29 marzo, 2024

Una visión inédita de la caída de Tenochtitlan: un asedio naval en tierra firme

La conquista de Tenochtitlan, de autor desconocido.
La conquista de Tenochtitlan, de autor desconocido.

La conquista de la capital mexica exigió la perfecta asociación de dos sociedades navales, una europea y otra mesoamericana, para llevar a buen puerto un asedio de tipo anfibio

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El 13 de agosto de 1521 una escuadra de bergantines al mando de Gonzalo de Sandoval arremetió «con gran furia» contra cincuenta grandes piraguas y canoas con las que el emperador Cuauhtémoc intentaba fugarse de Tenochtitlan . En medio de una tempestad de flechas, una de las embarcaciones españolas alcanzó a los bajeles mexicas, a los que apuntó con sus escopetas y ballestas. El tlatoani, atemorizado, reclamó: «No me tire, que yo soy el rey de esta ciudad». La conquista de México había empezado sobre la cubierta de un barco y había terminado sobre la de otro.

Decir que la conmemoración por los cinco siglos de la conquista (1519-1521) ha sido accidentada es como afirmar que una pelea de gallos es un elegante concurso para que las aves resuelvan sus diferencias. Valga el melindroso eufemismo para definir tres años de malentendidos, debates anacrónicos y visiones sesgadas, con las instituciones españolas mirando al tendido y los políticos pescando en río revuelto. Con la caída de Tenochtitlan , que no se hundió sobre sus aguas, pero casi, terminará el próximo agosto la efeméride, y con ella la ocasión de comprender mejor una aventura que cambió la Historia.

Un cerco mestizo

Entre las posibilidades de mirar con otros ojos este episodio, hay una visión que rompe con todo lo imaginado tradicionalmente sobre el asedio a Tenochtitlan : la perspectiva acuática. En contra de lo que se puede suponer de una urbe a setenta kilómetros del mar, para rendir la capital mexica fue necesario que Hernán Cortés se pusiera al frente de una flotilla de barcos y liderara la batalla naval más salvaje que se ha visto, y que probablemente se verá, en el interior de México. «Hemos ido repitiendo la misma historia sin volver a las fuentes, pero una vez que se consultan te das cuenta de que el gran protagonista fueron los barcos, en concreto las canoas», explica la historiadora Flor Trejo , que está preparando un libro sobre la visión naval del asedio.

Reproducción de 1773 del original Lienzo de Tlaxcala de 1584.

Repuesto de su derrota en la Noche Triste e hinchado por su victoria en Otumba, Cortés puso su siguiente objetivo en conquistar Tenochtitlan , una enorme ciudad ubicada en las aguas del lago Texcoco y repleta de ingenios hidráulicos. A pesar de que el lago era salado, la ciudad estaba rodeada de agua dulce gracias a los diques y a otras tecnologías que permitían concentrar allí el agua que desembocaba de los ríos. Para hacerse con el epicentro de la Triple Alianza, unida a tierra firme mediante cuatro estrechas calzadas, el extremeño necesitaba controlar primero los canales y cortar el acceso a una plaza por donde un día cualquiera circulaban 20.000 canoas.

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Los españoles dedicaron medio año a los preparativos de una operación anfibia para la que carecían de medios. La primera dificultad era dónde encontrar una armada adaptada a las condiciones del lago. Cortés logró la adhesión de los pueblos ribereños a la laguna, viejos tributarios de la Triple Alianza , pero sobre todo implicó a los poderosos tlaxcaltecas, que odiaban a muerte a los mexicas, en su enésima quijotada. «La victoria se logró gracias a una alianza poderosa de guerreros, con conocimientos náuticos de dos mundos, combinados y aprovechados al máximo», recuerda Trejo.

Resistencia suicida

El sevillano Martín López construyó trece bergantines en íntima asociación con los tlaxcaltecas, que a su vez aportaron una flota interminable de canoas. «En la construcción de los barcos podemos apreciar un diálogo de conocimientos entre dos sociedades con gran relación con el agua. Pertenecían a mundos diferentes, pero fueron capaces de hablar el mismo idioma», señala Trejo, autora del artículo ‘Trece bergantines y dieciséis mil canoas en el asedio de la Isla de Tenochtitlan’.

Para terminar en solo cuatro meses los bajeles se usaron madera de pinos y caoba locales, brea de estos mismos árboles, herramientas indígenas y un truco propio del ave fénix. Como los héroes de la Antigüedad , la leyenda sostiene que Cortés mandó quemar las naves que le trajeron de Cuba al Golfo de México. Pero no es cierto. El de Medellín era más pragmático que todo eso: en realidad encalló en Veracruz los barcos, cuyos aparejos empleó luego para construir su flotilla.

Monumento al Mestizaje, en Churubusco, Ciudad de México.

En otro guiño a los mitos de la Antigüedad, los españoles trasladaron a través de las montañas la armada valiéndose de ocho mil porteadores, que formaron una hilera de diez kilómetros. Las naves fueron botadas el domingo 28 de abril de 1521 en las orillas de Texcoco tras una misa dedicada al Espíritu Santo . El último emperador mexica, Cuauhtémoc, respondió al alarde tecnológico con un despliegue de millares de canoas para plantear una lucha numantina.

La resistencia de Tenochtitlan fue heroica, desesperada y, en última instancia, suicida. La prioridad de Cortés era cerrar por completo la ciudad para que el hambre, la sed y las epidemias hicieran de las suyas. Hasta tal punto comprendió el conquistador la importancia de dominar el lago que se puso al frente de uno de estos barcos y se expuso a las posiciones más de vanguardia. En una de estas incursiones, el capitán sufrió un «desbarate», acosado por las canoas enemigas, donde casi pierde la vida.

Por el día, la batalla entre barcos era a cara de perro, con los defensores atrayendo a las embarcaciones más grandes a emboscadas en los márgenes y con los atacantes cegando los puentes; mientras que por la noche la lucha era por evitar que la nube de canoas mexicas se abasteciera. «Los bergantines jugaron su papel para transportar la artillería, pero realmente fueron las canoas de ambos bandos, con gran flexibilidad táctica, las que llevaron el peso en medio de la lluvia de flechas», asegura la historiadora mexicana .

Cortar el acceso al acueducto de Chapultepec obligó a los defensores a beber agua sucia del lago, lo cual desató las epidemias en la ciudad. Tras 73 días, la captura de Cuauhtémoc el 13 de agosto, cuando trataba de huir en una canoa con su familia, marcó el punto final del asedio. Las aguas del lago quedaron teñidas con la sangre de ambos bandos.

Origen: Una visión inédita de la caída de Tenochtitlan: un asedio naval en tierra firme

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