3 diciembre, 2024

Las víctimas del ‘experimento Kentler’: cuando Alemania entregó niños a pederasta

Helmut Kentler, el artífice de uno de los experimentos más espeluznantes de la historia ABC
Helmut Kentler, el artífice de uno de los experimentos más espeluznantes de la historia ABC

Las teorías pedagógicas del pederasta Helmut Kentler siguen influyendo en la educación infantil alemana

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A finales de los años 60, miles de adolescentes sin hogar merodeaban por Berlín occidental, especialmente en torno a la estación de Zoológico, en un ambiente de drogas, alcohol y prostitución. Muchos eran huérfanos de la Segunda Guerra Mundial, que habían sobrevivido en la calle, otros criados en la precariedad desestructurada de la postguerra y otros tantos fruto indeseado de las violaciones masivas que los soldados del Ejército Rojo perpetraron tras la toma de la capital alemana, en 1945, abandonados después por sus madres alemanas.

Se habían convertido en un problema de orden público que las autoridades no sabían cómo abordar, hasta que apareció en escena el doctor Helmut Kentler, director del Centro Pedagógico de Berlín. Hoy sabemos que era un pederasta, como así lo atestiguó su amigo Gunther Schmidt, al que el propio Kentler reconoció que había abusado de uno de sus hijos de acogida de 13 años. En aquel momento, sin embargo, se presentaba públicamente como psicólogo y pedagogo moderno, afín a las teorías de la liberación sexual e inmerso en su tesis doctoral que, bajo el título ‘Parents learn sexual education’ (‘Los padres aprenden educación sexual’), se publicó en 1990 con una tirada de 30.000 ejemplares.

Planeado y premeditado

Desde principios de los 70 y bajo los auspicios del Senado, organizó la entrega sistemática de menores difícilmente insertables en el sistema educativo a padres de acogida con un determinado perfil: hombres solteros y condenados previamente por delitos de pederastia. Aseguraba que la «relación amorosa» que con alta probabilidad se establecería entre ellos sería «positiva» y contó con el apoyo de la Oficina de Bienestar Juvenil de Berlín. Su objetivo era evaluar y demostrar los efectos positivos de la pederastia, pero conocedor de que sus prácticas entrañaban delitos penales, las mantuvo en secreto hasta que habían prescrito. Estos procedimientos siguieron siendo permitidos por las autoridades de Berlín hasta 2003, año en el que fue entregado a los pederastas el último de los niños del ‘Experimento Kentler‘.

Marco y Sven son los nombres falsos elegidos por dos de sus víctimas para mantener el anonimato. Ambos fueron asignados al hogar de acogida de Fritz H. cuando el primero tenía 9 años. Los abusos y maltratos se producían diariamente, mientras las autoridades alemanas miraban hacia otro lado, hasta que la pubertad modificó sus cuerpos y los hizo menos atractivos para su padre de adopción, que optó entonces por deshacerse de ellos. Tras su liberación, no fueron todavía capaces de denunciar lo sucedido. Se atrevieron en 2015, cuando falleció Fritz H. y el equipo de la Universidad de Hildesheim que investigaba el ‘Experimento Kentler’ se puso en contacto con ellos. A partir de aquella declaración, comenzaron a ser conscientes de que el infierno que habían vivido «no era algo normal», en palabras de Marco, que hoy tiene 43 años y nunca se recuperó de las agresiones.

Relaciones sexuales infantiles

Kentler teorizó sobre la supuesta responsabilidad de padres y educadores de iniciar sexualmente a los niños, porque de lo contrario «corren el riesgo de permanecer sexualmente subdesarrollados o lisiados sexuales». «Los niños sexualmente satisfechos y que tienen una buena relación de confianza con sus padres o educadores en materia sexual son los mejor protegidos contra la seducción y la agresión», argumentaba. Sobre el contacto sexual involuntario entre niños y adultos recomendó: «Sería malo que los padres perdieran los nervios y corrieran a la Policía», porque «la gran mayoría de las relaciones de pederastia pueden tener un efecto muy positivo en el desarrollo de la personalidad del niño, especialmente cuando el pederasta es su verdadero mentor». En una audiencia en 1981 alegó que los pederastas de su experimento «solo soportaban a esos muchachos imbéciles y débiles mentales porque estaban enamorados o encaprichados de ellos». Llegó, incluso, a presentar el sexo en la infancia como una forma de lucha contra el fascismo.

Kentler teorizó sobre la responsabilidad de padres y educadores de iniciar sexualmente a los niños porque «corren el riesgo de permanecer sexualmente subdesarrollados o lisiados sexuales»

Contrariamente a lo que pueda pensarse, estas tesis no han sido marginales en la pedagogía alemana de las últimas décadas. Tanto Volkmar Sigush como Gunter Schmidt han defendido desde los 70 la exposición de los niños a la pornografía, una práctica habitual de los pederastas. Sigusch ha seguido publicando hasta 2010 que «la sensualidad que se despliega espontáneamente entre un niño y un adulto es algo maravilloso», alimentando una corriente que ha llegado a la política.

