21 noviembre, 2024

El secreto de Franco para que no cayera su dictadura: «La vertebró con la Reconquista, no tenía ideología política»

Franco, durante un discurso en las ruinas del cuartel de Simancas ABC
Franco, durante un discurso en las ruinas del cuartel de Simancas ABC

David Porrinas coordina un ensayo en el que un puñado de expertos analizan si existió o no este movimiento y su uso interesado a lo largo de la historia

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Parece ser que fue en Cáceres, el 27 de septiembre de 1936, cuando Francisco Franco se arrogó el título de Caudillo de España. Aunque teorías y posibilidades las hay para todos los gustos y de una amplia gama de colores, huelga decir que esta divisa le acompañó durante casi cuatro décadas; hasta el mismo momento en el que expiró, de hecho. Desde entonces, un negro manchurrón ha caído sobre este concepto, al igual que sobre otros tantos ligados con cadena y candado a una de las etapas más controvertidas de nuestra historia. Algo de lo que David Porrinas, doctor en Historia por la Universidad de Extremadura y especialista en Historia Medieval, nos confiesa estar muy, pero que muy, cansado.

Y vaya si tiene sentido, porque, según desvela desde el otro lado del teléfono, «es un título medieval que venía fijado en las Partidas de Alfonso X el Sabio» y «supuso un auténtico anacronismo que se intitulara así en pleno siglo XX». En la práctica, es como si Benito Mussolini se hubiese hecho llamar centurión, vaya. Aunque tampoco le parece extraño. Más bien, fue una práctica recurrente para un dictador que supo moldear una retahíla de conceptos que hundían sus raíces en la Reconquista para «dotar de ideología a un movimiento» hueco durante su primer tercio de vida. «Para él, no había nada mejor para dar fundamento a la nación que una lucha de siglos contra un enemigo de otra religión», sostiene.

También nos admite que esta es solo la punta del iceberg del nuevo ensayo que coordina: ‘¡Reconquista! ¿Reconquista? Reconquista’ (Desperta Ferro). Un iceberg cada vez más candente que despierta las pasiones y los odios de la sociedad. «En el libro, varios expertos analizamos este concepto y su controversia. En el centro de todo el debate se encuentra el origen de España, cuándo puede comenzarse a hablar de él. Algunos autores sostienen que en la Edad Media esa realidad no existió, que era más un concepto geográfico con ciertos elementos identitarios; en ese caso, la Reconquista no podría haber Reconquista», desvela. Y frente a ellos se encuentran los que están a favor del concepto y los que pretenden matizarlo. Casi nada.

Porrinas atiende a ABC de camino a una actividad con sus alumnos; el profesor no perdona. Se declara un árbitro de las tres visiones que se han recopilado en el ensayo, pero, a la par, sostiene que existen grandes verdades alrededor de la Reconquista. Una de ellas, sino la mayor, es que fue Franco el que extendió el mal uso de este concepto; la otra, que también fue él quién lo manoseó en su favor. «Aunque la exaltación ya venía de atrás, de los historiadores que escribían historia de España en la segunda mitad del siglo XIX. En esa época empezaron a articularse los estados nación europeos, y fueron a buscar sus señas de identidad como pueblo a la Edad Media», añade.

El romanticismo del siglo XIX se mezcló con el patriotismo y el nacionalismo, amén de la identidad religiosa. Y el dictador, que tonto no era, asió este cóctel en su favor. «El franquismo no tenía ideología política. De hecho, se nutrió de ese tipo de esencialismo y de las máximas de la Falange de José Antonio Primo de Rivera para dar solidez a su movimiento. Hasta entonces solo había tenido un credo: el castrense. Adornó todas las premisas decimonónicas con esa visión de un pasado heroico y se limitó a comparar a los republicanos con los musulmanes», desvela. El ejemplo está claro: ya durante los primeros compases de la Guerra Civil, denominó el conflicto como una ‘Cruzada’ contra el enemigo rojo.

