Tres decisiones magistrales con las que Hitler podría haber ganado (o evitado) la Segunda Guerra Mundial
Thank you for reading this post, don't forget to subscribe!Desde dilatar las conferencias de paz que le proponía Chamberlain, hasta retirar sus tropas de parte de Polonia. David T. Payne, licenciado en Estudios de Seguridad Nacional por la Universidad de Georgetown, ha iniciado una serie de artículos en los que analiza los movimientos políticos con los que Alemania podría haber evitado la derrota
El 1 de septiembre de 1939 cambió para siempre la historia de Europa. Aquella triste jornada, como ya había descubierto apenas tres días antes la reportera Clare Hollingworth mientras paseaba por la frontera alemana, las divisiones mecanizadas de Adolf Hitler cruzaron hasta Polonia a eso de las cinco menos cuarto de la madrugada. «Es imposible vivir momentos más trágicos y angustiosos que los que se están sucediendo vertiginosamente […] este primero de septiembre», escribía posteriormente ABC. De esta forma comenzó el plan «Fall Weiss» y la Segunda Guerra Mundial: con más de medio centenar de divisiones y 1.600 aviones dirigiéndose hacia Varsovia para recuperar la honra perdida después del Tratado de Versalles.
La caída del águila nazi es archiconocida. Se sucedió el 2 de mayo de 1945 y dejó una instantánea imborrable para la posteridad: la de un soldado del Ejército Rojo ondeando una bandera de la URSS sobre el Reichstag. Por desgracia, para entonces ya habían muerto la friolera de seis millones de judíos en los campos de concentración y hasta veintidós millones de soldados en los frentes de batalla. Ver las infinitas hileras de tumbas que pueblan cementerios militares como el de la playa de Omaha (donde hay enterrados 9.386 de los estadounidenses que desembarcaron en Normandía el Día D) hace que sea imposible plantearse una pregunta: ¿cómo podría haberse evitado la Segunda Guerra Mundial?
Estas y otras cuestiones son las que se ha planteado esta semana el versado Donald T. Payne, antiguo oficial del ejército de los Estados Unidos graduado en Estudios de Seguridad Nacional por la Universidad de Georgtown. Aunque este estudioso de la Segunda Guerra Mundial ha ido incluso más allá y se ha cuestionado si Adolf Hitler podría haber obtenido la victoria usando como principal arma la política, en lugar del fusil. «La forma más sencilla en que Alemania podría haber ganado la guerra hubiera sido evitar el enfrentamiento directo contra Gran Bretaña, Francia y los Estados Unidos», ha explicado en el primero de una serie de artículos que planea publicar en «The National Inetrest». En este caso, el experto se centra en el final de los años treinta.
Nueva conferencia
La primera forma en la que Hitler podría haber evitado entrar en conflicto directo con los Aliados requiere retroceder en el tiempo hasta 1938. Por entonces se vivía un auténtico juego de tronos entre unas naciones todavía aquejadas de la dura resaca provocada por la Primera Guerra Mundial. Lo más curioso es que el ya Führer se hallaba en el cénit de su poder. En marzo de ese mismo año Alemania empezó la ocupación de Bohemia y Moravia (en Checoslovaquia) y en mayo hizo lo propio con la cercana región de los Sudetes (también checa), donde vivían miles de alemanes. Algo que le sirvió como excusa para conquistar la zona ante los ojos de Gran Bretaña (cuya política de apaciguamiento la convertía en inofensiva) y Francia (también contraria al belicismo).
«La existencia de tres millones y cuarto de alemanes en los Sudetes proporcionó a Hitler el pretexto que necesitaba. Durante la crisis de 1938 se abusaría de la cuestión de la situación de esta minoría, como escudo a las intenciones de Hitler por destruir el Estado checo. Desde 1935 el Partido Nazi estaba subvencionado por Alemania. El gobierno checo buscaba el entendimiento con esa minoría, pero después de 1938 (el partido) prosiguió la política, acordada con Hitler de mostrarse insatisfecho por cualquier concesión que se les ofreciera», afirma la investigadora M. J. Thornton en su obra «El nazismo. 1918-1945». Poco antes, la anexión de Austria («Anschluss») el 12 de marzo de 1938 ya había provocado los recelos de la comunidad internacional.
En mitad de ese torbellino se firmaron los Acuerdos de Múnich, suscritos el 30 de septiembre de 1938 por el propio Hitler, el dictador italiano Benito Mussolini, Neville Chamberlain (primer ministro británico) y Édouard Daladier (al frente del gobierno francés). La idea, sin embargo, no era que el Führer devolviera aquellos territorios que había conquistado, sino ofrecerle la posibilidad de quedarse con ellos a cambio de que abandonase sus ansias expansionistas. «El acuerdo le permitía incorporar la región de los Sudetes el 10 de octubre de 1938», explica Álvaro Lozano en «La Alemania nazi». En palabras de este autor, a Checoslovaquia solo se dieron dos opciones: entregar estas posesiones o combatir sola al nazismo. Y aceptó. Inglaterra, por su parte, pactó con el líder germano que sus dos países «jamás entrarían en guerra».
Hitler había conseguido que la comunidad internacional se arrodillara ante el miedo a una nueva contienda. En la práctica sabía que la potencia de naciones como Gran Bretaña y Francia empezaba a desvanecerse. El líder nazi se veía, en definitiva, por encima del bien y del mal. Así lo dejó claro en una misiva enviada poco antes del verano: «Yo he superado el caos en Alemania, restaurado el orden, incrementado de forma generalizada la producción en todos los sectores de nuestra economía nacional […] He devuelto al Reich las provincias que nos fueron robadas en 1919. He conducido de nuevo a su patria a los millones de alemanes profundamente desdichados que nos habían sido arrancados».
