21 noviembre, 2024

Los vestigios ocultos que demuestran que los españoles no fueron unos monstruos en América

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En la novela ‘Donde nace el cielo’, Miguel Ruiz Montañez se adentra en la llegada del primer barco de mujeres al Nuevo Mundo

i ya lo logró, ¿por qué no repetirlo de nuevo? El escritor e ingeniero Miguel Ruiz Montañez (Málaga, 1962) vendió 200.000 ejemplares con su primera novela, ‘La tumba de Colón’ (Ediciones B), y ahora anhela volver a tocar la bóveda celeste con ‘Donde nace el cielo’ (Ediciones B). «Estoy muy contento, de momento está gustando mucho a los lectores», afirma a ABC. El autor habla con modestia al otro lado de la línea telefónica, pero también con el orgullo del que sabe haber alumbrado una historia asentada en uno de esos hechos históricos que han pasado de puntillas por nuestro pasado: la llegada del primer barco de mujeres, allá por 1510, a Santo Domingo. Ese es el tronco de la obra de arte, pero no escatima esta en extremidades; entre ellas, la demostración de que lo que tenía la Monarquía hispánica al otro lado del Atlántico no eran colonias, sino provincias. «Incluyo muchos episodios que lo atestiguan», reivindica. Y hoy, nos narra algunos.

–La suya es una novela basada en hecho reales y palpables…

Sí. Algunas mujeres se habían trasladado en los viajes colombinos, pero muy poquitas. A principios del siglo XVI, los Reyes Católicos se plantearon hacer de América una extensión de la Corona y entendieron que, para ello, debían viajar mujeres hasta el Nuevo Mundo. Por eso ordenaron que los conquistadores y los explorados mandaran a buscar a sus esposas a la península. Así que sí, es un hecho muy real. El buque llegó en 1510, justo unos meses después de que arribase el primer virrey, Diego Colón. Todo esto lo descubrí en unos legajos que tuve la posibilidad de estudiar en el Archivo Nacional de Santo Domingo, en la República Dominicana, donde soy profesor en la UASD.

–¿Cuál fue la importancia de las mujeres en la forja del Nuevo Mundo?

Colón ha pasado de héroe a antihéroe de la conquista en una década. Ahora se están derribando sus estatuas, Nueva York ha suprimido el ‘Columbus day‘… Y me sorprende, porque quién hizo la Latinoamérica que conocemos hoy fueron las mujeres. Cuando llegaron lo transformaron todo. Eso es lo que cuento en la novela, que incluye misterio, intriga… Intenta atrapar al lector porque es un ‘thriller’ histórico, pero con muchísima documentación.

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–Los datos, de hecho, son reveladores: casi un tercio de aquellos que embarcaron a América eran mujeres.

Fueron determinantes. América se descubrió en 1492 y Santo Domingo, la primera gran ciudad del Nuevo Mundo, se fundó en 1498. Aunque es cierto que hubo que esperar doce años desde entonces para que hubiera una llegada masiva de mujeres, también lo es que su viaje lo cambió todo. Y te pongo un ejemplo: la esposa del virrey, María de Toledo. Era una señora extraordinaria; gestora, regente, mujer de poder… Cuando Diego Colón tuvo que volver a España por el famoso Juicio de Residencia, ella se quedó allí durante muchos años y demostró que era una gobernadora estupenda. Y como ella hubo otras tantas.

–¿Qué les ofrecía el Nuevo Mundo a las mujeres?

Las mujeres que salieron de la Península Ibérica, la mayoría andaluzas, descubrieron que allí no había gremios. Por entonces una española no podía abrir un comercio y no podía emprender en la metrópoli; eran los hombres los que tenían la potestad para hacerlo. Pero llegaron al Nuevo Mundo y no había esas restricciones. Eso les permitió abrir puestos de fruta, sastrerías… ¡El primer prostíbulo al otro lado del Atlántico estaba en Santo Domingo, se llamaba ‘Pata de palo’, y lo regentaba una mujer! Por eso el título de la novela. Les prometieron una tierra llena de riquezas, y es algo que encontraron. Aunque también se toparon con hombres que se creían impunes y que les hicieron pasar verdaderas pesadillas.

–Narra un episodio curioso: algunas de las mujeres que llegaron se encontraron con sus maridos amancebados con nativas.

Me apeteció mucho explorar ese territorio porque se produjo mucho. Las mujeres se encontraron a sus maridos amancebados, pero con hijos y con haciendas. Estas doncellas y señoras que he dibujado en mi novela tuvieron que enfrentarse a esa situación. ¿Cómo resolvían eso? Lo estudié mucho, revisé documentos y lo explico en la novela. El porqué se dio es entendible: allí estaba más relajada la moral cristiana. Al fin y al cabo no se hallaban en Castilla y Aragón, donde reinaba la Inquisición.