¡Reconquista! ¿Reconquista? Reconquista

Imagen - ¡Reconquista! ¿Reconquista? Reconquista
  • Editorial Desperta Ferro

Esa inyección de ideología fue revitalizadora para la dictadura. «Aquel ejército que se había hecho con todo un país, al que quería dotar de legitimidad, empezó a ser comparado con el Cid, con don Pelayo…. Franco asumió esa retórica, habló de Reconquista y de todo lo que la rodeaba», añade. No parece una propaganda compleja. De hecho, Porrinas la define como simplona. Sin embargo, la realidad es que cuajó. «Era una suerte de cuento de hadas. Pero muchas veces este tipo de historias tienen más potencia y afectan más a la población que los sucesos prosaicos, tal y como suceden», completa el experto. Y ofrece un ejemplo: «Ha pasado lo mismo con ese Cid épico, freno de musulmanes. Muchos prefieren quedarse con esa imagen deformada y pasada por el molde del esencialismo histórico, que la verdadera».

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Uno de los casos más claros de esta apropiación y exacerbación de la Edad Media fue el título de Caudillo. Según Porrinas, viene fijado en las Partidas de Alfonso X el Sabio. «Son un ordenamiento jurídico que mandó componer el monarca por dar homogeneidad a esas leyes que estaban un poco dispersas», añade. ¿Cómo de dispersas?, preguntamos. Y parece que mucho. «La legislación que se había dado en la Edad Media eran los fueros, y cada reino tenía unos, con sus particularidades y sus curiosidades. Había mucho derecho consuetudinario, por ejemplo, que era oral y se hacía a partir de sentencias», completa el experto.

En la segunda Partida, un verdadero tratado militar de guerra y caballería, quedaron sobre blanco los principales cargos de un ejército de la época. Y entre los mismos se hallaba el Caudillo: nada más y nada menos que un líder militar o un «guiador de huestes». De ellos se habla, por ejemplo, al hacer referencia a los «galardones» que se entregarán a los soldados: «Débelo dar el rey o señor o el caudillo de la hueste a los que lo merecen o a sus hijos, si los padres no fueren vivos». Y otro tanto sucedía al hacer referencia a las reprimendas:

«Castigo es ligero amonestamiento de palabras o de herida de palo que hace el caudillo contra algunos cuando le fuesen desmandados o no fuesen sabedores de las cosas que se han de guardar en la guerra, y escarmiento es pena que manda dar el caudillo contra los que errasen como en materia de juicio».

Reconquista

Con todo, en la obra los expertos analizan los argumentos a favor y en contra de la idea de Reconquista. «Los segundos afirman que el concepto es minimalista y reduccionista porque no explica la realidad, compleja, que había en la Edad Media», añade Porrinas. Porque, o eso dicen, esta época no se limitó a una lucha entre cristianos y musulmanes, como extendió el mismo franquismo. «Esa idea obvia, en palabras de los académicos, la cantidad de enfrentamientos que hubo entre los reinos peninsulares», sentencia. Y también pasaría por alto las alianzas entre los monarcas que defendían la cruz y Al-ándalus; que vaya si existían. El dato es que Portugal, más unificado, terminó su proceso 150 antes.

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Otro argumento es por quién se hizo la Reconquista. «¿Fue en nombre de esa presunta España, o en nombre de cada reino particular que estaba desarrollando un proceso expansivo contra los musulmanes? Estamos hablando de León, de Castilla, de Aragón, del Condado de Barcelona… En cada región, esa noción de restauración se presentaba de una manera», sostiene.

A cambio, el libro cuenta con un extenso abanico de expertos partidarios de que la Reconquista fue un hecho palpable. «El principal argumento es que existió una ideología de guerra perfectamente identificada en la Edad Media. Pero no solo en la propia propaganda legitimadora de reyes cristianos, sino también en los textos de los autores musulmanes. En ellos se aprecia con muchísima nitidez esa idea de que los líderes cristianos estaban recuperando un territorio que les había pertenecido», completa. No existía la palabra, eso sí. Apareció en el siglo XVII en España y se extendió entre los siglos XVIII y XIX. «En la época se hablaba de recuperación, de restauración», finaliza.

Origen: El secreto de Franco para que no cayera su dictadura: «La vertebró con la Reconquista, no tenía ideología política»

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