La ‘Desbandá’: el episodio más desconocido de la Guerra Civil en el que se inspira la canción de María Peláe en el Benidorm Fest
La artista recuerda en ‘Remitente’ la matanza indiscriminada de civiles en febrero de 1937 tras la caída de Málaga
Tronaban las bombas y repiqueteaban las ametralladoras aquel 8 de febrero de 1937, con España inmersa de lleno en la Guerra Civil. Los objetivos, sin embargo, no eran carros de combate o soldados ocultos en trincheras. El grueso de la muchedumbre que saturaba la carretera Málaga-Almería –la actual N-340, que todavía frisa la costa– estaba formado por mujeres, niños y ancianos; un éxodo de entre 150.000 y 300.000 personas que huían de la ciudad malacitana ante el avance de las tropas de Francisco Franco y sobre las que recayó toda la ira de los navíos y los cazas sublevados. La jornada quedó grabada a fuego en supervivientes como Manuel Muñoz, entonces un chiquillo: «Se vivieron momentos muy críticos. Los obuses lanzados desde los buques ocasionaron muchísimas bajas entre los refugiados».
Aquella pesadilla conmocionó hasta tal punto a España que, todavía hoy, los 200 kilómetros que recorrieron los refugiados son conocidos como la ‘Carretera de la muerte‘. El episodio como tal fue bautizado con un término mucho más andaluz: la ‘Desbandá‘. Porque sí, aquello fue una desbandada, aunque acompañada por el aroma metálico que emanaba la sangre de las entre 3.000 y 5.000 víctimas que salpicaron el terreno y avergonzaron a unos y otros. A los sublevados, porque abrieron fuego contra civiles; a los republicanos, porque abandonaron a su suerte a aquella población cuando se vieron atropellados por el avance enemigo sobre Málaga.
Resulta difícil olvidar una locura como la ‘Desbandá’. Pero, por si acaso, la artista María Peláe la recuerda en ‘Remitente’, una de las canciones que entonará estos días en el Benidorm Fest y que evoca otros episodios de la Guerra Civil como la muerte de las Trece Rosas. «Más que para escaldar o dar en la llaga, es un recordatorio. […] No solo es que hable del pasado, es un recuerdo de las cosas que han pasado para advertir de que no vuelva a ocurrir lo mismo, o incluso para advertirnos de que a veces está pasando y tampoco nos damos cuenta hasta que la situación nos explota en la cara», explicaba la andaluza esta misma semana en una entrevista a la agencia Europa Press.
Isla republicana
El episodio histórico que marcó uno de los eventos menos conocidos y más trágicos de la Guerra Civil española tiene su origen en los primeros días del conflicto. Tras el levantamiento del 18 de julio de 1936, el sur de la Península Ibérica se convirtió en un objetivo estratégico clave para las tropas franquistas que avanzaban desde África. En los momentos iniciales, los sublevados lograron el control de varias ciudades clave, incluyendo Sevilla, Cádiz, Huelva, Córdoba y Granada. A pesar de que el frente se estabilizó en agosto, Málaga se encontró rodeada en casi todos los frentes por territorio enemigo. Era, en la práctica, una península republicana en un mar de tropas franquistas.
Conscientes de la importancia estratégica de Málaga para controlar las comunicaciones con Marruecos y Mallorca, los sublevados emprendieron una campaña de conquista que rozó la obsesión y que incluyó una guerra psicológica previa jamás vista en España. Para empezar, buscaron minar la moral de la población a golpe de bombardeos diarios. Cada mañana, a la misma hora, grandes aviones sobrevolaban la urbe y dejaban caer su letal carga sobre la población. Hasta tal punto, que los republicanos los comparaban, con su tradicional sorna andaluza, con el panadero: «¡Mira, ya está aquí el tío de los molletes!».
Aunque el mayor exponente de aquella guerra psicológica fue el teniente general Gonzalo Queipo de Llano. A través de Unión Radio Sevilla, cual ‘speaker’, convenció a los defensores de la brutalidad de los Regulares y sembró el miedo en las mujeres con sus amenazas. «Nuestros soldados han demostrado a los rojos cobardes lo que significa ser hombre de verdad. Y, a la vez, a sus mujeres. Esto está totalmente justificado porque estas comunistas y anarquistas predican el amor libre. Ahora por lo menos sabrán lo que son hombres de verdad y no milicianos maricones. No se van a librar por mucho que berreen y pataleen», afirmó, en una ocasión, al hablar de las violaciones de republicanas. Todos aquellos mensajes sonaban en las viviendas malagueñas día sí y tarde también.