En 1980, Los Verdes se pronunciaron a favor de la legalización de las relaciones sexuales entre adultos, pupilos y menores y, hasta 1993, no levantaron sus demandas de legalización presentadas ante los estados de Renania del Norte-Westfalia, Renania-Palatinado, Bremen, Hamburgo y Berlín, presionados por grupos de feministas y homosexuales que entendían esas relaciones como violación, dada la inferioridad de una de las partes. Dos años antes, en 1991, Kentler había publicado los resultados de su «exitoso experimento» bajo el título ‘Padres sustitutos‘. En 2008, fecha de su fallecimiento, era todavía reconocido en numerosos y elogiosos obituarios.

Solamente una larga y procelosa investigación llevada a cabo por la Universidad de Hildesheim ha podido demostrar después que estas teorías educativas facilitaron e, incluso, justificaron una red de estructuras pedófilas conectada a Kentler que, bajo el pretexto de asistencia social, amparaba la violencia sexual y la explotación, y que ofrecía centros, como la institución de bienestar infantil Haus am Tegeler See, a la que hombres solteros de Alemania occidental acudían a ‘elegir’ a chicos a los que tomaban a su cuidado, según ‘Berliner Morgenpost’. Otro triste ejemplo es la Escuela Odenwald de Hesse, coto durante años de una red pedófila de Berlín bajo el amparo de su director, Gerold Becker. Los pocos documentos escritos y publicados hablan de «una falta de distanciamiento crítico de los contactos sexuales en las relaciones de autoridad hasta la década de 2000».

Las infiltraciones ideológicas de Kentler siguen teniendo hoy manifestaciones puntuales. Los padres de la guardería Freytagstrasse de Hannover recibieron el mes pasado una carta en la que se les anunciaba la creación de una «sala de exploración corporal» en el centro al que llevan a sus 125 hijos, en la que se les comunicaba las normas que regirían en la misma. La primera de las normas era: «Cada niño decide por sí mismo si quiere jugar juegos físicos o sexuales y con quién». El documento de diez puntos precisaba, además, que «todos los niños deben conocer los lugares donde la desnudez y la exploración corporal pueden tener lugar», aclaraba que era para niños de hasta dos años y garantizaba que estos «pueden decir ‘stop’ en cualquier momento y su decisión será respetada». Ponía como único límite que «ninguno de los niños podrá poner nada en los orificios del cuerpo de otro (culete, vulva, nariz u oído)».

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La guardería en cuestión pertenece a la organización Arbeiterwohlfahrt e.V. (AWO), una asociación independiente de bienestar para trabajadores cuyo objetivo es apoyar a personas desfavorecidas. Con alrededor de 210.000 trabajadores a tiempo completo, se trata de uno de los mayores empleadores en Alemania. Fue fundada en 1919 por la socialista Marie Juchacz como «autoayuda para la clase obrera» y hoy gestiona, además de guarderías, centros para personas con discapacidad, residencias de ancianos, escuelas de primaria abiertas durante todo el día, clínicas psiquiátricas, forenses, instalaciones para campamentos de vacaciones y centros de asesoramiento para inmigrantes, solicitantes de asilo y personas necesitadas.

«Al principio no sabía qué hacer, no quería enfrentarme a una institución tan importante y por nada podía perder la plaza de guardería porque entonces no podría trabajar», reconoce sus dudas una madre que, bajo estricta condición de anonimato, terminó entregando la carta a un periódico. Tras su publicación, tomó cartas en el asunto la Oficina Estatal de Bienestar Juvenil, que ha paralizado el proyecto y que ha obligado a una revisión del concepto pedagógico de las guarderías AWO de Hannover, como condición para la continuidad de su funcionamiento.

Turbios pilares

Cabe destacar que el concepto pedagógico sobre el que se asentaba la creación de la «sala de exploración corporal», que está siendo ahora revisado por la autoridad de control y por consultores externos, contaba con una base teórica proporcionada por Profamilia, una asociación de planificación familiar y educación sexual que dirige sus servicios a jóvenes, padres y escuelas. Para ello cuenta con 180 centros en toda Alemania y unos 1.600 empleados.

El director de la guardería no ha dado explicaciones porque había sido retirado de su cargo desde finales de mayo, después de haberse acercado demasiado a un colega durante una excursión y bajo los efectos del alcohol. También se ha sabido que un educador de 28 años había sido despedido, anteriormente, tras ser acusado de abusos sexuales a varios niños en esa misma guardería, los cuales tuvieron lugar entre 2018 y 2020. Según el diario ‘Hannoversche Allgemeine Zeitung’, le fue incautado diverso material de pornografía infantil. El juicio todavía no se ha celebrado porque un testigo clave sigue en el extranjero.

Origen: Las víctimas del ‘experimento Kentler’: cuando Alemania entregó niños a pederasta

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