–Afirmaba que fueron los Reyes Católicos los que tomaron la decisión de enviar el buque. ¿Por qué?

El hecho se sucedió tras la muerte de Isabel, pero se sabe que la reina quería que hubiese mujeres en el Nuevo Mundo. Fue su marido, Fernando el Católico, quien, unos años más tarde, impuso que todos los conquistadores, exploradores y soldados que se hubieran quedado allí debían ‘mandar a buscar a sus mujeres’. Aquella cédula real derivó en el envío del primer barco, que arribó en 1510. El objeto fundamental era que se reprodujeran las condiciones de vida de la Península Ibérica.

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–Un ejemplo más de que no eran colonias, sino provincias…

Este es el debate que no cerraremos nunca en España: si eran o no provincias. Los Reyes Católicos querían que aquello fuera una extensión de la Corona, así que no eran colonias, eran una parte más del reino. Por eso mandaron a buscar a estas mujeres, para formar familias que fueran creciendo. Hay un ejemplo claro que lo demuestra: uno de los elementos que se empezaron a construir en Santo Domingo fueron las alcantarillas. En España no se instaló este sistema en la época. ¿Alguien que va a colonizar, que practica el genocidio y que, supuestamente, va a masacrar indios, implementaría estos avances cuando no los tenía en Toledo o en Sevilla? Es absurdo.

–¿Qué importancia tenía en aquellos años Santo Domingo?

Todos los barcos que llegaban desde el puerto fluvial de Sevilla amarraban primero en Santo Domingo. Desde allí se dirigían a sus destinos. Era un ‘hub’. No fue hasta la década de los treinta cuando empezaron a ir de forma directa a La Habana. En esos primeros años de vida, la urbe tenía una riqueza que superaba a Toledo, Barcelona o Sevilla. Lo admitió hasta Gonzalo Fernández de Oviedo, el cronista. Era el centro del mundo y, cuando llegaron las mujeres, todavía más. Allí se vivía con libertad y arribó lo mejor de la península: artesanos, orfebres, carpinteros… Se levantaron palacios majestuosos con unas calidades y una riqueza increíbles. Para mí, esta ciudad es un personaje más; replico en este sentido a Carlos Ruíz Zafón con Barcelona. Toda esa argamasa me ha permitido unir las palabras en ‘Donde nace el cielo’.

–En su obra incluye también a otros personajes históricos que demuestran que España no fue a las Américas a masacrar…

Sí. En Santo Domingo se produjo el primer caso de mestizaje documentado de la historia de América. La cacica Catalina se enamoró de un español, Miguel Díaz de Aux, y tuvieron un pequeño al que llamaron Miguelico. Nos acusan de matar indios, pero se olvidan de que fuimos una nación que favoreció esa mezcla. Y por cierto, está corroborado que ese chiquillo se enroló después con Hernán Cortés en la conquista de México. Así que está documentado que allí hubo también mestizos.

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–¿Cómo era, a cambio, el sistema de colonización de holandeses, ingleses y alemanes?

Diametralmente opuesto. En las ciudades de Estados Unidos no hubo ese profundo mestizaje que sí se dio en La Española, por ejemplo. A los indios se les apartó, se les metió en guetos y no se les dio participación en nada. Mientras, nuestra monarquía favoreció la creación de negocios, los matrimonios entre nativos y españoles… Nada que ver con los anglosajones. Otro ejemplo, ¿qué hizo Francia en Haití? Allí el mestizaje fue cero. No había haciendas mixtas, negocios locales… Cuando se fueron los galos, no quedó rastro de ellos, ni siquiera el idioma. Creo que lo hicimos bien, pero nos han tachado de todo gracias a esta maldita Leyenda Negra. El problema es que nosotros mismos nos la creemos.

–¿Qué se puede hacer para mejorar esta relación?

Hay países que tienen una relación más cercana al odio que al amor, pero eso no pasa con la República Dominicana. Voy allí desde hace un cuarto de siglo y la ciudadanía quiere mucho a los españoles. Hay buena relación con nosotros, siguen nuestra política… No hay una fórmula mágica, pero tiene mucho de diplomacia. España debería replantearse la forma de acercarse a estos países.

–¿Por qué ha funcionado tan bien hasta ahora ‘Dónde nace el cielo’?

Porque tiene una combinación de elementos que la hacen muy atractiva: amor, sexo, historias reales, aventuras, misterio, intrigas… Y cumple muy bien con el principio de la novela histórica como la entendemos en España porque al final te sorprende gracias a sus giros. Aquí nada es lo que parece y nada es lo que cree el lector. El final es muy inesperado. Al menos, es lo que dicen las críticas.

Origen: Los vestigios ocultos que demuestran que los españoles no fueron unos monstruos en América

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