma» fueron también un activo dentro de guerra irregular de Canaris.
Sí, los alemanes trataron de compensar la enorme superioridad naval aliada recurriendo a la astucia y la osadía. Para ello recurrieron a un grupo de capitanes de yates recreativos, que podían con sus veloces navíos romper los bloqueos aliados, como fantasmas que pasan a través de una pared, de ahí que se les llamase «marineros fantasma». La Abwehr del almirante Wilhelm Canaris utilizó a estos regatistas en misiones que les llevarían a Irlanda, Sudáfrica, Brasil o Argentina. Los resultados no estuvieron a la altura de las expectativas, a tono con el pobre desempeño de la Abwehr, pero nos dejaron una serie de fantásticas aventuras marinas que relato en mi libro.
¿Cómo pudo el héroe de Cholm acabar despreciado por Hitler y por sus colegas?, ¿cuál fue su gesta más famosa?
El asedio de Cholm es una de las gestas más admirables, no sólo de la Segunda Guerra Mundial, sino de toda la historia militar, pero es apenas conocida. En 1942, los alemanes, liderados por el general Theodor Scherer, resistieron aislados en esa aldea rusa durante 105 días, rechazando un total de 128 ataques soviéticos. Cuando fueron por fin liberados por una columna germana que logró abrirse paso, casi todos los alemanes estaban enfermos o heridos, o ambas cosas. Habían soportado los rigores del invierno ruso, el hambre y las enfermedades. Además, se trataba de un heterogéneo grupo de soldados que habían sido sorprendidos en la retaguardia, entre los que había personal de intendencia, administrativos o hasta barqueros, no eran soldados de élite.
Pero esa heroicidad sería pronto olvidada en el maremágnum del frente ruso. La estrella de Scherer, después de algún que otro fracaso, se apagó y acabaría muriendo en un accidente de coche en 1951. Los soviéticos, enrabietados por ese fracaso, censuraron cualquier referencia a Cholm en sus libros de historia y los historiadores occidentales tampoco mostraron interés por tratar ese episodio, de ahí que actualmente sean pocos a los que siquiera les suene el nombre. Estoy seguro de que si los protagonistas de un asedio así hubieran sido norteamericanos, lo habríamos visto ya en decenas de películas. Espero que mi libro ayude a corregir esa injusticia.
Quizá la gesta más olvidada sea la de Cactus Farm. Una pequeña unidad que logró detener a varios blindados aliados y centenares de hombres…
Este es otro de esos episodios heroicos que han sido injustamente olvidados. Me tropecé con él por casualidad leyendo a un historiador inglés, James Lucas, que combatió precisamente allí. El protagonista fue un sargento alemán, Heinrich Schäfer, que con sólo 48 hombres defendió una colina sobre la única carretera que llevaba a la capital de Túnez, que sería conocida como Cactus Farm. Los británicos, que contaban con medio millar de hombres, eran incapaces de tomarla. Los sucesivos asaltos eran rechazados por los hombres de Schäfer. Incluso atacaron con 16 tanques, pero los germanos fueron destruyéndolos uno a uno con métodos rudimentarios y mucho valor.
Los británicos pidieron a la aviación norteamericana que arrasase la colina y así lo hicieron, pero los alemanes resistían. Al final, tras cuatro días de ataques, los alemanes se retiraron por la noche hacia otra línea defensiva. Tras la derrota del Eje en África, Schäfer sería enviado a un campo de prisioneros en Texas. Curiosamente, desde Alemania le enviaron la Cruz de Caballero de la Cruz de Hierro a través de la Cruz Roja y fue el comandante norteamericano del campo el que le impuso la condecoración en una ceremonia ante los demás internos. Debió ser el único caso durante la guerra en que un alemán fue condecorado por un oficial aliado, o viceversa.
¿Algún personaje que nos hayamos dejado en el tintero y del que nos quiera hablar?
El último capítulo lo dedico a la piloto de aviación Hanna Reitsch que, aunque es una figura muy conocida, no goza del reconocimiento que sin duda merece. El hecho de que, tras la guerra, no mostrase arrepentimiento por haber servido al régimen nazi quizás tiene que ver con ello. Sus hazañas a los mandos de un planeador, con numerosos récords del mundo a lo largo de toda su intensa vida, la deberían situar en el cuadro de honor de la historia de la aviación, sin contar con la excepcional aptitud que demostró para domar peligrosos aviones a reacción o su célebre vuelo sobre el Berlín asediado por los soviéticos para llegar al Búnker de Hitler.
Demostró una encomiable fuerza de voluntad para destacar en un ámbito en el que tan sólo había hombres, teniendo que imponerse a los prejuicios y chanzas de que era víctima por ser mujer y, además, poseer un físico muy menudo. También superó el papel pasivo que el Tercer Reich tenía encomendado a la mujer. Aunque las feministas podrían tomarla como ejemplo a seguir, eso es improbable por motivos obvios. Como anécdota, Reitsch fue agasajada tanto por Hitler como por el presidente Kennedy en la Casa Blanca.
¿Cuál diría que es el objetivo de este libro?
En suma, del mismo modo que en mi libro Bestias nazis. Los verdugos de las SS expliqué cómo personas normales y corrientes se convertían en crueles asesinos, en mi último libro explico cómo individuos comunes se transformaron en héroes, lo que prueba que la guerra es capaz de sacar lo peor y lo mejor del ser humano y, sobre todo, que el potencial que cada uno guarda en su interior es insospechado.