Payne es partidario de que Hitler debería haberse detenido en este punto y no haber atacado a Polonia. Según su teoría, Chamberlain estaba convencido de que los Acuerdos de Múnich eran solo el preludio de unos pactos futuros en los que esas mismas cuatro potencias deberían firmar una paz duradera. «En lugar de violar los Acuerdos de Múnich en 1939 con la invasión de Polonia, podría haber solicitado después que le devolvieran todos los territorios de la Polonia más oriental, los que había perdido Alemania en la Gran Guerra», explica en su artículo. A su vez, es partidario de que podría haber hecho lo mismo con la ciudad de Danzig: invadir la región (que no todo el país) y esperar a que Francia y Gran Bretaña presionaran a Polonia para que la entregara a cambio de mantener la paz.
De esta forma, y siempre según Payne, Hitler podría haber invadido la URSS sin haber entrado en conflicto Gran Bretaña y Francia. El experto mantiene que los futuros Aliados, de forma más que probable, no habrían ayudado a la Unión Soviética. En primer lugar, por su política de apaciguamiento. Y, en segundo, porque ni siquiera habían invitado a Iósif Stalin a los acuerdos de Múnich. Lozano comparte, en cierto modo, esta idea, pues afirma en su obra que a las viejas potencias no les importaba que los germanos se expandieran hacia el este. Para terminar, el anglosajón considera que, con Italia fuera de la contienda, Mussolini podría haber exigido a los británicos y galos que cumplieran sus promesas de entregarle parte de Yugoslavia por combatir por ellos en la Primera Guerra Mundial.
La oferta del presidente checo
Chamberlain presentó los Acuerdos de Múnich como la gran victoria de la paz tras una guerra que había desangrado a Europa. No ocurrió lo mismo con Hitler. Este, lejos de mostrarse conforme, afirmó que el primer ministro británicos había acabado con sus sueños de expansión. «Ese Chamberlain ha estropeado mi entrada en Praga», afirmó. Con una buena parte de Checoslovaquia tomada, el líder nazi emitió, apenas unas semanas después, una directiva en la que llamaba a sus generales a «liquidar» lo que quedaba de la región. La situación solo podía acabar en desastre, en vista de la potencia de las divisiones germanas.
Mientras Hitler organizaba el asalto, Eslovaquia declaró su independencia en marzo de ese mismo año. Al mando quedó su nuevo presidente, Emil Hocha, quien viajó hasta Berlín para solicitar el apoyo de Alemania a cambio, según Payne, de convertirse en uno de sus protectorados. Muy lejos de admitir sus propuestas, el líder nazi enloqueció. «El Führer le sometió a duras amenazas, hasta el punto de que el presidente checo se desvaneció al enterarse de que los bombarderos alemanes se encontraban preparados para bombardear Praga», añade Lozano. No mentía. Al día siguiente sus hombres avanzaron sobre la ciudad y se hicieron con el resto de la zona ante la atenta (y desesperada) mirada de los ciudadanos.
Payne afirma en su texto que Hitler podría haber aceptado la propuesta de Hocha y haber obtenido un doble premio: el protectorado y no haber violado los Acuerdos de Múnich. Una afrenta que Chamberlain se tomó como un insulto personal. En palabras del experto, la decisión de hacerse con el resto de Checoslovaquia sirvió a Polonia para rechazar los continuos intentos de negociación. «Si Hitler no hubiera violado el pacto y hubiera utilizado una probable conferencia a cuatro bandas para reclamar el Corredor de Danzig, habría sido recordado como el Canciller más exitoso de la historia de Alemania después de Otto von Bismarck porque hubiera cumplido el sueño de unir Alemania. En cambio, es despreciado universalmente por haber asesinado a seis millones de judíos», desvela.
Ocupar parte de Polonia
El último escenario que plantea el experto se daría después del comienzo de las hostilidades. Arguye, con la ventaja que da el tiempo, que Hitler debería haber limitado sus conquistas al corredor y la ciudad libre de Danzig (arrebatadas tras el Tratado de Versalles a Alemania). Al representar apenas un 4% del territorio enemigo, el Führer podría haber solicitado la paz a Polonia. Si sus dirigentes no hubieran aceptado en principio, es probable que lo hubieran hecho a partir del 17 de septiembre de ese mismo año, cuando la URSS invadió también el país enarbolando el famoso Pacto Ribbentrop-Mólotov. «Los Aliados, probablemente, habrían seguido el ejemplo de Polonia para evitar una guerra en el corazón de Europa», señala.
Payne no se detiene en este punto. En un ejercicio de futuribles, también cree que, al librar una guerra en un único frente, los polacos podrían haber retenido al ejército de Stalin durante mucho más tiempo, lo que, a su vez, habría significado el retraso de la invasión de la URSS a Finlandia. Si el avance se hubiera bloqueado, el experto afirma que Inglaterra y Francia habrían declarado la guerra al Ejército Rojo y, a la postre… ¡invadido su territorio con ayuda de la misma Polonia y de la Alemania nazi! «Al final, uno de los mayores errores de Hitler fue que nunca cumplió sus legítimas propuestas de paz con Gran Bretaña y Francia y tomó medidas unilaterales contra ellos», completa el autor en su extenso artículo.