La ofensiva sobre Málaga comenzó el 17 de enero, dirigida por el Duque de Sevilla, con un despliegue masivo de soldados españoles e italianos del Corpo di Truppe Volontarie. La infantería estaba apoyada por la aviación de Hitler y Mussolini, carros de combate, vehículos blindados y buques de guerra de la talla de los cruceros ‘Canarias’, ‘Baleares’ y ‘Almirante Cervera’. A cambio, las tropas republicanas estaban compuestas por milicianos mal entrenados y equipados de forma precaria por el gobierno central. Ya lo había dicho el presidente, Francisco Largo-Caballero, cuando le solicitaron refuerzos desde la urbe: «Ni un fusil ni un cartucho más para Málaga».
Una desbandada
El 7 de febrero, la situación se volvió crítica para los defensores y los mandos republicanos huyeron; en la práctica, los civiles quedaron a merced del avance enemigo. La población, azuzada por el miedo, reaccionó de la misma forma: en las horas siguientes, entre 150.000 y 300.000 personas abandonaron sus casas, asieron las pocas pertenencias que pudieron y se dirigieron hacia la única salida natural hacia zona republicana, la carretera Málaga-Almería. La mayoría lo hicieron a pie; ir montado en burro o en coche era un privilegio al alcance de muy pocos. Muchos milicianos, eso sí, requisaron camiones civiles para recorrer a toda prisa los 200 kilómetros de camino.
Los franquistas no tuvieron piedad. Al ser informados de que una marabunta marchaba hacia la carretera, la aviación italiana y los buques abrieron fuego sobre la carretera. El mismo Queipo de Llano lo admitió a través de la radio en los meses posteriores a la Guerra Civil: «Una parte de nuestra aviación me comunicaba que grandes masas huían a todo correr hacia Motril. Para acompañarles en su huida y hacerles correr con más prisa, enviamos a nuestra aviación que bombardeó incendiando algunos camiones».
A los supervivientes siempre les costó narrar sus vivencias. Sin embargo, en 2007 un documental producido y emitido por SUR –dirigido por Elena de Miguel y realizado por Mario Ferrer– consiguió recopilar una ingente cantidad de testimonios. Una de ellas fue Consuelo Torres, que no sumaba más de una década de vida cuando empezaron los bombardeos. «Al principio íbamos andando porque no bombardeaban, pero, al amanecer, ya se veían los aviones. Ya no íbamos andando, ya íbamos corriendo», desveló a los periodistas hace 17 años. Los navíos tampoco les dieron tregua: «De noche nos deslumbraban. A veces tiraban contra la montaña; las rocas se desplomaban y había gente que quedaba allí». Su historia la pueden revisar, completa, en este enlace.
Manuel Nájera, otro de los supervivientes, recordaba en una serie de entrevistas posteriores los ataques de los aparatos italianos. El entonces chiquillo se hallaba junto a un grupo de ochenta niños que esperaba la llegada de unos autobuses. Creía, inocente, que los llevarían hasta Almería. Pero entonces ocurrió el desastre. «Alguien dio la alarma y apareció un avión. Muchos salimos corriendo a refugiarnos en el campo; otros prefirieron quedarse en el autobús para asegurarse una plaza. Cuando se marchó, después de hacer varias pasadas en las que arrojó bombas incendiarias, volvimos y encontramos los autobuses ardiendo». Por tierra, fueron acosados también por los italianos. Fue un cruel embotellamiento.
Las historias de supervivientes revelan la crudeza de la ‘Desbandá’. Familias enteras se dispersaron por Andalucía, algunos se refugiaron en casas de parientes, mientras que otros buscaron refugio en Valencia o intentaron cruzar a Francia en 1939, donde fueron internados en campos de concentración. Sobre el papel, se considera que el episodio concluyó el 12 de febrero de 1937. Sin embargo, la vida de quienes sobrevivieron cambió de forma irreversible;: los supervivientes se enfrentaron a la escasez de recursos, a la falta de vivienda y, en muchos casos, a nuevos bombardeos en Almería.